24 de agosto de 2009

La tradición en el tercer milenio

Gilberto Gutiérrez
(Segunda de dos partes)

En este momento el resurgimiento de la tradición del fandango jarocho es tomado como ejemplo para otras tradiciones. Es cierto, este movimiento cultural, visto desde afuera es sorprendente e inspirador.

Pero hay que separar el resurgimiento hacia dentro de la tradición y el boom que se ha desatado hacia fuera de la misma.

Como lo ha demostrado el Mariachi y los Jarochos en el pasado, el éxito del género hacia fuera de su contexto no es síntoma de que la tradición goce de buena salud; es más, en muchos casos, un mal manejo del éxito exterior es perjudicial para la tradición en sí.

Del boom del son jarocho me ocuparé poco, solo diré que en este momento es caótico y de trayectoria impredecible. El fandango ha tomado espacios que le corresponderían a otras tradiciones y más aún ha emigrado, sin visa, a los territorios del TLC y no dudo que reconquiste España y regrese a África.

Pero hacia adentro, sin que sea alarmante todavía, hay nuevos riesgos.

Aparecen nuevos actores, que se montan en el tren encarrilado y cuyo único objetivo es lucrar. Grupos “fusionadores” de éxito, hasta ahora efímero, que resultan malos ejemplos para niños y jóvenes; grupos que ya no quieren ser parte de la tradición sino del escenario y no tienen paciencia para aprender el vasto conocimiento del son y su contexto cultural.

Presenciamos también el surgimiento de muchos maestros que en realidad son desparramadores de la mala educación.

Una nueva clase de micro empresario de la cultura tradicional, donde lo importante es el lucro. La aparición de métodos fáciles, de cómo tocar el son, que no sirven pero se venden. Hay que reconocer que estos microempresarios funcionan como difusores. Pero el problema se sitúa en el plano de lo ético.

Si bien cada quien es libre de hacer lo que quiera, la incongruencia de algunos protagonistas es bastante nociva cuando manejan el discurso de la tradición y en la practica se contradicen, pero encuentran eco -con la influencia de los medios- entre gente poco conocedora.

Se trabajó muchos años para formar un público. Ahora hay programas de radio que se dedican a deformar y a alabar trabajos faltos de calidad artística.

El Encuentro de Jaraneros en Tlacotalpan, uno de los pilares de este movimiento, ahora es un espacio que confunde al público sobre qué es lo tradicional, ya que se maneja sin criterio. El cómo se llegó a eso, es de dominio público.

Los grupos hemos sido dueños de nuestro destino, pero actualmente ya hay compañías disqueras que se están interesados en grupos juveniles, a los que están manipulando con una producción dirigida hacia intereses comerciales más que artísticos. Con este panorama, para bien o para mal, no será raro que en los próximos años salga un grupo dirigido desde las televisoras.

Actualmente, hay quienes cultivan el fandango fuera de la zona natural de este, y hay quienes cultivan el género, son jarocho, como base de su desarrollo musical. Así el son forma, incipientemente, parte de los nuevos sonidos de la música popular mexicana.

Lo importante es que las nuevas generaciones practiquen el ritual del fandango, conservando los conocimientos ancestrales que nos han sido legados por los pueblos africanos, europeos y autóctonos y que dieron origen a nuestra tradición. Que la conserven y la enriquezcan como ha ocurrido hasta ahora.

Creo firmemente, al menos en este caso, que la familia ha sido y debe seguir siendo preservadora de la tradiciones. Por eso, los apoyos de cualquier origen deben privilegiar a los grupos familiares que hacen trabajo de cara a las nuevas generaciones. La incorporación de nuevas familias a la tradición, me da la certeza de que así debe ser.

Es importante formar también a los relevos no solo de los músicos si no de los promotores de la tradición. Promotores comunitarios que trabajan con o sin apoyos externos. Las instituciones no son de fiar, a veces apoyan y a veces son un lastre para la tradición. En lo personal recomiendo a las instituciones que apoyen los procesos encaminados y que no quieran dirigirlos ni inventar otros procesos donde ya suceden.

En la formación de promotores, en el caso de la cultura jarocha, no ha sido necesario empujar mucho. Existe una disposición natural para ejercer el oficio de tomar iniciativas y juntar banda para llevarla a cabo.

Es por eso que creo que el fandango jarocho está listo para recorrer el tercer milenio.

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