Continuamos con la segunda entrega del texto Imágenes literarias del nacionalismo mexicano después de la Independencia: Guillermo Prieto y el abrazo de la musa callejera de Caterina Camastra.
En esta segunda entrega Caterina nos narra uno de los puntales del mito de la china: la historia de Catarina San Juan, la famosa "china poblana", a la vez que articula el análisis de las caracterísiticas de este estereotipo en formación con lo que es visible de su personaje: el atuendo, "nacional", "inocente", frente a las modas "enajenantes" europeas.
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Imágenes literarias del nacionalismo mexicano después de la Independencia: Guillermo Prieto y el abrazo de la musa callejera
Caterina Camastra
(SEGUNDA DE SEIS ENTREGAS)
Existe
otra historia, más fantasiosa e imbuida de romántico exotismo,
según la cual la primera china poblana no era ni china ni poblana,
sino una bellísima princesa hindú, Mirra, raptada en el siglo XVII
por piratas a veces portugueses, a veces ingleses, quien llega a
Puebla pasando por Filipinas y es bautizada como Catarina de San
Juan. Pese a su excepcional belleza lleva una vida de ejemplar
beatitud cristiana y muere en olor de santidad. Parece paradójico
que un símbolo nacional incluya una leyenda de fabulosos orígenes
extranjeros, o tal vez no lo es tanto en un país creado sobre bases
plurales y diversas,. También llama la atención que de beata
angelopolitana (hasta la fecha, el imaginario coloquial mexicano
identifica a Puebla de Los Ángeles como la ciudad de los
santurrones), la china pase a ser un ícono de desenvoltura y
seducción. «El salto entre la china poblana originaria y la mujer
mexicana típica,
coqueta y libre, conocida también como china,
se daba precisamente en el contraste entre la vida abierta y sin
prejuicios de esta última y la dimensión ejemplar de la primera»1.
Sin embargo, sabemos que ésos son los extremos simbólicos en que
nuestra cultura compartida de siglos inscribe la feminidad, siempre
susceptible de un tropezón a pasar de santa a mujer alegre.
Finalmente,
insisto, más que la fantástica leyenda de Mirra (que tiene todos
los visos de responder a una búsqueda de orígenes nobles y morales
para un mito que, al mismo tiempo, se quiere popular) me parece
creíble el origen de china
como mestiza.
Aparte de su raza, belleza y salero, la china conlleva otra
característica fundamental: el atuendo. Volvamos al poema de Prieto,
que al insurgente castor de
la primera estrofa añade más detalles:
Era un
bello firmamento
de
lentejuelas de plata,
era el
manto de escarlata
de las
reinas del amor.
Era la
china garbosa,
la linda
china poblana
sobre la
nube de grana
de
su enagua de castor.2
¿Quién
es esa mustia chica?
¿Es
vestido o es sotana,
es
corpiño o es aduana
esa parte
superior?
¡Maldita
moda, maldita!
Rompan el
corpiño, chinas,
les van a
dar las anginas,
venga el
hermoso castor.
[...]
Por Dios,
¿quién sufre un embudo
de
lienzo? ¿una linda china
a quien
el cielo destina
al aire
libre, al amor?
Esas
cárceles de lienzo
sirvan a
la aristocracia;
pero a
las chinas la gracia
y la
enagua de castor.
[...]
En
buenhora los telones
para la
pata extranjera,
y una
lancha cañonera
para cada
pie invasor...
Mas que
bañe la luz pura
los
encantos soberanos
de los
piecitos poblanos3
con la
enagua de castor.
Era linda
una garganta
de
contornos celestiales,
entre
perlas y corales
proclamando
insurrección.
¿Por qué
un rostro tan divino
sobre un
saco penitente?
Vístase
como la gente,
con
la enagua de castor.4
La
libertad de movimiento y de seducción que conlleva el atuendo de la
china se relaciona con la liberación del país de las costumbres
extranjeras impuestas por invasión (en los intelectuales como
Guillermo Prieto es reciente el recuerdo de la intervención francesa
de 1862 y la subsecuente fugaz presencia de Maximiliano de Habsburgo,
de 64 a 67, que recibió el pomposo nombre de imperio).
El campo semántico del orgullo rebelde une a la mujer del pueblo y
su traje típico con el destino de la nación: el insurgente
castor que se opone a cárceles
de lienzo, los collares que adornan el
provocativo escote están proclamando
insurrección. El yo poético asume el
papel de quien grita consignas subversivas: rompan
el corpiño, chinas.
NOTAS
1
Ricardo Pérez Montfort, « La china
poblana. Notas y breve crónica sobre la construcción del
estereotipo femenino nacional », en Expresiones
populares y estereotipos culturales en México. Siglos xix
y xx. Diez ensayos, México, CIESAS, 2007, p. 134.
2
«Enagua.
(Del haitiano nagua).
Ésta es la forma castellanizada más común para llamar la prenda
de vestir femenil, que no es, por cierto, la que va debajo de la
falda, verdadera saya, sino la que va encima [...]. Lo de las
enaguas es
puro academismo. El término popular legítimo y auténtico
americano es nagua»
(Francisco J. Santamaría, op. cit).
Cabe destacar el recurso a la idea de lo popular como autorización
y validación en el discurso del autor de este diccionario, que
puede hacernos refleccionar acerca de la elección de términos del
mismo Prieto.
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