30 de julio de 2012

Recuperemos memoria: EL TLCAN Y LA POLÍTICA SALINISTA III

Continuamos esta semana con el texto de Irene Álvarez Rodríguez "¿La salida del laberinto? El TLCAN y la política salinista". 

Recuperemos memoria.
Está a la vuelta de la esquina un pasado reciente que nos observa.

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¿LA SALIDA DEL LABERINTO? EL TLCAN Y LA POLÍTICA SALINISTA
(Tercera de cinco partes)
Irene Álvarez R.


IV. EL TRATADO. EXPECTATIVAS Y RESULTADOS.

Las expectativas fueron altas: los mexicanos, quizá contagiados por el optimismo presidencial, esperábamos un acercamiento sustancial en relación a Estados Unidos y Canadá en términos de desarrollo. También se pensaba en una cierta cooperación entre los países, en convergencia económica, en una mejor distribución del ingreso… en fin, había un ambiente medianamente positivo ¿se daría vuelta a la página?, ¿Se dejarían atrás las crisis económicas, las devaluaciones? ¿Cambiaríamos el defenderé el peso como un perro por export goods, not people? Ciertamente este sentimiento de estamos-en-la-antesala-de-la-modernidad estaba acompañado de un, modesto pero siempre bienvenido, crecimiento económico, el cual acreditaba a Salinas como el perfecto Virgilio que nos ayudaría a atravesar el purgatorio de economías emergentes para llegar al paraíso del pleno desarrollo.

Con un crecimiento promedio de 3% anual y per capita constante durante el periodo presidencial, parecía que la inflación, por fin, estaba controlada. La impresión de la ciudadanía era que la economía nacional se estaba normalizando y que las mejoras continuarían [Centeno, 1997: 3].

Efectivamente, tras firmarse el TLCAN y entrar en vigor las exportaciones se vieron muy fortalecidas. Según Jaime Ros, el crecimiento de las exportaciones "aumentó de una tasa de 5.8% al año en el período 1982-1993 a una de 11.1% entre 1993 y 2005" [Ros, 2008 : 540]. Asimismo, las exportaciones e importaciones "se expandieron a tal grado que el total combinado como proporción del PIB aumentó de 27% en promedio en el período 1982-1984 a cerca de 60% en 2001-2005"[Ros, 2008 : 540]. Mas, ese fortalecimiento del comercio internacional no ha sido capaz de mejorar considerable y consistentemente la economía nacional.

Lo que deseo señalar es que aunque muchos de los objetivos principales planteados en el TLCAN se cumplen –se atrae inversión extranjera y se refuerza al sector exportador—, estos beneficios no se replican como crecimiento general y sostenido, ni con alzas significativas en las tasas de ocupación. Es difícil decir cuáles han sido las causas de esta falta de impacto, algunos analistas sostienen que quizás parte de la problemática esté vinculada con el hecho de que las manufacturas tengan, en realidad, poco contenido mexicano: "[c]recen dichas exportaciones exponencialmente pero están desconectadas de las cadenas productivas mexicanas y por ello no jalan tras de sí al resto de la economía, ni generan empleo indirecto" [Arroyo, 2001: 6].

Maurer apunta que uno de los grandes defectos del TLCAN es que pretende suplir la inversión doméstica con inversión extranjera, lo cual genera un lento crecimiento en lo tocante a bienes no-comercializables, así como un alza en sus precios. También establece que ciertos sectores importantes como el de la educación o el sistema financiero no experimentaron ninguna clase de reforma o redireccionamiento. Lo que queda claro es que el acuerdo estaba lejos de ser integral: la inversión parecía concentrarse en la industria manufacturera, no había un involucramiento de parte de muchos de los sectores, ni se estaban generando las condiciones para producir más oportunidades de empleo o trabajos mejor remunerados.

