24 de septiembre de 2012

Hecho en México: "Espejito, espejito..."


A qué más que la verdad: para la publicación de esta semana teníamos otro texto haciendo fila. 

Pero resulta que Ishtar Cardona escribió hace poco una crítica al documental "Hecho en México" que se estrenó en salas este pasado viernes 21 de septiembre. Y el texto generó ciertas ronchas entre quienes alcanzaron a leerlo, y en la rasquiña algunos amigos del Observatorio nos pidieron publicarlo en este espacio.

Así que ahí va: entre reflejos de música tradicional, fuegos de artificio mediático, discursos sobre la identidad, buenas intenciones y simplificaciones perversas lo Hecho en México.


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Hecho en México: "Espejito, espejito..."

Ishtar Cardona


“En un extremo, se descubre que el actuante

puede creer por completo en sus propios actos;
puede estar sinceramente convencido
de que la impresión de realidad que pone en escena
es la verdadera realidad. Cuando su público
también se convence de la representación que él ofrece
—y este parece ser el caso típico—, entonces, al menos al principio,
sólo el sociólogo o los resentidos sociales abrigarán dudas
acerca de la «realidad» de lo que se presenta.”

Erving Goffman. La presentación de la persona en la vida cotidiana 


Me pongo el saco que ofrece Goffman: Yo soy socióloga. Y tal vez sea una resentida social. Y casi todo el tiempo abrigo dudas sobre las “realidades” que se me ofrecen, sobre todo cuando esas “realidades” vienen envueltas en empaques sofisticados, seductores, blindados en su propia espectacularidad. Sobre todo cuando generan unanimidad a tal grado que resulta extraña tanta empatía encima de la fractura...


Hace unos días me invitaron a la première del documental Hecho en México. Supe por primera vez del proyecto hace casi dos años, cuando un grupo de personas llegó a encontrarse con Gilberto Gutiérrez, director del grupo Mono Blanco, durante el fandango en vela previa a las Mañanitas a la Vírgen de la Candelaria en Tlacotalpan. Algo me comentó Gilberto sobre el asunto, pero durante mucho tiempo no tuve más información.

Hace unas semanas las cosas comenzaron a agitarse: el estreno del documental se acercaba y en las redes se asomaban los afiches, la publicidad, el peloteo de información entre facebookeros y tuiteros. Los carteles, jugando con verde, blanco y rojo desleídos, centran en blanco y negro los rostros de personajes populares, músicos, artesanos, gente relacionada con la creación cultural. Remata la gráfica una frase dicha, cantada por el personaje del cartel. 

Agradecible resulta, para quienes nos dedicamos al estudio de la creación cultural en contextos comunitarios, encontrarnos con esa visibilidad otorgada a personas que no se mueven necesariamente en el registro de lo comercial. Y claro, también es comprensible, si se quiere jalar públicos más amplios, que la publicidad en los parabuses del D.F. -por lo menos los que yo he visto- no traigan la cara de un músico huichol sino de Alejandro Fernández. Pero eso a mí no me molesta. 

Como tampoco me molestó la pompa con la que se llevó a cabo la première: Bellas Artes, alfombra roja, fotógrafos gritando atrás de las vallas que flanqueaban el camino de los elegidos, seguridad profesional, flashes y buenotas entevistando a los participantes. La sala del teatro llena de buenas conciencias simpatizantes del #132, ejecutivos de Televisa, trajeados, hippies-chic, escritores cool y amigos de los amigos. Sentada yo casi en el centro del espacio, tenía hacia mi derecha a los Botellita de Jerez. Hacia mi izquierda, haciendo gala de una discreción remarcable, estaba Emilio Azcárraga. Intrígulis de la geopolítica. 

