Es por eso que hoy queremos publicar este texto. "¿La salida del laberinto? El TLCAN y la política salinista", escrito por Irene Álvarez Rodríguez -quien es maestrante en Ciencias Sociales en la UAM- nos remite a los años de la pujante política modernizadora del presidente Salinas de Gortari, mentor no oculto del abanderado actual del PRI.
El TLCAN abrió simbólicamente una puerta hacia el Primer Mundo: México se incorporaría al verdadero desarrollo, jugaría con los países líderes en el patio de los grandes. Sin embargo, las implicaciones del Tratado (liberación comercial vs. desigualdad social) resultaron menos espléndidas de lo que se anunció con bombo y platillos. Recordemos que una parte de la industria cultural mexicana se vió fuertemente afectada con la firma del Tratado, del que no se excluyó el trato a los productos culturales como si fuesen una mercancía más. Uno de los efectos más devastadores de dicha omisión fue el debilitamiento de las dinámicas de producción y distribución de cine nacional.
Ahora que resulta harto probable que el PRI retorne nuevamente implementando discursos modernizadores, con una imagen presidencial telegénica y de sonrisa triunfadora, deberíamos de recordar nuestro pasado reciente.
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¿LA
SALIDA DEL LABERINTO? EL TLCAN Y LA POLÍTICA SALINISTA
(Primera de cinco partes)
Irene Álvarez R.
Acuerdos
sin la espada son sólo palabras
Hobbes
Ni
la modernización se impone absolutamente, ni la modernización
fracasa
Carlos
Monsiváis
¿Fue
Salinas simplemente la víctima de una racha
espectacular
de mala suerte?
Miguel
Ángel Centeno
Hace
sesenta años Octavio Paz se preguntaba si los cuestionamientos que
él se planteaba en relación al carácter de los mexicanos tendrían
eco o sentido medio siglo después [Paz, 2004: 2]. Parece que sí. En
el Laberinto de la soledad, Paz relataba el ensimismamiento de
una cultura nacional mexicana encubierta por la tradición, un rostro
tímido que hablaba de soledad y falta de empatía hacía los otros:
anhelo de vínculo y origen. Una realidad que, sin duda, contrastaba
con la recreación del norteamericano, en donde; "[el] mundo ha
sido construido por él y está hecho a su imagen: es su espejo. Pero
ya no se reconoce en esos objetos inhumanos, ni tampoco en sus
semejantes" [Paz, 2004: 6].
Concuerdo
con Paz: las diferencias entre los norteamericanos y nosotros [no]
son [puramente] económicas"[Paz, 2004: 6], mas pienso que vale
la pena repensar la relación entre ambas culturas a la luz de hechos
más o menos recientes. Lo que quiero decir es que aunque la pregunta
que interroga por el carácter de lo mexicano sigue vigente, también
creo que ha habido cambios en lo relativo a esa actitud ensimismada,
así como retornos al espiral de la soledad.
Las
preguntas que intenta responder este ensayo son ¿Cuál fue el
impacto económico, político y social del Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN) en la vida nacional?, ¿el laberinto de
la soledad económica y política en México había sido finalmente
vencido por un espíritu abierto, liberal? La hipótesis de este
trabajo es que aunque el TLCAN es producto de un espíritu político
y económico cooperativista entre distintos gobiernos de países
norteamericanos –y que su realización refleja una intención de
transformar el modelo económico mexicano— las contradicciones
entre un modelo económico neoliberal y las instituciones políticas
imperantes han provocado que su puesta en marcha no produzca cambios
sustanciales en materia de desempleo o en la distribución del
ingreso –por mencionar algunas de las expectativas generadas por la
administración de Carlos Salinas de Gortari y compartidas por una
parte importante de la población mexicana en la primera década de
los noventa del siglo pasado.
Retomando
las consideraciones de Douglas North respecto al modo en que el
contexto puede configurar a las instituciones(1),
el interés de este ensayo es establecer los vínculos entre la
implementación de un tratado comercial y el modo en que sus
resultados se ven acotados por las instituciones existentes o por el
retorno a la soledad.
II. ANTECEDENTES
Aunque
el acuerdo comercial entró en vigor en 1994, fue anunciado por los
presidentes Carlos Salinas de Gortari y George H. W. Bush en 1990
–Canadá se uniría al tratado un año después de su anuncio.