A pesar de que el crecimiento de la economía es notorio desde la implementación del TLCAN en el año de 1994, muy probablemente por el dinamismo en las exportaciones, este crecimiento es muy desigual: no involucra a todos los sectores de la economía. Sectores como el de transportes y comunicaciones, industria eléctrica, servicios financieros y por supuesto la industria manufacturera muestran altas tasas de crecimiento; mientras que sectores ligados al mercado interno, tales como la agricultura o la industria de la construcción registraron un crecimiento más bien pobre [Arroyo, 2001: 15] (1). Esto hace ver que quizá uno de las debilidades del TLCAN es que descuida la inversión doméstica y que la manufactura de los productos mexicanos incluye a sectores muy acotados y no requiere un nivel alto de especialización –lo cual implicaría la no-reestructuración del sector educativo, quizá la poca generación de empleos y el alza mínima en los salarios.

Los ciudadanos esperábamos que nuestro calvo Virgilio nos llevara a un lugar que dejara atrás los desastres económicos y políticos que habían antecedido al gobierno del momento: esta vez sí podría haber crecimiento y baja inflación… lo cierto es que esta aparentemente afortunada conjunción –crecimiento del 3% per capita y anual consistente durante el sexenio y una inflación controlada— junto con un tratado que prometía más cosas que un enamorado no desembocaron en muchos más empleos y mejor remunerados –hay que recordar justamente uno de los argumentos para atraer la inversión estaba fincado en la mano de obra barata— o en un crecimiento sostenido (2).
(CONTINUARÁ)

NOTAS 
(1) Para el año 2000, la agricultura estaba en el último lugar de crecimiento ya que "sólo creció en siete años 14% y se perdieron 1,782,068 empleos agropecuarios. Es el mismo caso el de la industria de la construcción que sólo creció en el período 14%.30 Las ventas en el mercado interno en abril de 2001 son 6.4% menores que en 1994, pero llegaron en 1996 a estar 22.8% abajo. Además, las ventas en las tiendas de abarrotes, donde compra la gente más pobre en abril de 2001, son 21.2% menores que en 1994.31 Sólo han mejorado las ventas a los sectores de altos ingresos." [Arroyo, 2000: 15].

(2) Se crearon un millón de empleos durante el sexenio. Una cuarta parte de los que se necesitaban. La idea de atraer inversión-mantener la paridad peso y dólar-invertir en empresas productivas tenía más complicaciones de las que presentaba en primera instancia. Este esquema condujo a un peso sobrevaluado, a una reducción del presupuesto público, a un consumo excesivo de bienes importados, empobrecimiento de un campesinado incapaz de competir con la industria agroindustria estadounidense y puso a la economía mexicana a merced de los mercados de capital externos. Igualmente, un punto fundamental en el esquema de acción del TLCAN fue obviado: el nuevo capital no se invirtió en empresas productivas sino en especulación bursátil: la inversión nacional siguió a la baja [Centeno, 1997: 4].

23 de julio de 2012

Intermedio

En el Observatorio hemos tratado en varias ocasiones el complejo problema de las tradiciones.

En Teocelo, Veracruz, el Alcalde Cristian Horacio Teczon Viccon junto con los ediles del Ayuntamiento firmaron este 16 de julio en sesión de cabildo el acta que prohibe totalmente la celebración de eventos ligados a cualquier forma de tauromaquia en la que se maltrate animales (corridas, encierros, "pamplonadas").

Ya en febrero de este año, el alcalde había anunciado la suspensión de la "tradicional vaquillada" que se organizaba para las dos fiestas mayores de la localidad, El Santo Entierro en enero y La Asunción en agosto. Declaró en ese momento Teczon Viccon: "No brindaremos apoyo a ninguna actividad que implique sufrimiento para un ser vivo".

Agregó: “Desde hace un año me acusaron que yo no promovía las tradiciones, le sufrí, le sufrí porque me acusaron en los medios, pero hoy en día lo hable con los ediles, lo tratamos en sesión de cabildo, se acordó la prohibición y ya no se llevará a cabo”. Como lo consigna el diario La Jornada Veracruz, el munícipe dijo que "este ejercicio de 'maltratar a los animales' no puede llamarse 'tradición' porque no es educativo, ni aporta cultura a los ciudadanos."


 Rueda de prensa del Alcade de Teocelo explicando la suspensión de eventos que impliquen maltarto animal en las fiestas municipales. 1º de febrero de 2012.