Sabía yo a medias la lógica del documental. Sabía que presentaba músicas mexicanas, o mejor dicho, músicos mexicanos, y que esto articulaba discursos sobre la identidad nacional. Había visto el corto del documental, y aunque me pareció montado en la estética “tarjeta postal” a doble velocidad, preferí no revolverme antes de verla. Total, en el filme participaban amigos a los que quiero y admiro, y eso me bastaría para estar contenta viendo la proyección. 

A los siete minutos de iniciado el rollo, yo me preguntaba qué diablos estaba viendo. En sí la estructura del documental es muy simple: un corte de música que bien puede funcionar como un video unitario, alternando con una entrevista a un escritor, actor, político, mexicanero, pintor, artesano... La música todo lo abraza, llena cada espacio cada segundo de forma tal que resulta difícil imaginar las palabras de Juan Villoro sin cortinilla sonora, como un Joel Grey del cabaret de la mexicanidad. 

Los músicos comparten espacio sonoro gracias a las mezclas que en estudio se realizaron sobre sus bases, y así tenemos un Cascabel tocado por Mono Blanco en el que interviene un rapero (del cual no recuerdo su nombre ahora) y Sergio Arau, El Uyuyuy. Mono Blanco y el de la voz hip-hopeada sí estuvieron juntos para grabar, en un rancho veracruzano. El Uyuyuy no. Pero no importó. Gracias a la grabación, la base rítmica del zapateado jarocho pudo devenir eje conductor de un Son que se compactó entre jarana, voz y guitarra eléctrica, volviéndolo un bloque sonoro macizo. Yo no escuché diálogo musical entre géneros y tradiciones. Yo escuché -hipertecnificada- una homogeneización del sonido. Las particularidades de cada una de las músicas quedaron aplanadas bajo el repellado de la mezcla comercial. 

Venado Azul (grupo huichol) toca -con fondo de abrupta serranía- la Cusinela mezclada por el Instituto Mexicano del Sonido a golpes de imágenes profundamente chilangas, metro, chavas patinando, Paseo de la Reforma tomado por familias y parejas. Y así la licuadora va incorporando lo diferente para volverlo igual de consumible. Por supuesto hay apariciones en solitario, las que no necesitan mezclarse porque son altamente reconocibles desde la lógica del consumo: Alejandro Fernández, Gloria Trevi, tal vez un hueco para Las Maya Internacional, grupo femenino de boleros y danzones, música para baile de salón. 

Este ejercicio homogeneizador también es patente en la edición que de los discursos sobre México y lo mexicano lanzan a la pantalla los no-músicos. Comienza Juan Villoro hablando sobre la hegemonía que ha hecho de los mexicanos una sociedad cuadrada al mando, de la necesidad de reconocer la diferencia, de des-uniformarnos. De los años de control político a través de un partido único. Del mito de nuestro mestizaje parejo. Y parece esto embonar perfectamente con un ejercicio en el que se muestran músicas diversas (aún repelladas). También aparece Daniel Giménez Cacho abundando sobre el control televisivo, para horror de personas que miraban de reojo a los altos cuadros de Televisa presentes en la sala. De chile, de mole y de manteca en el recuento de nuestras virtudes y entuertos: Elena Poniatowska, Laura Esquivel, Héctor Aguilar Camín y Ángeles Mastretta entre otros se suceden hablándonos de un “nosotros” aparentemente diverso, pero que escuchado de cerca más bien suena a confuso. Antonio Velasco Piña -que insiste con otras palabras en que la Mujer Dormida debe dar a luz- queda en el mismo nivel discursivo que Villoro. 

Poniatowska fugazmente habla sobre la vejez, Chavela Vargas sobre la muerte. Blue Demon nos da cátedra sobre la lucha, no solamente la del ring, sino la de la vida. Todo sirve para narranos. Nada difiere. En el fondo, somos un gran rompecabezas exótico, pero parejo. Sin etiquetas, insiste el documental. Pero, ¿cómo diablos hablar de diversidad si se insiste en la parejura? “No hay indígenas, hay gente” enseña un mestizo desde la pantalla. Otra voz nos dice: “Debemos reconocernos como gente, sin buscar etiquetas ni clasificaciones. Todos tenemos corazón, alma, vida, sueños, sentimientos y esperanzas”. Así, sin chipotes, sin diferencias, sin pleitos entre los sueños de unos y los de otros. Es lo mismo, todos somos mexicanos. 

