26 de abril de 2010

Reflexiones sobre la Ley para el Desarrollo Cultural de Veracruz

Esta semana, Ahtziri Molina, miembro fundador del Observatorio, diserta sobre los puntos principales de la Ley para el Desarrollo Cultural de Veracruz, aprobada el pasado mes de marzo en el Congreso del Estado.
En el Observatorio aplaudimos la puesta en marcha de los mecanismos que sean necesarios para el fomento y desarrollo de la cultura y las artes. Pero también creemos necesario, con el fin de no caer en autocomplascencias estériles, vigilar de cerca los procesos bajo los cuales estos mecanismos son impulsados; y como sociedad civil, tenemos el deber de alentar la discusión sobre estos aparatos, sobre su eficacia y su pertinencia.
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El pasado 11 de marzo entró en vigor la Ley para el Desarrollo Cultural de Veracruz de Ignacio de la Llave. Según el Sistema de Información Cultural de CONACULTA, Veracruz es el onceavo estado del país que cuenta con leyes de cultura. Como se puede ver, el pensar a la cultura como un derecho y oportunidades para el desarrollo está en construcción a nivel nacional.

En esta entrega revisamos someramente algunos puntos sustantivos de esta ley, prestando especial atención a la ciudadanización que ella marca. Los temas principales de la ley son: el establecimiento del derecho de todos los ciudadanos a la cultura, la facultad que tanto ciudadanía como iniciativa privada tienen para proponer elementos de ordenamiento y coordinación de las tareas de las instituciones culturales, así como el reconocimiento de que Veracruz es un estado diverso organizacional y culturalmente, característica social que merece respeto y atención múltiple, con la finalidad de garantizar que las distintas culturas se realicen y conserven vigencia.

Esta ley establece como eje de acción el desarrollo cultural, y se entiende por éste la libre expresión de los productores culturales, así como la posibilidad de que sus producciones lleguen a distintos espacios y sean susceptibles de difusión en distintas circunstancias y formas, lo cual incluye el respeto a las formas comunitarias y el impulso a la iniciativa privada.

Además se crea la figura de trabajador cultural, en la cual se incluye a todas aquellas personas que realicen algún tipo de trabajo en este sector, incluyendo desde el tramoyista hasta el director del Instituto de Cultura. Este concepto genera el reconocimiento de que el sector cultural es mucho más amplio y diverso que los productores artísticos, que son quienes generalmente son más visibles. Lo anterior, no sólo permite que grupos como los promotores de lectura o tramoyistas sean incluidos, sino que también acoge a los promotores desde el sector privado.

Esta ley parte de una realidad insoslayable que es la falta de autonomía del sector cultural en la administración estatal. El día de hoy el sector cultural depende de dos secretarías: la de Turismo –de la cual depende el IVEC- y de la Secretaría de Educación –la cual se encarga de la educación artística y rige al COVAP y al Instituto de Lenguas Indígenas-. Esta situación busca ser remediada mediante la instalación del Sistema Estatal de Cultura en el cual se busca el acuerdo y conciliación de las diversas instituciones del sector cultural.

La creación de este Sistema Cultural es un elemento de arranque para la ciudadanización de la administración cultural del estado, y a falta de una procuraduría social será el único órgano consultivo donde la sociedad tenga injerencia directa. Lo anterior, resulta en una primera tarea de ciudadanización -que no en la conformación de un sistema cultural democrático-. Este aspecto se puede leer como un guiño a la ciudadanía.

Por otra parte, se genera una instancia oficial necesaria para el desarrollo sistemático de políticas culturales: el Observatorio para el Desarrollo Cultural. Esta instancia –que laborará desde el IVEC- busca recabar y sistematizar los indicadores culturales de todo el estado y así tener mayor sustento para la toma de decisiones.