Finalmente hace unos días se formalizó la prohibición, como relatamos líneas arriba,  lo cual ha desatado la inconformidad en cierto sector de la población, quienes argumentan que se atenta contra una "tradición" arraigada en la comunidad. Este descontento ha generado manifestaciones, bloqueos de la carretera Teocelo-Xico y la toma del Palacio Municipal por parte de un contingente de cincuenta personas.

Teczon Viccon afirma que se trata de un grupo pequeño, que se esconde detrás de la "tradición" para defender la venta de alcohol clandestina que realizaban en paralelo a la vaquillada.

La decisión del alcalde y sus ediles ha sido aplaudida por organizaciones internacionales y nacionales, particularmente por la Plataforma META (Movimiento Ético en el Trato con los Animales), AnimaNaturalis y la Asociación Mexicana en Defensa de los Animales (AMEDEA) cuyo presidente, Gustavo Larios Velasco, vocero de META, asistió a la firma del acta de cabildo del 16 de julio. De hecho, AMEDEA se ha comprometido a asistir al municipio en las fiestas de agosto con la presencia de figuras del espectáculo que participan en la asociación.

Sin embargo, en la localidad contigua de Xico, el alcalde local manifiesta una postura totalmente distinta: "Yo considero que las leyes de los animales debe tener sus espacios para cada cosa, la charrería es el deporte nacional y ahí también se lastima a los caballos, no creo que se pueda ni deba quitarse la charrería, que es la esencia mexicana y la fiesta brava es una herencia de quienes luego nos sentimos orgullosos de ser descendientes de españoles. Aquí somos indígenas, pero adoptamos esta fiesta como nuestra y la vamos a defender."

Este conflicto nos permite reflexionar sobre los alcances y límites de la "tradición" y la construcción de su sentido: pertenencia identitaria, instrumentación política, conveniencia económica, construcción de la diferencia...

En todo caso, en el Observatorio nos alegramos por la acción reflexiva del cabildo de Teocelo. Tratar de hallar nuevas dinámicas económica a través de la creatividad en las políticas turísticas, en contraposición a la la reproducción de la fórmula "vaquillada-alcohol", nos señala que nuestra clase política no está cortada por el mismo molde. No en su totalidad.

El municipio de Teocelo se enfrentará el mes próximo a la prueba económica de una fiesta sin espectáculo animal. Ya ha sufrido el hackeo de su página internet el fin de semana pasado y las manifestaciones de quienes quieren ver de regreso su "tradición". Esperemos que se pruebe eficaz su desición.

Para quienes quieran comunicarse con el alcalde o con el municipio de Teocelo acá dejamos medios de contacto:
Presidente Municipal de Teocelo, Ing. Cristian Teczon Viccon: teczon_osh@hotmail.com
Comunicación Social del Municipio de Teocelo: comunicacionsocialteocelo@hotmail.com
Facebook de Teocelo: www.facebook.com/municipioteocelo

Por último, y para quien nunca haya presenciado una vaquillada, dejamos un video de la del año pasado (donde afortunadamente no se aprecian los tirones de cola, patadas y jalones que generalmente se le hacen a los animales en este tipo de eventos).



16 de julio de 2012

Recuperemos memoria: EL TLCAN Y LA POLÍTICA SALINISTA II

Esta semana continuamos con la publicación del texto de Irene Álvarez Rodríguez "¿La salida del laberinto? El TLCAN y la política salinista".

Recordemos: los procesos que se iniciaron en 1988 con la llegada de Carlos Salinas de Gortari se presentan el día de hoy como sombra larga que cubre al aparente vencedor de las recientes elecciones. 

Recuperemos memoria.
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¿LA SALIDA DEL LABERINTO? EL TLCAN Y LA POLÍTICA SALINISTA
(Segunda de cinco partes)
Irene Álvarez R.



III. BREVE RECUENTO DEL SEXENIO SALINISTA

Desde la perspectiva salinista, el TLCAN atraería inversión extranjera, crearía nuevos trabajos y estimularía la economía mexicana. La idea era dinamizar a la economía a través de la exportación de insumos manufacturados y estimular la inversión privada en el país. Parecía la solución perfecta para un país que ansiaba crecimiento sostenido a largo plazo [Blecker, 2010: 2].