¿Estamos preparados para reconocer nuestra diversidad, según se pregona en Hecho en México? Si prestamos atención al ejercicio discursivo que nos muestran, no. La diversidad también es reconocer diferencias, diferencias profundas y en momentos conflictivas. No el tramposo etiquetamiento enmascarado que propone el documental a través del reforzamiento de los clichés más socorridos de nuestro nacionalismo cultural: la Fiesta de Muertos, la Virgen de Guadalupe, la Lucha Libre, la Maternidad, el conflicto entre Machismo y Hembrismo... 

Este último segmento particularmente me incomodó. Probablemente ya estaba yo muy atropellada por la Caravana Incesante de Música, pero me pareció escuchar decir a Diego Luna que la resolución de los conflictos hombre-mujer (con todo y fronteras de género disueltas) se resuelve en el momento en el que uno tiene un hijo (¡a parir, madres latinas!). Sazonado por diálogos en albur entre Ponchito y Brozo sobre las relaciones hombre/mujer (sin homosexualismos, of course).
 
Este es un momento de inflexión en el discurso del filme. De bordar sobre la diferencia, la resistencia, el sistema de poder, se pasa a cantar loas al chiste y al rezo, al cambio meramente espiritual, a la acción individual y no articulada con los demás, “tú eres el director de tu propia película”. El discurso se torna inmovilista, conservador. Échale ganitas, la verdadera revolución está en ti y no en la demanda colectiva.
 
¿Qué es Mexicano? pregunta el documental, y al parecer podemos resumirnos en una superficie que refleja el encuentro entre MTV (o Rock 101) y El Laberinto de la Soledad.
Mi horror al terminar la proyección era tal que no pude callarme. Empecé a hilvanar ideas delante de los amigos, sin discreción y sin tacto. Una amiga me dijo que me calmara, que me dejara llevar... Y en eso radica mi horror: es tal el potencial musical, tal la espectacularidad, tal el bombardeo de estímulos visuales y auditivos que queda poco espacio para la reflexión. Ese es, dijeron hace ya muchas décadas Adorno y Horkheimer, el poder de la Industria Cultural. 

En la Industria Cultural no hay ideología más allá de la producción de los discursos necesarios a la reproducción de la hegemonía. Podemos meter en un mismo costal, en este momento tan crítico de la búsqueda de democracia y de transparencia en los medios, a connotadas personalidades de izquierda hablando desde la sinceridad de sus convicciones y editar sus dichos para mezclarlos con otros conservadores y serviles. Producir un espejo torcido que nos envíe un reflejo plácido y sin fracturas sobre nosotros mismos, autocomplaciente, sustentado en la auténtica creatividad musical que campea en este gran rancho llamado México, pero que elimine todo resabio de conflicto. Después de ver esto te dará envidia no ser mexicano, clama la publicidad. El chovinismo como reducto acotado de nuestro conformismo. 

Insisto: no me molesta que los productores sean Emilio Azcárraga y Bernardo Gómez. Ojalá dieran más dinero de sus bolsillo para visibilizar a los músicos tradicionales. Agradezco la mano técnica de Lynn Fainchtein que se nota en la espectacularidad de la producción musical. Me importa poco que el director, Duncan Bridgeman, no supiera mucho sobre México antes de emprender el proyecto. Lo que me deja sin aliento es la agenda que se intuye detrás del desfile de imágenes y sonidos del “verdadero México”. Por supuesto, el documental no va a generar millones en taquilla como ganancia. La ganancia, la simbólica, está en otro lado. En la reproducción de discursos. 

