Esta semana inician los festejos de la Candelaria en Tlacotalpan, y Gilberto Gutiérrez, fundador y director del Grupo Mono Blanco, nos ha pedido espacio para publicar en este momento un texto en el que reflexiona sobre lo ocurrido en los últimos años con los festejos y el Encuentro de Jaraneros.
No es un dato desconocido para quienes conocen de cerca el medio jaranero que el Encuentro ha pasado por difíciles momentos. Que la organización se ha visto cuestionada. Que algunos grupos, entre ellos Mono Blanco, han renunciado públicamente a seguirse presentando en ese espacio.
Es por ello que en el Observatorio hemos decidido abrir el Intermedio correspondiente a esta semana al texto de Gilberto, aun si este escrito debería de publicarse en las semanas dedicadas al análisis y no en un mero Intermedio. Pero los tiempos son los tiempos, la coyuntura precisa, y ahora es el momento de dar paso a las voces que intentan poner sobre la mesa un tema de discusión que creemos mucho se ha soslayado.
El debate está abierto.
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Tlacotalpan
y los jaraneros
Gilberto Gutiérrez
En
1979, desde la colonia Mixcoac en la ciudad de México, ya fundado
el grupo Mono Blanco, escuchábamos la transmisión del Primer
Concurso de Jaraneros en Tlacotalpan, en el marco de las fiestas de
La Candelaria.
Escuchamos a Andrés Alfonso en dueto con Antonio García de León y al Conjunto Tlacotalpan de Andrés Aguirre “Vízcola” entre otros músicos. Los primeros tenían los pies en el son tradicional y bien tocado, los segundos estaban ya en el terreno de lo comercial. En ese tiempo en Tlacotalpan, desde hacía mucho, no había fandangos.
Yo conocía a Don Vízcola, como se le conocía, porque viví en Tlacotalpan de los siete a los quince años. A Don Andrés Alfonso lo conocía de nombre, porque fue un hombre de fama, quizá el músico mas exitoso de su tiempo: lo entrevistaba Jacobo Zabludovzky, viajaba con el ballet de Amalia Hernández, fue a Japón con su grupo y acompañó a presidentes y gobernadores a eventos importantes. A Antonio García de León lo conocía por el disco Sones Jarochos de la serie de música mexicana de INAH y que contiene el celebre fandanguito con las Décimas de Arcadio Hidalgo.
Ese mismo año de 1979 se sentaron las bases para que en enero de 1980 naciéramos como Don Arcadio Hidalgo y El Grupo Mono Blanco. Dos semanas de enero las pasamos de gira en el norte de la república y el 31 de enero llegamos al Segundo Concurso de Jaraneros en Tlacotalpan. Ese año destacaron Andrés Vega con su hijo Tereso y su compadre Lucas Palacio, y Don Talí Rodríguez y sus hijos. Estos últimos a la postre, muy merecidamente, ganadores.
Don Arcadio se llevó el primer lugar del premio para decimeros y le recomendaron que el año próximo viniera “con su gente”. El jurado no entendió el concepto Don Arcadio Hidalgo y el grupo Mono Blanco, esa formación un tanto ecléctica: dos jóvenes jarochos, un mexiconorteamericano y un veterano de la talla de Don Arcadio; para los organizadores suponía un abuso del grupo sobre Don Arcadio. Arcadio respondió: ahora esta es mi gente. Por nosotros, Mono Blanco, el tiempo habla.
Atinadamente los organizadores del evento se dieron cuenta de que el formato de concurso no funcionaba. A partir del tercer año se tranformó en el “Encuentro de Jaraneros en Tlacotalpan”. Desde entonces participamos, con trabajo propositivo, durante aquellos años en que se tocaban tres sones por día. Así que preparábamos a conciencia los nueve sones que habríamos de tocar. La organización física recaía en el personal de Radio Educación, en Humberto Aguirre Tinoco, y colaborábamos integrantes de varios grupos. De esta manera se repartía el trabajo y consensuadamente se tomaban las decisiones sobre la dinámica escenica.
En aquel tiempo, se daba una gratificación a cada músico y versador participante, para que con ello resolviera su hospedaje, transporte y alimentación.
En 1987 entró en escena el IVEC, al que me integré para continuar, desde la institución, el trabajo que veníamos realizando desde años atrás. Eso permitió que al año siguiente se doblara la cantidad que se entregaba a cada músico que participaba en el encuentro.