Hay que recordar que al iniciar el sexenio Carlos Salinas se había encontrado con un país hecho trizas. La deuda externa adquirida en mandatos previos, con los ex-presidentes José López Portillo y Miguel de la Madrid, era impagable. Los periodos de crisis –producidos por la caída de los precios del petróleo en 1981 y el incremento de las tasas de interés estadounidenses que propiciaron la crisis de 1982-83, la falta de descubrimientos de nuevos yacimientos de oro negro— habían provocado severas devaluaciones, la expropiación del sistema bancario llevada a cabo por López Portillo con el fin de suspender el pago de los préstamos previamente adquiridos habían provocado una fuga de capitales, altas tasas de desempleo, así como una decaída en la inversión y productividad [Maurer, 2006: 6] (1).

Tal y como señalan Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, para finales de la década de los ochenta la desigualdad económica y la concentración de la riqueza se habían acentuado de manera notabilísima:

[e]n una población de 85 millones de habitantes, casi la mitad, unos cuarenta millones, sobrevivía con ingresos a dos salarios mínimos (unos 200 dólares) y sólo una veinteava parte, unos cuatro millones y medio de personas, vivía con ingresos superiores a veinte salarios mínimos (arriba de 4 mil dólares al mes [Aguilar, 1992: 272].


Al iniciar su sexenio, una de las primeras cosas que realizó Carlos Salinas fue la renegociación de la deuda externa. Era urgente contar con recursos que permitieran un desahogo en el presupuesto nacional, igualmente se hacía indispensable reparar los daños provocados por los colapsos económicos de los años ochenta. La negociación entre bancos internacionales privados y el gobierno mexicano era tensa y no se llegó a un acuerdo hasta el año de 1990. Gracias al apoyo del gobierno estadounidense, el acuerdo se logró: consistía en dejar el total de la deuda intacto, pero hacer de los pagos anuales algo más manejable [Maurer, 2006 :9].(2)

Otra de las acciones realizadas fue la emisión del Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994. Muy vinculado con la visión de Miguel de la Madrid, buscaba alejarse del modelo corporativista y autoritario que había caracterizado la política mexicana por más de cuarenta años; reemplazar un modelo de crecimiento hacia adentro por un "reconocimiento a los procesos mundiales de integración y de las condiciones necesarias para un crecimiento orientado hacia fuera, capaz de insertarse en forma competitiva en las corrientes de la economía mundial" [Aguillar, 1992: 289]. Se trataba pues de dejar atrás la soledad del laberinto posrevolucionario, dar la espalda a una identidad gregaria y oculta, para integrarse a un mundo que, desde una perspectiva economicista, daba la impresión de globalizarse al compartir un esquema político y económico de carácter neoliberal.

Una más de las maniobras consistió en intentar atraer mayor inversión extranjera a partir de continuar con la privatización de empresas paraestatales –proceso que había iniciado con Miguel de la Madrid: para inicios del sexenio de Carlos Salinas el adelgazamiento del Estado comienza a ser una realidad consistente. Considerando, y de acuerdo con Miguel Ángel Mendoza [2000: 172], que la participación del gobierno y el sector privado puede medirse en relación a la proporción de sus inversiones sobre la producción tenemos que, pasada la crisis de final de sexenio de Miguel de la Madrid, el volumen de la inversión privada tiende a incrementarse –hasta el año de 1994, el último del mandato de Carlos Salinas—, mientras que la inversiones estatales disminuyen.

La opacidad del papel estatal refiere a la estrategia salinista: la cual optaba por atraer grandes cantidades de capital, que ayudarían a reducir la carga de la deuda y que se invertirían a su vez en empresas productivas. "La clave del esquema estaba en ofrecer estabilidad monetaria e incentivos económicos como mano de obra barata y acceso a los mercados" [Centeno, 1997: 3].

Dentro de este proyecto el TLCAN aparece sobre todo como promesa, como optimismo. El tratado ofrece, ya veremos si real o virtualmente, acceso al consumidor más rico del mundo. De ese modo, las ventajas del acuerdo comercial parecen estar en la posibilidad de aumentar las exportaciones hechas a Estados Unidos y Canadá; y también, en la idea de atraer inversión extranjera, crear trabajos y estimular la economía mexicana [Blecker, 2010: 2].

