Recuperemos memoria. Está a la vuelta de la esquina un pasado reciente que nos observa.
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¿LA
SALIDA DEL LABERINTO? EL TLCAN Y LA POLÍTICA SALINISTA
(Tercera de cinco partes)
Irene Álvarez R.
IV. EL
TRATADO. EXPECTATIVAS Y RESULTADOS.
Las
expectativas fueron altas: los mexicanos, quizá contagiados por el
optimismo presidencial, esperábamos un acercamiento sustancial en
relación a Estados Unidos y Canadá en términos de desarrollo.
También se pensaba en una cierta cooperación entre los países, en
convergencia económica, en una mejor distribución del ingreso… en
fin, había un ambiente medianamente positivo ¿se daría vuelta a la
página?, ¿Se dejarían atrás las crisis económicas, las
devaluaciones? ¿Cambiaríamos el defenderé el peso como un perro
por export goods, not people? Ciertamente este sentimiento
de estamos-en-la-antesala-de-la-modernidad estaba acompañado de un,
modesto pero siempre bienvenido, crecimiento económico, el cual
acreditaba a Salinas como el perfecto Virgilio que nos ayudaría a
atravesar el purgatorio de economías emergentes para llegar al
paraíso del pleno desarrollo.
Con un
crecimiento promedio de 3% anual y per capita constante
durante el periodo presidencial, parecía que la inflación, por fin,
estaba controlada. La impresión de la ciudadanía era que la
economía nacional se estaba normalizando y que las mejoras
continuarían [Centeno, 1997: 3].
Efectivamente,
tras firmarse el TLCAN y entrar en vigor las exportaciones se vieron
muy fortalecidas. Según Jaime Ros, el crecimiento de las
exportaciones "aumentó de una tasa de 5.8% al año en el
período 1982-1993 a una de 11.1% entre 1993 y 2005" [Ros, 2008
: 540]. Asimismo, las exportaciones e importaciones "se
expandieron a tal grado que el total combinado como proporción del
PIB aumentó de 27% en promedio en el período 1982-1984 a cerca de
60% en 2001-2005"[Ros, 2008 : 540]. Mas, ese fortalecimiento del
comercio internacional no ha sido capaz de mejorar considerable y
consistentemente la economía nacional.
Lo que
deseo señalar es que aunque muchos de los objetivos principales
planteados en el TLCAN se cumplen –se atrae inversión extranjera y
se refuerza al sector exportador—, estos beneficios no se replican
como crecimiento general y sostenido, ni con alzas significativas en
las tasas de ocupación. Es difícil decir cuáles han sido las
causas de esta falta de impacto, algunos analistas sostienen que
quizás parte de la problemática esté vinculada con el hecho de que
las manufacturas tengan, en realidad, poco contenido mexicano:
"[c]recen dichas exportaciones exponencialmente pero están
desconectadas de las cadenas productivas mexicanas y por ello no
jalan tras de sí al resto de la economía, ni generan empleo
indirecto" [Arroyo, 2001: 6].
Maurer
apunta que uno de los grandes defectos del TLCAN es que pretende
suplir la inversión doméstica con inversión extranjera, lo cual
genera un lento crecimiento en lo tocante a bienes
no-comercializables, así como un alza en sus precios. También
establece que ciertos sectores importantes como el de la educación o
el sistema financiero no experimentaron ninguna clase de reforma o
redireccionamiento. Lo que queda claro es que el acuerdo estaba lejos
de ser integral: la inversión parecía concentrarse en la industria
manufacturera, no había un involucramiento de parte de muchos de los
sectores, ni se estaban generando las condiciones para producir más
oportunidades de empleo o trabajos mejor remunerados.
A
pesar de que el crecimiento de la economía es notorio desde la
implementación del TLCAN en el año de 1994, muy probablemente por
el dinamismo en las exportaciones, este crecimiento es muy desigual:
no involucra a todos los sectores de la economía. Sectores como el
de transportes y comunicaciones, industria eléctrica, servicios
financieros y por supuesto la industria manufacturera muestran altas
tasas de crecimiento; mientras que sectores ligados al mercado
interno, tales como la agricultura o la industria de la construcción
registraron un crecimiento más bien pobre [Arroyo, 2001: 15] (1).
Esto hace ver que quizá uno de las debilidades del TLCAN es que
descuida la inversión doméstica y que la manufactura de los
productos mexicanos incluye a sectores muy acotados y no requiere un
nivel alto de especialización –lo cual implicaría la
no-reestructuración del sector educativo, quizá la poca generación
de empleos y el alza mínima en los salarios.
Los
ciudadanos esperábamos que nuestro calvo Virgilio nos llevara a un
lugar que dejara atrás los desastres económicos y políticos que
habían antecedido al gobierno del momento: esta vez sí podría
haber crecimiento y baja inflación… lo cierto es que esta
aparentemente afortunada conjunción –crecimiento del 3% per
capita y anual consistente durante el sexenio y una inflación
controlada— junto con un tratado que prometía más cosas que un
enamorado no desembocaron en muchos más empleos y mejor remunerados
–hay que recordar justamente uno de los argumentos para atraer la
inversión estaba fincado en la mano de obra barata— o en un
crecimiento sostenido (2).
(CONTINUARÁ)
(CONTINUARÁ)
NOTAS
(1) Para el año 2000, la
agricultura estaba en el último lugar de crecimiento ya que "sólo
creció en siete años 14% y se perdieron 1,782,068 empleos
agropecuarios. Es el mismo caso el de la industria de la
construcción que sólo creció en el período 14%.30
Las ventas en el mercado interno en abril de 2001 son 6.4% menores
que en 1994, pero llegaron en 1996 a estar 22.8% abajo. Además, las
ventas en las tiendas de abarrotes, donde compra la gente más pobre
en abril de 2001, son 21.2% menores que en 1994.31
Sólo han mejorado las ventas a los sectores de altos ingresos."
[Arroyo, 2000: 15].
(2) Se crearon un millón de empleos durante el sexenio. Una cuarta
parte de los que se necesitaban. La idea de atraer
inversión-mantener la paridad peso y dólar-invertir en empresas
productivas tenía más complicaciones de las que presentaba en
primera instancia. Este esquema condujo a un peso sobrevaluado, a
una reducción del presupuesto público, a un consumo excesivo de
bienes importados, empobrecimiento de un campesinado incapaz de
competir con la industria agroindustria estadounidense y puso a la
economía mexicana a merced de los mercados de capital externos.
Igualmente, un punto fundamental en el esquema de acción del TLCAN
fue obviado: el nuevo capital no se invirtió en empresas
productivas sino en especulación bursátil: la inversión nacional
siguió a la baja [Centeno, 1997: 4].
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