Otro elemento de consideración es el referente a la organización de la educación artística, en el cual las tareas de formación y seguimiento quedan repartidas con carácter de obligatoriedad entre la SEV y el IVEC, la primera encargada de la formación en los niveles básicos, y al segundo se le encomiendan las tareas de formación continua y de profesionalización de los trabajadores culturales, con especial énfasis en los promotores y gestores culturales. Es importante también señalar que esta ley también establece que los funcionarios de cultura deben de ser profesionales del tema y tener experiencia en el ramo.

Esta ordenanza toca casi todos los elementos que el día de hoy se consideran fundamentales para pensar las políticas y acciones culturales. Sin embargo, como toda ley que entre en funciones y como tema cultural, esta ley es perfectible y necesariamente requiere ser revisada una vez que las prácticas realizadas dentro de este marco legal demuestren eficacia o falta de ella.

En la actualidad ya se detectan algunas omisiones, susceptibles de ser examinadas en un futuro cercano: debido a que existe una ley de patrimonio cultural no se toca este tema, sin embargo la ley estatal vigente requiere actualizaciones, para que sea mucho más viable cumplirla. Sin embargo, este rubro también está en función de la ley Federal de 1972, la cual hace tiempo demanda una revisión.

Por otra parte, han surgido voces que consideran que el apoyo a los productores artísticos no es claro y sobre todo aterrizado, en este sentido se ampliaran los modos en que se apoya a los productores; lo cual representa una conquista importante sería la seguridad social para los productores independientes.

Así también sería importante abrir la puerta a mayor número de miembros de la sociedad civil en la toma de decisiones en más instancias que el Sistema, además de que este organismo puede adquirir un perfil más autónomo del ejecutivo. El cual eventualmente pudiera redundar en la creación de una Secretaría de Cultura, para que el sector cultural no siga respondiendo dos amos –Turismo y Educación-, y tenga libertad de acción en sus decisiones y actividades.

Cabe mencionar que aunque ya entró en vigor, esta ley hoy es un conjunto de buenas intenciones pues aún faltan elementos para que su puesta en marcha sea incuestionable: la instalación del Sistema y la realización de los reglamentos correspondientes -elementos transitorios pero necesarios para su puesta en marcha. La puesta en marcha de estos mecanismos es vital para que los acuerdos ya alcanzados en la ley se realicen para el beneficio de todos los involucrados, especialmente del sector cultural y las audiencias cautivas y aquellas por generar.

Un tercer elemento imperante para el buen funcionamiento de esta ley consiste en lo siguiente: la ciudadanía debe conocer y demandar sus derechos para que la ley se convierta en realidad. Así pues, los exhortos son conocer la nueva ley, hacerla efectiva y participar en la convocatoria de la instalación del Sistema Estatal Cultural. La bola está en nuestra cancha, nos toca decidir si tomamos el esférico.

19 de abril de 2010

Intermedio


(Fruta Negra interpreta La Tarara de Federico García Lorca en el marco del coloquio)
Primer Coloquio Flamenco y Transmodernidad. Migraciones entre Literatura, Plástica, Música y Danza
Del Viernes 23 al domingo 25 de abril
Galería de Arte Contemporáneo.
Xalapeños Ilustres 135, Xalapa, México.

Viernes 23 de Abril
Ponencias:
16:00-17:00 hrs.
Claudia Domínguez Mejía. Ponencia: “Reflejos de nube alargada. Las nanas de Lorca”.
José Luis Martínez Suárez. Ponencia: “La estancia de los arcángeles en el Romancero Gitano”.
18:00- 19:30 hrs. Película “IBERIA” de Carlos Saura
19:30-20:00 hrs. Inauguración de la exposición plástica.
20:00-21:30 hrs. Espectáculo “Flamenco Vivo”

Sábado 24 de Abril
Ponencias:
18:00-19:30 hrs.
Roberto Gutiérrez Currás. Ponencia: Alrededor de la hoguera”
Mariana Viveros Ventura. Ponencia: “El flamenco de las mujeres”
Randia Escalante Cervera. Ponencia: “Flamenco y teatralidad”
Laura Jayme Barrientos. Ponencia: "Canto Lastimero" Analogía y encuentros entre Canción Cardenche y Cante Jondo.
20:00-21:30 hrs. Espectáculo “In-fusión flamenca”