Que no se me malinterprete: creo en el potencial creativo de nuestros músicos, artesanos, artistas visuales, voladores de Papantla. Pero sí, retomando a Goffman, desconfío profundamente de la autoalabanza, del consenso producto de una representación que simplifica -sobre todo en estos momentos- lo que somos. 

"Todos son libres para bailar y para divertirse, así como —desde la neutralización histórica de la religión en adelante— son libres para afiliarse a una de las innumerables sectas. Pero la libertad en la elección de las ideologías, que refleja siempre la constricción económica, se revela en todos los sectores como libertad de lo siempre igual." Escalofríos da pensar que Adorno y Horkheimer lanzaron esta sentencia en 1944 y su eco todavía nos retumba. "Es el triunfo de la réclame en la industria cultural, la imitación forzada, por parte de los consumidores, de las mercancías culturales incluso neutralizadas en cuanto a su significado."

Hecho en México: Maldita manía de eliminar la complejidad , maldita trampa de vendernos la liebre de la “diversidad” para darnos el gato de la “identidad mexicana”. 



 

17 de septiembre de 2012

Intermedio

Desde este espacio denunciamos el hostigamiento del que está siendo objeto Rubén García Lara, ciudadano de Tlacotalpan y persona comprometida con el seguimiento a las obras impulsadas por el Ayuntamiento de la ciudad y que están afectando al patrimonio arquitectónico de la ciudad.

Hace unos días Rubén subió a su cuenta de facebook fotografías que muestran el estado de las calles de Tlacotalpan debido a las lluvias recientes. En algunas de las fotos, y debido al contexto de las fiestas patrias, aparece el Presidente Municipal caminando entre charcos, acompañando a la abanderada que hace el recorrido cívico.

Estas fotografías no dejan lugar a dudas sobre estas obras, sin permiso, sin estudios y de las cuales ya hemos hablado en el Observatorio. Afortunadamente un medio de comunicación digital, lasjaras.com.mx da cuenta de la movilización de los ciudadanos y deja en la red huella de estas imágenes. Afortunadamente, porque la cuenta de Rubén ha sido bloqueada y las fotografías eliminadas.

Nosotros también subimos estas fotos para que nuestros lectores constaten el estado de las calles de Tlacotalpan, nombrada en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1998 y que a pesar de ello sigue siendo presa de la mala planeación e insensibilidad con respecto a su valor.

Peor aún: cuando los ciudadanos se involucran y movilizan son sujetos a silencio forzado mediante el secuestro de su información.

Sinceramente esperamos que esto que ocurrió con la cuenta de Rubén en la red sea solamente un accidente, un error técnico. Pero nosotros no creemos en las casualidades.

Así que si estas acciones continúan y se reproducen en otras cuentas, espacios e información de los ciudadanos y simpatizantes de las demandas de transparencia y buena función pública en Tlacotalpan, hacemos responsables a las autoridades a quienes incomoda la manifestación ciudadana.

Todas las fotografías que mostramos a continuación fueron tomadas por Rubén García Lara, y desaparecidas el día de hoy junto con su cuenta en facebook.

Anotamos la dirección del grupo que se formó, entre el Observatorio Cultural Veracruz y los ciudadanos tlacotalpeños para denunciar este caso. Necesitamos del apoyo y ayuda de todos los ciudadanos, veracruzanos o no, interesados en una auténtica y social defensa del Patrimonio Cultural.

Tlacotalpan: ¿Patrimonio de la Humanidad en peligro?
https://www.facebook.com/groups/tlacotalpanworldheritage/
















10 de septiembre de 2012

Jovenazo, fusca y carrazo

La tarde del 7 de julio de este año, Juan Pablo Franzoni apuntó con una pistola, desde el balcón en altos del Restaurante Sumarento de Xalapa, a la manifestación que pasaba por la calle frente al local protestando por los resultados de la elección presidencial del 1º de julio. 