Quiero pensar que, a raíz de lo expuesto anteriormente, es posible ver que el TLCAN nace en dentro una política gubernamental que opta por abrir la economía al mercado mundial y espera reciprocidad. También es importante reconocer las diferencias –más o menos radicales— que implica respecto al modelo político y económico que imperó durante el largo régimen priísta –que empieza a decaer en el sexenio de López Portillo—, el cual ha sido tantas veces asociado con un modelo proteccionista, antiexportador, autoritario, paternalista y poco competitivo. 
(CONTINÚA EN LA SIGUIENTE ENTREGA)

NOTAS
(1) Resulta interesante observar cómo el intervencionismo estatal que había apoyado y protegido a la clase empresarial mexicana toma un nuevo posicionamiento; la nacionalización de la banca provoca que el sector privado deje de apoyar al partido oficial y opte por una postura de liberalización de los mercados y empequeñecimiento del Estado. [Blecker, 2010: 7].
(2) "El lanzamiento del llamado Plan Brady del gobierno norteamericano […], cobijó la iniciativa mexicana al establecer la necesidad de que los bancos aceptaran acuerdos voluntarios de reducción de las deudas con los países deudores" [Aguilar, 1992: 288].

9 de julio de 2012

Intermedio

Con ustedes -y sin mayor presentación- El Señor Presidente...



Señor Presidente, le vengo a decir
que con su salario no da pa' vivir.
Señor Presidente, le vengo a decir
que con su salario no da pa' vivir.

Me gusta la hoja, también la raíz,
pero sin elotes se acaba el país.
Me gusta la leche, me gusta el café,
pero mi salario no da pa' comer.

Señor Presidente, le damos las gracias
porque en este pueblo no hay democracia.
Señor Presidente, le damos las gracias
porque en esta tierra ya no hay democracia.

Me gusta la leche, me gusta el café,
pero no me gustan los votos de usted.
Me gusta la leche, me gusta el café,
pero mi salario no da pa' comer.

Señor Presidente, a mí me aterra a diario
la última letra del abecedario.
Señor Presidente, a mí me aterra a diario
la última letra del abecedario.

Me gusta la hoja, también el maíz,
pero sin elotes se acaba el país.
Me gusta la leche, me gusta el café,
pero mi salario no da pa' comer.

Señor Presidente, ya estamos muy mal
con tantos atracos de la Judicial.
Señor Presidente, ya estamos muy mal
con tantos atracos de la Judicial.

Me gusta la leche, me gusta el café,
pero no me gustan los modos de usted.
Me gusta la leche, me gusta el café,
pero mi salario no da pa' comer.

Señor Presidente, póngame atención
que ya se está armando la Revolución.
Señor Presidente, póngame atención
que ya se está armando la Revolución.

Me gusta la hoja, también el maíz,
pero sin elotes se acaba el país.
Me gusta la leche, me gusta el café,
pero mi salario no da pa' comer.

(El Señor Presidente es un son jarocho tradicional y ciertos grupos han grabado versiones con versadas variadas. Da para pensar en la figura presidencial y su rol en nuestro país...)

Cinco Son es un ensamble de son jarocho formado en Barcelona. El video se grabó en Tarrasa, Cataluña, el pasado 28 de mayo. El grupo está integrado por Antonio Ruiz con requinto y voz, Guadalupe Cano (la entrañable Lupita) como jarana segunda zapateado y voz, Muna Makhlouf con la jarana segunda y voz, Luis Reyes de contrabajo y Miguel Ángel Hidalgo con la jarana tercera, percusiones y voz.

2 de julio de 2012

Recuperemos memoria: EL TLCAN Y LA POLÍTICA SALINISTA

México acaba de atravesar un momento sensible: las elecciones presidenciales y los significados portados por sus actores (instituciones, partidos, electores, candidatos) nos exijen revisar, traer a cuentas, la historia de nuestra pretendida democracia.

Es por eso que hoy queremos publicar este texto. "¿La salida del laberinto? El TLCAN y la política salinista", escrito por Irene Álvarez Rodríguez -quien es maestrante en Ciencias Sociales en la UAM- nos remite a los años de la pujante política modernizadora del presidente Salinas de Gortari, mentor no oculto del abanderado actual del PRI.