Domingo 25 de Abril
Ponencias:
18:00-20:00 hrs.
Roberto Gutiérrez Currás. Ponencia: “La plástica de un poeta en Nueva York”.
Nidia Vincent Ortega. Ponencia: "Bodas de sangre entre Lorca y Saura: Ese cesar de sentir"
Pablo Alonso Herraiz. Ponencia: Vicente Escudero: El baile sólido.
Evento de clausura: 20:00-21:50 hrs.
20:00-20:20 hrs. Espectáculo “Callejón del suplicio”.
20:20-21:50 hrs. Concierto del dúo musical Fruta Negra “Ese filo, amor, ese filo”.

12 de abril de 2010

Africanidad cubanocentrada, cubanidad problemática

Continuando con el análisis de la construcción (o reconstrucción) de la africanidad en el repertorio simbólico de lo veracruzano, Kali Argyriadis nos regala un texto muy claridoso en el que aborda las claves de las cercanías y lejanías de la "hermandad" cubano-jarocha.

Kali, Doctora en Antropología, es cordinadora del programa RELITRANS (Transnacionalización religiosa de los países del sur, entre etnización y universalización) del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo (IRD - Francia) y miembro del programa MUSMOND (Musicalización, música y danzas) del Centro Nacional de Investigación Científica del Gobierno Francés a través de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Le agradecemos a Kali su participación y sabemos que no será la única ni la última...
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Desde hace aproximadamente quince años, varios artistas del Estado de Veracruz, en su mayoría desde la ciudad de Xalapa, se han insertado dentro del marco del movimiento de la “Tercera raíz”, proponiendo espectáculos, talleres de música y de danza, conferencias, y actividades diversas que son presentadas a menudo en festivales y fiestas locales. Comprometidos con la lucha por el reconocimiento de los aportes de la cultura africana en México buscan en sus obras crear un repertorio afromexicano propio, partiendo de la idea de que dicho repertorio se perdió o se invisibilizó y que hay que recrearlo.

Si bien para lograr dicho propósito se nutren también de otros repertorios como son la música indígena o “prehispánica”, el son jarocho o la música y danza de Guinea, Congo y Senegal, hasta ahora es el repertorio “afrocubano” (los ritmos de los tambores rituales de la santería y las danzas de orichas) donde han encontrado su fuente principal de inspiración.

Este énfasis no me parece casual. En efecto, la construcción identitaria jarocha, insiste claramente sobre la cualidad caribeña y más específicamente la “cubanidad” de la región. El discurso universitario valoriza y resalta los aportes migratorios y culturales cubanos en el Estado de Veracruz. Se subrayan los lazos que han unido por mucho tiempo los dos puertos (La Habana y Veracruz), “las dos orillas de un mismo mar mediterráneo” y refugios recíprocos de independentistas y revolucionarios de los dos países (García Díaz y Guerra Villaboy, 2002), o la noción de “Caribe afroandaluz” que los abarca a ambos (García de León, 1992). Ellos recuerdan, igualmente, la importancia de la influencia de la música cubana en el puerto, cuyos habitantes escuchaban la radio de la isla y se reapropiaron el danzón y el son. Esta visión, fundamentalmente histórica, contrasta con la realidad actual.

Sin embargo, ésta nutre una actitud muy frecuente entre los veracruzanos: mientras que los fenotipos asociados a la negritud permanecen estigmatizados, la referencia a un posible ancestro africano que permita hacerla explícita es frecuentemente “corregida” por la referencia a un ancestro cubano, cuya oscuridad de piel sería entonces aceptable. En efecto, se asocia sistemáticamente a los africanos traídos a México con la categoría “esclavos”, que nadie desea contar entre sus ascendientes. Al contrario, los inmigrantes cubanos gozan de cierto prestigio en el imaginario regional como artesanos, ingenieros, ganaderos, artistas y deportistas. Tal abundancia de abuelos cubanos es desmentida por los datos históricos, ya que la migración cubana de principios del siglo XX era numéricamente mínima; además, eran mayormente de piel clara – se trataban en gran medida de tabaqueros provenientes de la región de Pinar del Río, ellos mismos originarios de las Islas Canarias (García Díaz, 2002).