Este hecho, que Caterina Camastra ha estado rumiando desde entonces, nos parece ahora, en nuestro reino de la memoria corta, lejano como los días de la elección... Caterina propuso este texto a un medio de comunicación que le respondió que ya no era de interés. 

Nosotros entendemos la lógica de la inmediatez informativa. Y como afortunadamente esa inmediatez al Observatorio no le pesa, hemos decidido publicarlo nosotros dentro de este espacio que abrimos para presentar reflexiones sobre nuestro cotidiano y nuestra memoria y que inauguramos con el texto sobre el salinismo y el TLC.

¿Qué tiene que ver un personaje como el "Junior gatillero" con el análisis desde lo cultural?
Dice Caterina: "La situación que estamos viviendo, entre la impunidad generalizada y descarada, por un lado, y el apoteosis de la violencia como medio de afirmación, por el otro, es especialmente propicia a que este tipo de basuras salgan libre, descontrolada y peligrosamente a flote. Los que se sienten muy hombres por presumir una fusca en lo que tuercen la cara en una muequilla barata de duro de telenovela. Los de la mirada vacua detrás de los lentes de sol, los que creen que valen como seres humanos por su poder de amenaza y de adquisición."

En el Observatorio hemos tratado de hacer visible la relación existente entre pobreza simbólica, carencia de expectativas culturales, y violencia, autoritarismo, imposición. 

Pensemos en eso ahora que cierto estilo de poder, el del revolucionarismo que Salinas "modernizó" y dotó de camisas de diseñador y lentes oscuros, está de regreso. Y en Veracruz se siente. 
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Jovenazo, fusca y carrazo
Caterina Camastra


Siempre he pensado que una de las categorías humanas más dañinas, amén de insufribles, es el jovenazo en su carrazo. Me refiero al vástago de familia rica, o que tal quisiera ser, presumiendo su superior potencia a través de un vehículo del modelo más último que se pueda, con todos los cilindros que la tecnología de punta pueda meterle a un motor, manejando con cierto raudo desprecio hacia las normas de tránsito y consecuente peligro para todas las demás formas de vida que compartan o, peor, se atraviesen en su camino. También son peligrosos para sí mismos, aunque por lo visto no lo suficiente, quizás, como para librarnos del engorro de lidiar con su presencia.

A veces el jovenazo añade otro accessorio a las pruebas de su virilidad, es decir, una pistola, o fusca como se le conoce coloquialmente en México; tengo la impresión, según lo que he oído, que decir fusca llena la boca del aprendiz armígero y carga el objeto de connotaciones relativas, justamente, a la jactancia, el lucimiento, el poder y el amago, las que aquí nos incumben. Pablo Neruda alguna vez así habló de México “florido y espinudo”: “El México de aquel tiempo era más pistolista que pistolero. Había un culto al revólver, un fetichismo de la 'cuarenta y cinco'. Los pistolones salían a relucir constantemente [...] Era más fácil extraerle un diente a un mexicano que su queridísima arma de fuego”. Con el mismo tono ligero nos cuenta de cómo convenció a una reunión de poetas a desprenderse – temporalmente – de sus armas, “en nombre de la poesía y de la paz”. “Pienso que he sido el único poeta en cuyo honor se ha compuesto una antología de pistolas”, sigue sonriendo don Pablo.

