Continuamos con la quinta entrega del texto Imágenes literarias del nacionalismo mexicano después de la Independencia: Guillermo Prieto y el abrazo de la musa callejera de Caterina Camastra.
Este texto fue publicado en el libro Liberty, liberté, libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones coordinado por Alberto Ramos Santana y Alberto Romero Ferrer y editado por la Universidad de Cádiz, 2010.
En esta quinta entrega analizamos cómo el chinaco devenido charro acompaña indisociablemente a la china. Esta pareja, su representación, encarnan los valores mestizos, populares, de la Nación Mexicana. El estereotipo y su potencia sostienen la fotografía instantánea, sencilla al consumo, de nuestra identidad...
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Este texto fue publicado en el libro Liberty, liberté, libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones coordinado por Alberto Ramos Santana y Alberto Romero Ferrer y editado por la Universidad de Cádiz, 2010.
Imágenes literarias del nacionalismo mexicano después de la Independencia: Guillermo Prieto y el abrazo de la musa callejera Caterina Camastra
(QUINTA DE SEIS ENTREGAS)
El
atuendo del hombre también juega un papel importante en Musa
callejera, aunque no cuenta con el
derroche de detalles dedicado al de la mujer, sino se resume en unos
pocos elementos centrales: cargando su
sombrero, / su
sarape y jaranita1.
Uno de elementos más cargados de connotaciones simbólicas
es precisamente el sombrero jarano, el
sombrero galoneado2,
el mismo que la china protagonista de «Patria y amores» pregona
preferir al odiado trono imperial.
Tan importante es este sombrero que merece el papel protagónico en
una de las composiciones de Musa
callejera, justamente intitulada «El
sombrero jarano». Metonímicamente, el sombrero representa a su
dueño. La primera estrofa proclama:
Albricias, lindo sombrero,
porque el francés te detesta,
porque
te aborrece Almonte3
y te prohíbe la regencia...
Sombrero charro, tú no eres
para traidoras cabezas:
sólo para el chinacate
eres aureola y diadema,
y como copa de fresno
cuando
su frente sombreas.4
Y la última estrofa incluye unos versos aún más explícitos:
Valiente tú, sombrero ancho,
sé signo de independencia;
tu arriscada lorenzana
diga a los franceses: guerra,
porque eres muy mexicano,
porque
eres flor de mi tierra.5
Montero
apunta que el discurso que subyace a este poema gira alrededor de dos
preocupaciones centrales e íntimamente relacionadas: «fortalecer el
sentimiento de soberanía» y «consolidar la idea de la
autosuficiencia
política, cultural y moral de la nación»6
(cursivas de la autora). En este poema se asoma un término que irá
cobrando una importancia fundamental en el imaginario del siglo XX:
charro.
Este vocablo, de hecho, terminará por suplantar tanto chinaco,
que hoy en día guarda un sentido más que nada histórico, como
lépero,
que del significado de hombre del pueblo
empleado por Prieto se ha deslizado hacia una connotación
decididamente negativa de grosero,
soez. La
figura del charro, en cambio, ha heredado y amplificado toda la carga
de orgullo nacionalista y representación estereotípica. Como figura
claramente delineada, estereotipo nacional, el charro empieza a
cristalizarse en el siglo XIX, cuando Luis G. Inclán narraba en
Astucia las
aventuras de los charros contrabandistas de tabaco, también llamados
hermanos de la hoja.
Los orígenes de la palabra se difuminan en la mitología. Palomar
Verea señala la existencia de
Una
tradición que [...] liga [la charrería] a la caballería, cuyo
eslabón parece encontrarse en la Orden de los Caballeros de
Guadalupe, al parecer instituida por Iturbide, luego refuncionalizada
por el emperador Maximiliano y compuesta por caballeros charros que
llevaban el estandarte de la Virgen de Guadalupe. La construcción de
este lazo simbólico produce la imagen del charro como descendiente
de una estirpe de hidalgos campiranos, que sería el punto de partida
para la formación de un consistente estereotipo [...]. Un hombre de
campo, [...] ‘varón de una sola pieza’, [...] firme hasta la
obstinación, valeroso hasta la temeridad7.
Y añade, subrayando que el charro mexicano es, ante todo, un jinete
y un mestizo:
En
el imaginario mexicano, éste representa una cultura en la que han
confluido los elementos del proceso de mestizaje propio del pueblo
mexicano actual consolidado desde el siglo xix
y cuyo momento mítico
de origen es el punto en que se conquista el derecho a subirse a
caballo, dignidad reservada a los españoles y criollos en las
primeras etapas de la historia de la ganadería novohispana. [...] Se
afirmaba la emergencia del mestizo8.
2
Guillermo Prieto, «Romancito», op.
cit., p. 62.
3
Juan Nepomuceno Almonte, político conservador,
entre los fautores de la intervención francesa y el nombramiento de
Maximiliano de Habsburgo.
4
Guillermo Prieto, «El sombrero jarano», op. cit., p. 208.
5
Ibid.
6
Susana A. Montero, op. cit.,
p. 52.
7
Cristina Palomar Verea, «La charrería en el imaginario nacional»,
Artes de México, 50 (junio 2000), p. 14.
8
Ibid., pp. 17-19.
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