Desde una perspectiva política el anuncio de una alianza de este
tipo dejaba atrás las tensiones experimentadas por los gobiernos de
Miguel de la Madrid y Ronald Reagan(2),
así como afirmaba la dirección económica que se había venido
siguiendo desde la crisis económica mexicana de 1982, tanto por
Estados Unidos como por su vecino país del sur. Una década antes de
que el TLCAN entrara en vigor, ya había una política económica
impulsada por los gobiernos de ambas naciones que buscaba "dar a
las fuerzas del mercado una acción mayor en la distribución de los
recursos sociales y, por tanto, disminuir el creciente papel que el
Estado había desempeñado en ese campo" [Aguilar, 1992:
275].
En el
ámbito ideológico, discursivo y político esta orientación
económica adquiría nuevos rostros. El Programa Nacional de
Solidaridad (PRONASOL), por ejemplo, parecía dirigirse, por lo
menos, en dos sentidos: como un modo efectivo de otorgar legitimidad
y confianza a la figura presidencial –recordemos lo cuestionados
que estuvieron los resultados de las elecciones de 1988 que tenían
como principales protagonistas a Carlos Salinas y a Cuahutémoc
Cárdenas—; y "como una reedición de prácticas populistas
que, además de aquel objetivo, buscaban mejorar la gobernabilidad
del proceso de reformas neoliberales" [Vilas, 2004]. La propia
manera en que, se decía, Carlos Salinas había llegado al poder
cuestionaba el paradigma político modernizador que tendría que
caracterizar a su gobierno. Había una clarísima contradicción
entre la orientación económica de liberalización de los mercados
–puesta en marcha por el régimen priísta a principios de la
década de los ochenta del siglo pasado(3 )—
y la falta de un sistema político moderno, la ausencia de un
espacio que permitiera elegir a los representantes populares de modo
efectivo: quedaba claro que en el ejercicio de la democracia no
existía la libre competencia [Del Campillo, 1993: 179].
Lo que
intento destacar es la manera en que se intentó revertir la
ilegitimidad del proceso electoral a partir de la ejecución de
maniobras políticas, las cuales –y sobre todo en el caso de
PRONASOL— intentaba modificar el estatus de la figura presidencial
frente a los más desposeídos y generar así un margen más amplio
de acción. Aún así, se efectuaron una serie de acciones que se
alejaban del modo de hacer política del histórico Partido de la
Revolución Institucional (PRI) y otras que parecían regresar al
viejo modelo;
ampliación
del espacio institucional de acción de la Iglesia Católica,
redefinición de las relaciones con Estados Unidos, acotamiento del
margen de maniobra de las organizaciones sociales priístas,
sanciones penales iniciales a algunos miembros del establishment
financiero incursos en maniobras especulativas fraudulentas [Aguilar,
1992: 289].
Aunque
el poder seguía excesivamente concentrado en la figura del
presidente constituyendo una cultura política autoritaria y habían
un descrédito en las elecciones presidenciales, había también
cambios respecto a regimenes anteriores, los cuales se derivaban del
posicionamiento en el poder de "una corriente conservadora que
pugnaba por modificar el papel del Estado reforzando a los
empresarios" [Schmidt, 1996: 59].
(CONTINUARÁ)
Notas
1
"The same institution produces different results depending on
the contexts" [North, 2009: 15].
2 Dichas
tensiones estaban relacionadas con la política exterior impulsada por
el presidente López Portillo, quien pretendía posicionar a México
como potencia media internacional a partir de ofrecer, junto con
Venezuela, petróleo a precios moderados dentro de territorio
centroamericano. Esta iniciativa provocó choques entre Estados
Unidos y su vecino latinoamericano más próximo debido a que "abría
la posibilidad de una mayor presencia de Cuba y la Unión
Soviética", en una zona de influencia norteamericana.
Posteriormente, Miguel de la Madrid continuó con una política
antagónica a los
intereses del país del norte en zonas centroamericanas.
[Aguilar:1992, 274].
3
Ya desde el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-88) se buscaba
"lograr la transformación estructural de un sistema económico
que acababa de mostrar su inviabilidad histórico [la crisis de
1981, provocada por la caída de los precios del petróleo, así lo
develaba]. […] La lógica del nuevo proyecto nacional requería,
entre otras cosas, que el papel del Estado como productor
disminuyera drásticamente, que el de la inversión privada –interna
y externa—aumentara en la misma o mayor proporción en que
disminuyera el estatal, que el peso del petróleo en el total de las
exportaciones fuera cada vez menor y que el de los productos
manufacturados y los servicios mayor" [Aguilar, 1992: 279].
1 comentario:
Interesantísimo artículo. Espero ansioso la siguiente entrega.
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