Sin embargo, las imágenes de pistolas a las que aquí me refiero puede que sean tristemente folclóricas, mas sin duda bastante menos simpáticas que las que nos pinta el poeta en su diario de viaje. Será porque vienen desprovistas tanto de encanto literario, cuanto de la pátina reconfortante de la distancia cronológica y la estampita de costumbres nacionales. Recuerdo, una noche de hace algunos años, haber sido testigo al margen de una de estas exhibiciones. En alguna avenida de Xalapa, afuera de una tienda que por la hora nocturna ya solo despachaba por la ventanita, los jovenazos tripulantes de una camioneta de golpe y rumbo se liaron con algún batalloncito enemigo en alguna discusión intrascendente, de cuyo tema no quiero acordarme. Recuerdo, eso sí, uno de los valientes levantarse la camisa, dejando ver, entre barriguilla chelera y cinturón, la cacha de una pistola (perdón, fusca) atravesada en los pantalones. No recuerdo los rasgos del fulano, pero sí su expresión, una mueca torcida de presumida estupidez. No he olvidado en años la sensación de disgusto y pena ajena que me provocó esa expresión. Eres patético amén de imbécil, hubiera querido decirle al hombrecillo ese. No dije nada porque, como sea, una pistola es una pistola y no por estar en manos de un cretino es menos peligrosa, antes todo lo contrario.

Me he estado acordando mucho de esa anécdota porque recién he vuelto a ver la misma mueca, en esta foto:


Las fotos presentadas en este post han sido tomadas de la red. 






Lo conocemos, es Juan Pablo Franzoni Martínez, el “junior gatillero” como ha sido llamado, quien el pasado 7 de julio aventó desde un balcón una silla sobre una manifestación de protesta por el fraude electoral, y acto seguido amagó a los manifestantes con una pistola. Fue detenido, y nos ha gustado la otra foto,


Las fotos presentadas en este post han sido tomadas de la red.

donde se lo llevan con los pantalones bajados y la hombría hecha trizas; sin embargo, no está de más recordar que no ha pasado siquiera una noche en prisión y que salir libre le ha costado la ridiculez de 1,700 pesos. Franzoni está vinculado a la organización priísta Juventud Dinámica, que obviamente ha tratado de negarlo, sin mucha credibilidad que digamos (véase, por ejemplo, el análisis de Víctor Hernández publicado en el 5antuario.org).

Probablemente el hecho haya representado un fastidio, aunque menor, para el PRI ante la opinión pública, y chance hasta una regañiza, salpimentada con uno que otro codazo cómplice, le haya tocado al junior pistolista por parte de sus compas del partido. Sin embargo, mi punto – y preocupación y miedo – es otro. Franzoni no es de los enemigos inteligentes, pero eso no lo hace menos dañino. La situación que estamos viviendo, entre la impunidad generalizada y descarada, por un lado, y el apoteosis de la violencia como medio de afirmación, por el otro, es especialmente propicia a que este tipo de basuras salgan libre, descontrolada y peligrosamente a flote. Los que se sienten muy hombres por presumir una fusca en lo que tuercen la cara en una muequilla barata de duro de telenovela. Los de la mirada vacua detrás de los lentes de sol, los que creen que valen como seres humanos por su poder de amenaza y de adquisición – ignoro qué coche traiga nuestro gatillero, pero sospecho que no se trata de un modesto carrito o una camioneta vieja, y algo me dice que al volante no ha de ser un dechado de civismo. Franzoni representa una cultura y un modus operandi que, esos sí, son un peligro para México y para el mundo entero.

Recuerdo otra anécdota que me contó un amigo de Morelia, al preguntarle yo qué efectos reales y tangibles sobre su propia vida cotidiana tenía la situación de violencia ligada al narcotráfico en la ciudad. Me dijo mi amigo que había renunciado a salir a tomarse una cerveza, porque a los mismos bares van a divertirse los jóvenes sicarios, quienes por nada – o por diversión, justamente – sacan a relucir sus armas y alegremente disparan. No estamos hablando de ningún gran jefe de cártel, o ni siquiera de narcos rasos en – digamos – el desempeño de su chamba; de la misma manera, Franzoni no es ningún Chupacabras mayor, ningún Salinas de Gortari, vaya, ni siquiera un modesto Peña Nieto, o un pequeño funcionario en tareas de campaña o propaganda (tales como amagar a los votantes afuera de una casilla, por ejemplo). Estaba en un restaurante cuando sacó su fusca, justo como los jóvenes sicarios morelianos sacan las suyas en los bares de su ciudad. El machismo gatillero es peligroso en todos sus niveles, desde las cumbres de la estrategia hasta las simas de la sinrazón. No es que las mujeres sean inmunes a este tipo de actitudes; sin embargo, por cuestiones históricas y culturales, suelen lucir su estupidez de otras maneras. Festejando a esta clase de especímenes masculinos, por ejemplo, como la risueña acompañante de Franzoni en otra de las fotos de ese día.