Escuchamos a Andrés Alfonso en dueto con Antonio García de León y al Conjunto Tlacotalpan de Andrés Aguirre “Vízcola” entre otros músicos. Los primeros tenían los pies en el son tradicional y bien tocado, los segundos estaban ya en el terreno de lo comercial. En ese tiempo en Tlacotalpan, desde hacía mucho, no había fandangos.
Yo conocía a Don Vízcola, como se le conocía, porque viví en Tlacotalpan de los siete a los quince años. A Don Andrés Alfonso lo conocía de nombre, porque fue un hombre de fama, quizá el músico mas exitoso de su tiempo: lo entrevistaba Jacobo Zabludovzky, viajaba con el ballet de Amalia Hernández, fue a Japón con su grupo y acompañó a presidentes y gobernadores a eventos importantes. A Antonio García de León lo conocía por el disco Sones Jarochos de la serie de música mexicana de INAH y que contiene el celebre fandanguito con las Décimas de Arcadio Hidalgo.
Ese mismo año de 1979 se sentaron las bases para que en enero de 1980 naciéramos como Don Arcadio Hidalgo y El Grupo Mono Blanco. Dos semanas de enero las pasamos de gira en el norte de la república y el 31 de enero llegamos al Segundo Concurso de Jaraneros en Tlacotalpan. Ese año destacaron Andrés Vega con su hijo Tereso y su compadre Lucas Palacio, y Don Talí Rodríguez y sus hijos. Estos últimos a la postre, muy merecidamente, ganadores.
Don Arcadio se llevó el primer lugar del premio para decimeros y le recomendaron que el año próximo viniera “con su gente”. El jurado no entendió el concepto Don Arcadio Hidalgo y el grupo Mono Blanco, esa formación un tanto ecléctica: dos jóvenes jarochos, un mexiconorteamericano y un veterano de la talla de Don Arcadio; para los organizadores suponía un abuso del grupo sobre Don Arcadio. Arcadio respondió: ahora esta es mi gente. Por nosotros, Mono Blanco, el tiempo habla.
Atinadamente los organizadores del evento se dieron cuenta de que el formato de concurso no funcionaba. A partir del tercer año se tranformó en el “Encuentro de Jaraneros en Tlacotalpan”. Desde entonces participamos, con trabajo propositivo, durante aquellos años en que se tocaban tres sones por día. Así que preparábamos a conciencia los nueve sones que habríamos de tocar. La organización física recaía en el personal de Radio Educación, en Humberto Aguirre Tinoco, y colaborábamos integrantes de varios grupos. De esta manera se repartía el trabajo y consensuadamente se tomaban las decisiones sobre la dinámica escenica.
En aquel tiempo, se daba una gratificación a cada músico y versador participante, para que con ello resolviera su hospedaje, transporte y alimentación.
En 1987 entró en escena el IVEC, al que me integré para continuar, desde la institución, el trabajo que veníamos realizando desde años atrás. Eso permitió que al año siguiente se doblara la cantidad que se entregaba a cada músico que participaba en el encuentro.
Y
yo tuve una parte mas activa en la organización del encuentro.
Fueron años en los que más músicos campesinos, vaqueros y ribereños se acercaron al encuentro. Recuerdo con especial atención el grupo Son de Santiago, con Juan Zapata, Isaac Quezada, Cartuchito y Trujillo; tocaban un son de altura artística, sólo música, porque no traían cantador. Por ahí desfilaron músicos de gran conocimiento sonero. Aparecieron muchos músicos, que retomaron el instrumento y el canto, y regresaron los aficionados al zapateado.
Mono Blanco era en ese momento el único grupo que llegaba con una propuesta. Éramos el único grupo que podía foguearse en el escenario y tocar diariamente juntos por varios meses al año; aparecíamos con sones caídos en desuso y sones poco tocados. Además, con versada nueva.
Éramos profesionales, pero reivindicábamos el son como arte comunitario y compartíamos conocimientos del son con esa comunidad y aprendíamos del mismo son en varias regiones. El Encuentro de Jaraneros funcionaba como un espacio formativo para los músico y para el público.
Para entonces el arquitecto Aguirre Tinoco se había retirado de la organización y faltaban representantes tlacotalpeños en aquel colectivo que de buena voluntad trabajaban para el Encuentro.