La reiterada asimilación de los veracruzanos a los “cubanos”, lo que J. A. Flores Martos define como el gusto por “travestirse de lo mismo” (2004: 391) y que es enfatizada para insistir sobre la especificidad de los jarochos (bullangueros, hospitaleros, risueños...), cubre en realidad una ambigüedad: si la cubanidad es valorizada a través del imaginario positivo que arrastra (sensualidad, elegancia, aptitudes por las artes y la fiesta, cultura, valentía), en realidad los cubanos que residen en Veracruz y en particular en el Puerto donde pude observar dicho fenómeno, son víctimas de actitudes xenófobas, y esto cualquiera que sea el color de su piel. Al estereotipo positivo responde un estereotipo muy negativo (lujuria, exhibicionismo, engaño, violencia), mismo que es asociado a las clases sociales marginales en el imaginario porteño. La cubanidad, entonces, es percibida como peligrosa y contaminante (Flores Martos, 2004: 266; 406).

La profunda incomprensión y desprecio mutuo que suele a veces nutrir las relaciones entre cubanos y veracruzanos se vuelve palpable sobre todo en cuanto a su relación a África: en el caso de los primeros, fuente de orgullo y matriz de su identidad cultural nacional, en el caso de los segundos fuente de vergüenza(1) expresada por el miedo (los “morenos” serían más violentos), el asco (“negro feo”) o el paternalismo (“¡qué graciosita morenita!”). Existe también en Veracruz una representación de los “morenos” que asocia los mismos a las clases sociales más bajas: los habitantes de las “colonias” y de los “ranchos”, en general todas aquellas personas que trabajan duro bajo el sol y se desplazan a pie.

Por lo tanto, cuando llegan cubanos de la Isla o del Distrito Federal para prestar sus servicios como artistas o como santeros (ambas funciones siendo a menudo totalmente complementarias), surgen severos conflictos o rencores duraderos. Quiero citar aquí dos anécdotas. La primera concierne el caso de una espiritista santera veracruzana que solicitó hace unos años la ayuda de un babalao (sacerdote del sistema de adivinación ifá) cubano para realizar los sacrificios necesarios a la ceremonia fúnebre de su madre, presentándolo a los fieles de su templo como “un negrito que viene para hacerme el ritual”. El “negrito”, además de su impresionante estatura, resultaba ser diplomado del Instituto Superior de Arte, coreógrafo del Ballet de la televisión cubana y miembro de la prestigiosa Unión de Escritores y Artistas Cubanos. Después de realizar la ceremonia, bromeando a la gente que permanecía temerosamente apartada en el momento crucial del sacrificio del gallo (“esto no hace nada, ¿pa’ qué tanto espanto?”), decidió no regresar a esa casa, formulando su disgusto con una expresión despreciativa muy común en Cuba para describir a los ignorantes en general y a los mexicanos en particular: “esa gente son indios”. De cierta forma, se puede decir que ambos herederos del sistema colonial y esclavista, se insultan y se desprestigian mutuamente usando sus respectivos estigmas comunes: “negros”, “indios”, en definitiva no-europeos y de supuesta clase baja.