Las fotos presentadas en este post han sido tomadas de la red.

¿Qué hacemos? Decirles a estos tipos cuán patéticos nos parecen y cuán miserable se nos figura su vida, aunque se antoje, no es una opción viable. Por lo pronto, hay que extremar precauciones y cuidarnos mucho los unos a los otros, en un ejercicio de comunidad en especial alerta. Más a largo plazo, hay que seguir trabajando en la promoción de actitudes y prácticas sociales que destierren el recio fantasma del México pistolista de nuestra vida cotidiana.

3 de septiembre de 2012

Intermedio

En este Intermedio queremos regresar sobre un tema que ya hemos tratado antes, que nos resulta particularmente doloroso y al que queremos darle visibilidad, ponerlo sobre la mesa, discutirlo, invitar a la gente a involucrarse, de forma especial y urgente a los habitantes de Tlacotalpan. 

Tlacotalpan (zocalo)
28 de noviembre de 2007
Autor: Atuszka

Este archivo se encuentra bajo la licencia Creative Commons Genérica de Atribución/Compartir-Igual 3.0


En 1998 Tlacotalpan fue inscrita en la lista del Patrimonio Mundial (World Heritage) de la UNESCO, lo que significa que para el Comité del Patrimonio Mundial la Zona de Monumentos Históricos de Tlacotalpan guarda en sí un valor universal excepcional.

Sin embargo, y pese a las buenas intenciones de preservación manifestadas por ciudadanos y autoridades, la ciudad sigue siendo presa de inundaciones que deterioran su infraestructura, de la falta de planeación adecuada para su desarrollo, de la insensibilidad de autoridades que confunden disfrute del patrimonio con turismo de masas, y -lo peor- de la indiferencia de ciertos sectores sociales respecto a su futuro.

La inscripción de Tlacotalpan en la lista de la UNESCO es un honor, pero también una responsabilidad, de autoridades y ciudadanía. 

Recorrido del Alcade Hilario Villegas por las obras acompañado por 
la representante del INAH y vecinos afectados.
Video subido a la red por lasjarasnoticias
 
En post posteriores trataremos este tema, dentro de nuestros textos sobre Patrimonio e Identidad. Por lo pronto, subimos algunas notas periodísticas y videos sobre los que actualmente está ocurriendo en Tlaco con las nuevas obras, que no -hasta últimas noticias- no cuentan con permisos por parte del INAH, lo que significa, claro y directo, que son violatorias de la normativa sobre los sitios patrimoniales.

En facebook algunos de los quejosos han abierto un grupo para socializar y discutir el problema. Quien deseé visitar el grupo acá encuentra la liga: 
https://www.facebook.com/groups/tlacotalpanworldheritage/  

Vecinos contra Hilario: quieren resuelva obra mal hecha. 27/08/12
www.lasjaras.com.mx 

Los Gobernados de Tlacotalpan se inconforman por obras inadecuadas. 28/08/12
www.gobernados.com
(la nota incluye la carta con firmas de los vecinos inconformes y fotos de las obras)

Encara Hilario a vecinos quejosos por obra mal hecha. 28/08/12
www.lasjaras.com.mx
(la nota incluye galería de fotografía y video del recorrido del Alcalde)

Obra de adoquinado en Tlacotalpan pone en riesgo su patrimonio cultural. 29/08/12
www.alcalorpolitico.com
(carta publicada por los vecinos)