Se realizó una junta con el Grupo Siquisirí, representantes, entonces, de “el movimiento” en Tlacotalpan. Se acordó con ellos conformar la asociación “Amigos del Son A.C.”. En aquel Siquisirí destacaban el Dr. Rodrigo Gutiérrez Castellanos y Don Guillermo Cházaro Lagos, hombres de liderazgo cultural y relacionados con el poder político. Con el paso de los años muchos músicos, jóvenes y mayores, han pasado por El Grupo Siquisirí, pero es Diego López el referente principal del grupo, y quien con el tiempo ha devenido referente del encuentro.
Cuando volvimos al año siguiente encontramos la sorpresa que la asociación se había transformado en Siquisirí A.C., y ya con ese logo se entregaron diplomas.
En 1995 Rafael Arías, entonces director del IVEC, y Siquisirí A.C. decidieron dejar fuera de la organización del Encuentro a Radio Educación, fundadora del encuentro y responsable de la dimensión nacional que alcanzó el mismo. La mayor parte de los soneros involucrados en el Encuentro protestamos mediante una carta enviada al IVEC. No hubo marcha atrás. A partir de entonces Siquisirí A.C., y más claramente ahora Diego López, decidieron que el encuentro les pertenecía.
Hace muchos años Mono Blanco dejó de asistir al Encuentro dado este alejamiento de su origen e intenciones primeras, y porque no se ha adecuado al crecimiento, en cantidad y en calidad, del movimiento cultural jarocho.
En 2005 iniciamos los “Fandangos Escénicos” en el barrio de San Miguel y después de trabajar duro la plaza prendió. Nos propusimos responsabilizar del fandango a un grupo por una hora, y en una enorme tarima se zapateaba, de tal manera que el público asistente podía ver el fandango y escuchar bien la música del grupo con el zapateo integrado. Los músicos libres se agregaban al grupo que tocaba sin afectar el liderazgo de éste.
Al año siguiente el grupo Siquisirí decidió tomar la plaza y con apoyo policiaco nos desplazaron. Las razones las explicó claramente Don Fallo Figueroa, integrante de Siquisirí, al periodista de Los Angeles Times que cubrió el evento. Para ellos se trataba de un asunto de intereses.
Pienso que los problemas del mundo empiezan cuando la persona deja de pensar en el bien común y trabaja para su bien particular. Ese pensamiento es el que desgarra a nuestra nación. Ese pensamiento es el que lamentablemente priva ahora en el Encuentro y es la causa principal por la que no deseamos participar en él, porque participar sería caer en la incongruencia de traicionar nuestro origen cultural, nuestro origen como nación, la incongruencia de traicionar el ejercicio democrático del fandango que es incluyente, multigeneracional y sin distingo de clase. En la incongruencia de actuar de forma contraria a lo que públicamente decimos que queremos para nuestra patria.
Cómo soslayar que según los designios de los organizadores del Encuentro algunos duermen en cama y otros en el suelo. Resulta más doloroso cuando los que duermen en el suelo son los viejos, de quienes mucho se vanaglorian aquellos que horas antes entregaron premios.
El colmo fue entregarle el año pasado una medalla a Don Higinio Tadeo y luego mandarlo a dormir en el suelo a sus 92 años de edad.
No sé qué destino tenga el Encuentro de Jaraneros y Decimistas. Sé que perdió la oportunidad de devenir el gran festival del son que debió de ser. El festival donde se presentarían en tres días lo tradicional campirano, de lo poco queda, y lo que trasciende, tradicional o experimental de los grupos profesionales, jóvenes y veteranos.
La historia nos demuestra que somos un pueblo dado a aguantar que nos den con la misma vara. El Encuentro, ejemplo de ello, repite en pequeño todos los vicios del Estado Mexicano. Ahora nos encontramos ante nuevos riesgos, con la explotación que de la cultura quieren hacer los gobernantes en beneficio de un turismo voraz, pero eso merece otra nota.
Gilberto Gutiérrez Silva
Fueron años en los que más músicos campesinos, vaqueros y ribereños se acercaron al encuentro. Recuerdo con especial atención el grupo Son de Santiago, con Juan Zapata, Isaac Quezada, Cartuchito y Trujillo; tocaban un son de altura artística, sólo música, porque no traían cantador. Por ahí desfilaron músicos de gran conocimiento sonero. Aparecieron muchos músicos, que retomaron el instrumento y el canto, y regresaron los aficionados al zapateado.
Mono Blanco era en ese momento el único grupo que llegaba con una propuesta. Éramos el único grupo que podía foguearse en el escenario y tocar diariamente juntos por varios meses al año; aparecíamos con sones caídos en desuso y sones poco tocados. Además, con versada nueva.