En otro contexto, artístico esta vez, se produjo un intercambio similar. En esta ocasión, para el carnaval 2008 estaba invitado el famoso grupo cubano de salsa y latin-jazz, NG la Banda. El director de la orquesta, poco satisfecho con la ubicación del escenario (en una calle del centro y no en el gran escenario del malecón), intentaba además perfeccionar los arreglos del sonido. Algunos borrachos locales empezaron a gritarle: “¡Dale, pinche cubano, tócale!”. En reacción a lo que para él era una grave falta de respeto, se dirigió al público en tono sarcástico: “Vinimos a traer cultura, el pueblo de Veracruz se lo merece”. Para ilustrar su propósito, desarrolló posteriormente todo un discurso sobre las raíces africanas de Veracruz, cantando algunos de sus canciones relacionadas con la santería (“¿conocen a la religión cubana?”), pidiendo a los santeros presentes que se manifestaran (sin obtener más reacciones que la de los borrachos burlones). Terminó exigiendo más tiempo, vengándose de los organizadores y de los técnicos del evento, tachados de incompetentes: “El pueblo es el que manda. Ustedes se creen que el que manda en Cuba es Fidel, no, ¡el pueblo es el que manda! ¿Qué quiere el pueblo, que sigamos? Entonces voy a seguir hasta que me de la gana”. En otros términos, desde su punto de vista, dio una lección magistral al público veracruzano: orgullo de tener raíces africanas, orgullo de tener cultura, orgullo de ser revolucionario, en fin, orgullo de ser cubano. Lección a la cual los veracruzanos contestan con este tipo de respuesta: “A él no le servirá de nada tanto estudio porque acabará como todos los comunistas de Cuba, tocando por unas miserias”; “Pinche cubano jodido”. En definitiva, aquí estamos ya muy lejos del ideal de “pueblos hermanos” clamado por los universitarios de ambos países.

Estas anécdotas ilustran para mí el gran desfase que existe por el momento entre un discurso universitario y/o artístico militante, el cual intenta enfatizar y glorificar la africanía o más bien la cubanía de la identidad jarocha, y el discurso común del resto de la población. Reflejan también la complejidad de una relación a África que está todavía lejos de ser internada o deseada, y de una relación a Cuba incómoda por demasiado cercana, que pone en peligro la especificidad de las partes. Por un lado, la santería y su repertorio son utilizados para inyectar o inocular (Hoffmann, 2005: 139) signos y elementos culturales “afro” que permiten crear una identidad afro-jarocha propia, cuyo carácter africano demasiado exótico es neutralizado por su carácter cubano, más familiar y tolerable. Por el otro lado, el rechazo, cuando se hace presente, se expresa precisamente en términos racistas que asimilan a los cubanos con los “morenos” y con las clases marginales locales, mismas que son designadas en Veracruz por el – complejísimo y ambiguo – término “raza”.


(1)Existen por supuesto discursos de protesta en contra de estos prejuicios. Pero la argumentación traduce la internalización de los mismos. Así una señora mayor, de extracción humilde, cuyo color de piel es llamado “moreno” en Veracruz (en Cuba sería calificada de “mulata clara”), expresa de la siguiente manera su indignación frente a la actitud despreciativa de los suegros de su hijo: “Seré gente corriente, de raza prieta y esclava, pero tengo mi orgullo”.


FLORES MARTOS, Juan Antonio, 2004, Portales de múcara. Una etnografía del puerto de Veracruz, Xalapa, Universidad Veracruzana.

GARCÍA DE LEÓN, Antonio (1992), “El Caribe Afro-andaluz: permanencias de una civilización popular”, en La Jornada Semanal, 12 de enero, pp. 27-33.

GARCÍA DÍAZ, Bernardo, 2002, « La migración cubana a Veracruz 1870-1910 », in La Habana / Veracruz, Veracruz / La Habana, las dos orillas, García Díaz, Bernardo, Guerra Vilaboy, Sergio (coord.), México, Universidad veracruzana, p. 297-319.

GARCÍA DÍAZ, Bernardo y Sergio GUERRA VILABOY (coords.) (2002), La Habana / Veracruz, Veracruz / La Habana, las dos orillas, México, Universidad veracruzana.

HOFFMANN, Odile, 2005, « Renaissance des études afromexicaines et productions de nouvelles identités ethniques », Journal de la société des américanistes, n° 91-2, p. 123-152.

5 de abril de 2010

Intermedio


En el video, músicos y danzantes del proyecto Wontanara de Xalapa presentan diversos ritmos de África Occidental (tiriba, sorsonet, dununba) en un encuentro realizado en el Foro Cultural El Escondrijo en 2007.
http://www.danza-africana.com/