El TLCAN abrió simbólicamente una puerta hacia el Primer Mundo: México se incorporaría al verdadero desarrollo, jugaría con los países líderes en el patio de los grandes. Sin embargo, las implicaciones del Tratado  (liberación comercial vs. desigualdad social) resultaron menos espléndidas de lo que se anunció con bombo y platillos. Recordemos que una parte de la industria cultural mexicana se vió fuertemente afectada con la firma del Tratado, del que no se excluyó el trato a los productos culturales como si fuesen una mercancía más. Uno de los efectos más devastadores de dicha omisión fue el debilitamiento de las dinámicas de producción y distribución de cine nacional.

Ahora que resulta harto probable que el PRI retorne nuevamente implementando discursos modernizadores, con una imagen presidencial telegénica y de sonrisa triunfadora, deberíamos de recordar nuestro pasado reciente.
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¿LA SALIDA DEL LABERINTO? EL TLCAN Y LA POLÍTICA SALINISTA
(Primera de cinco partes)

Irene Álvarez R.



Acuerdos sin la espada son sólo palabras
Hobbes

Ni la modernización se impone absolutamente, ni la modernización fracasa
Carlos Monsiváis

¿Fue Salinas simplemente la víctima de una racha
espectacular de mala suerte?
Miguel Ángel Centeno


Hace sesenta años Octavio Paz se preguntaba si los cuestionamientos que él se planteaba en relación al carácter de los mexicanos tendrían eco o sentido medio siglo después [Paz, 2004: 2]. Parece que sí. En el Laberinto de la soledad, Paz relataba el ensimismamiento de una cultura nacional mexicana encubierta por la tradición, un rostro tímido que hablaba de soledad y falta de empatía hacía los otros: anhelo de vínculo y origen. Una realidad que, sin duda, contrastaba con la recreación del norteamericano, en donde; "[el] mundo ha sido construido por él y está hecho a su imagen: es su espejo. Pero ya no se reconoce en esos objetos inhumanos, ni tampoco en sus semejantes" [Paz, 2004: 6].

Concuerdo con Paz: las diferencias entre los norteamericanos y nosotros [no] son [puramente] económicas"[Paz, 2004: 6], mas pienso que vale la pena repensar la relación entre ambas culturas a la luz de hechos más o menos recientes. Lo que quiero decir es que aunque la pregunta que interroga por el carácter de lo mexicano sigue vigente, también creo que ha habido cambios en lo relativo a esa actitud ensimismada, así como retornos al espiral de la soledad.

Las preguntas que intenta responder este ensayo son ¿Cuál fue el impacto económico, político y social del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en la vida nacional?, ¿el laberinto de la soledad económica y política en México había sido finalmente vencido por un espíritu abierto, liberal? La hipótesis de este trabajo es que aunque el TLCAN es producto de un espíritu político y económico cooperativista entre distintos gobiernos de países norteamericanos –y que su realización refleja una intención de transformar el modelo económico mexicano— las contradicciones entre un modelo económico neoliberal y las instituciones políticas imperantes han provocado que su puesta en marcha no produzca cambios sustanciales en materia de desempleo o en la distribución del ingreso –por mencionar algunas de las expectativas generadas por la administración de Carlos Salinas de Gortari y compartidas por una parte importante de la población mexicana en la primera década de los noventa del siglo pasado.

Retomando las consideraciones de Douglas North respecto al modo en que el contexto puede configurar a las instituciones(1), el interés de este ensayo es establecer los vínculos entre la implementación de un tratado comercial y el modo en que sus resultados se ven acotados por las instituciones existentes o por el retorno a la soledad.