Éramos profesionales, pero reivindicábamos el son como arte comunitario y compartíamos conocimientos del son con esa comunidad y aprendíamos del mismo son en varias regiones. El Encuentro de Jaraneros funcionaba como un espacio formativo para los músico y para el público.
Para entonces el arquitecto Aguirre Tinoco se había retirado de la organización y faltaban representantes tlacotalpeños en aquel colectivo que de buena voluntad trabajaban para el Encuentro.
Se realizó una junta con el Grupo Siquisirí, representantes, entonces, de “el movimiento” en Tlacotalpan. Se acordó con ellos conformar la asociación “Amigos del Son A.C.”. En aquel Siquisirí destacaban el Dr. Rodrigo Gutiérrez Castellanos y Don Guillermo Cházaro Lagos, hombres de liderazgo cultural y relacionados con el poder político. Con el paso de los años muchos músicos, jóvenes y mayores, han pasado por El Grupo Siquisirí, pero es Diego López el referente principal del grupo, y quien con el tiempo ha devenido referente del encuentro.
Cuando volvimos al año siguiente encontramos la sorpresa que la asociación se había transformado en Siquisirí A.C., y ya con ese logo se entregaron diplomas.
En 1995 Rafael Arías, entonces director del IVEC, y Siquisirí A.C. decidieron dejar fuera de la organización del Encuentro a Radio Educación, fundadora del encuentro y responsable de la dimensión nacional que alcanzó el mismo. La mayor parte de los soneros involucrados en el Encuentro protestamos mediante una carta enviada al IVEC. No hubo marcha atrás. A partir de entonces Siquisirí A.C., y más claramente ahora Diego López, decidieron que el encuentro les pertenecía.
Hace muchos años Mono Blanco dejó de asistir al Encuentro dado este alejamiento de su origen e intenciones primeras, y porque no se ha adecuado al crecimiento, en cantidad y en calidad, del movimiento cultural jarocho.
En 2005 iniciamos los “Fandangos Escénicos” en el barrio de San Miguel y después de trabajar duro la plaza prendió. Nos propusimos responsabilizar del fandango a un grupo por una hora, y en una enorme tarima se zapateaba, de tal manera que el público asistente podía ver el fandango y escuchar bien la música del grupo con el zapateo integrado. Los músicos libres se agregaban al grupo que tocaba sin afectar el liderazgo de éste.
Al año siguiente el grupo Siquisirí decidió tomar la plaza y con apoyo policiaco nos desplazaron. Las razones las explicó claramente Don Fallo Figueroa, integrante de Siquisirí, al periodista de Los Angeles Times que cubrió el evento. Para ellos se trataba de un asunto de intereses.
Pienso que los problemas del mundo empiezan cuando la persona deja de pensar en el bien común y trabaja para su bien particular. Ese pensamiento es el que desgarra a nuestra nación. Ese pensamiento es el que lamentablemente priva ahora en el Encuentro y es la causa principal por la que no deseamos participar en él, porque participar sería caer en la incongruencia de traicionar nuestro origen cultural, nuestro origen como nación, la incongruencia de traicionar el ejercicio democrático del fandango que es incluyente, multigeneracional y sin distingo de clase. En la incongruencia de actuar de forma contraria a lo que públicamente decimos que queremos para nuestra patria.
Cómo soslayar que según los designios de los organizadores del Encuentro algunos duermen en cama y otros en el suelo. Resulta más doloroso cuando los que duermen en el suelo son los viejos, de quienes mucho se vanaglorian aquellos que horas antes entregaron premios.
El colmo fue entregarle el año pasado una medalla a Don Higinio Tadeo y luego mandarlo a dormir en el suelo a sus 92 años de edad.
No sé qué destino tenga el Encuentro de Jaraneros y Decimistas. Sé que perdió la oportunidad de devenir el gran festival del son que debió de ser. El festival donde se presentarían en tres días lo tradicional campirano, de lo poco queda, y lo que trasciende, tradicional o experimental de los grupos profesionales, jóvenes y veteranos.
La historia nos demuestra que somos un pueblo dado a aguantar que nos den con la misma vara. El Encuentro, ejemplo de ello, repite en pequeño todos los vicios del Estado Mexicano. Ahora nos encontramos ante nuevos riesgos, con la explotación que de la cultura quieren hacer los gobernantes en beneficio de un turismo voraz, pero eso merece otra nota.
Gilberto Gutiérrez Silva
Director
del Grupo Mono Blanco