II. ANTECEDENTES

Aunque el acuerdo comercial entró en vigor en 1994, fue anunciado por los presidentes Carlos Salinas de Gortari y George H. W. Bush en 1990 –Canadá se uniría al tratado un año después de su anuncio. Desde una perspectiva política el anuncio de una alianza de este tipo dejaba atrás las tensiones experimentadas por los gobiernos de Miguel de la Madrid y Ronald Reagan(2), así como afirmaba la dirección económica que se había venido siguiendo desde la crisis económica mexicana de 1982, tanto por Estados Unidos como por su vecino país del sur. Una década antes de que el TLCAN entrara en vigor, ya había una política económica impulsada por los gobiernos de ambas naciones que buscaba "dar a las fuerzas del mercado una acción mayor en la distribución de los recursos sociales y, por tanto, disminuir el creciente papel que el Estado había desempeñado en ese campo" [Aguilar, 1992: 275].

En el ámbito ideológico, discursivo y político esta orientación económica adquiría nuevos rostros. El Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL), por ejemplo, parecía dirigirse, por lo menos, en dos sentidos: como un modo efectivo de otorgar legitimidad y confianza a la figura presidencial –recordemos lo cuestionados que estuvieron los resultados de las elecciones de 1988 que tenían como principales protagonistas a Carlos Salinas y a Cuahutémoc Cárdenas—; y "como una reedición de prácticas populistas que, además de aquel objetivo, buscaban mejorar la gobernabilidad del proceso de reformas neoliberales" [Vilas, 2004]. La propia manera en que, se decía, Carlos Salinas había llegado al poder cuestionaba el paradigma político modernizador que tendría que caracterizar a su gobierno. Había una clarísima contradicción entre la orientación económica de liberalización de los mercados –puesta en marcha por el régimen priísta a principios de la década de los ochenta del siglo pasado()— y la falta de un sistema político moderno, la ausencia de un espacio que permitiera elegir a los representantes populares de modo efectivo: quedaba claro que en el ejercicio de la democracia no existía la libre competencia [Del Campillo, 1993: 179].

Lo que intento destacar es la manera en que se intentó revertir la ilegitimidad del proceso electoral a partir de la ejecución de maniobras políticas, las cuales –y sobre todo en el caso de PRONASOL— intentaba modificar el estatus de la figura presidencial frente a los más desposeídos y generar así un margen más amplio de acción. Aún así, se efectuaron una serie de acciones que se alejaban del modo de hacer política del histórico Partido de la Revolución Institucional (PRI) y otras que parecían regresar al viejo modelo;

ampliación del espacio institucional de acción de la Iglesia Católica, redefinición de las relaciones con Estados Unidos, acotamiento del margen de maniobra de las organizaciones sociales priístas, sanciones penales iniciales a algunos miembros del establishment financiero incursos en maniobras especulativas fraudulentas [Aguilar, 1992: 289].

Aunque el poder seguía excesivamente concentrado en la figura del presidente constituyendo una cultura política autoritaria y habían un descrédito en las elecciones presidenciales, había también cambios respecto a regimenes anteriores, los cuales se derivaban del posicionamiento en el poder de "una corriente conservadora que pugnaba por modificar el papel del Estado reforzando a los empresarios" [Schmidt, 1996: 59].
(CONTINUARÁ)

Notas
1 "The same institution produces different results depending on the contexts" [North, 2009: 15].

2  Dichas tensiones estaban relacionadas con la política exterior impulsada por el presidente López Portillo, quien pretendía posicionar a México como potencia media internacional a partir de ofrecer, junto con Venezuela, petróleo a precios moderados dentro de territorio centroamericano. Esta iniciativa provocó choques entre Estados Unidos y su vecino latinoamericano más próximo debido a que "abría la posibilidad de una mayor presencia de Cuba y la Unión Soviética", en una zona de influencia norteamericana. Posteriormente, Miguel de la Madrid continuó con una política antagónica a los intereses del país del norte en zonas centroamericanas. [Aguilar:1992, 274].

3 Ya desde el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-88) se buscaba "lograr la transformación estructural de un sistema económico que acababa de mostrar su inviabilidad histórico [la crisis de 1981, provocada por la caída de los precios del petróleo, así lo develaba]. […] La lógica del nuevo proyecto nacional requería, entre otras cosas, que el papel del Estado como productor disminuyera drásticamente, que el de la inversión privada –interna y externa—aumentara en la misma o mayor proporción en que disminuyera el estatal, que el peso del petróleo en el total de las exportaciones fuera cada vez menor y que el de los productos manufacturados y los servicios mayor" [Aguilar, 1992: 279].