25 de febrero de 2013

Intermedio

En este blog ya hemos tocado el tema de la relocalización de la música de Veracruz. Para no ir más lejos, las entregas que estamos haciendo estas semanas corresponden a un texto de investigación sobre el son jarocho, su presencia en Estados Unidos y la raíz negra.

Queremos presentarles a nuestros lectores otro ejmplo de esta migración, enraizamiento y transformación sonora.

EnBuscaDe es un ensamble de músicos franceses (Julien, Cédric, Romain, Vincent, Nicolas et l'autre Nicolas) que han decidido apropiarse la música de México, los sones jarochos y huastecos, los sones del istmo. Apropiársela e interpretarla desde sus propias herencias y gustos. Una búsqueda, quoi...

El miércoles próximo 27 de febrero estrenarán disco y podremos escuchar dos tracks en su página web EBD.

Échenle oreja. Nada como reconocernos en la mirada de otros.
Allez, les copains... en avant la musique.


Corto promocional del nuevo album EnBuscaDe Son de México


EnBuscaDe, espectáculo Carta de México, 2010 (Oberhausbergen, Alsacia, Francia)

18 de febrero de 2013

De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos IV

Llegamos a la cuarta entrega del capítulo "De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos" contenido en el libro La migración y sus efectos en la cultura, editado por CONACULTA en su colección Intersecciones y publicado en junio de 2012.

En esta cuarta parte se exploran los ires y venires de los discursos étnicos ligados al son, particularmente la reconstitución y visibilización de su componente afro, así como los proyectos que se han generado en torno a este eje negro. 
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De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos
Ishtar Cardona 

(Cuarta de cinco partes) 


De lo negro a lo blanco, de lo blanco a lo negro 

En el ensayo El “negro” y la negritud en la formación del estereotipo del jarocho durante los siglos XIX y XX, el historiador mexicano Ricardo Pérez Montfort analiza el papel jugado por la narrativa que de los afrodescendientes se creó en los discursos sobre la figura del jarocho en la afirmación de la identidad nacional. En el texto, el autor narra cómo este estereotipo integrado a las estampas típicas de la mexicanidad y devenido embajador simbólico del espíritu veracruzano va perdiendo también en el proceso de folklorización su connotación de marginal, pobre y negro para ser suplida por una imagen blanqueada, uniformada y teatralizada1 

La lógica nacionalista imponía una visión en la que los rasgos de herencia afro solamente eran perceptibles en el buen humor de los costeños, su desfachatez y su proclividad a la fiesta. Todo esto en beneficio de un reflejo mestizo, más blanco que indio, que aparentemente brindaba mayor “dignidad” a las imágenes de lo popular, sustento y legitimación de los regímenes post-revolucionarios. Sin embargo, como consigna el autor, era la marca de la negritud, aún velada bajo los blancos holanes del traje de jarocha, lo que permitía distinguir al jarocho del resto de los estereotipos nacionales.

Durante los años de reapropiación de la memoria jarocha por parte de la generación de “rescate” del son, la herencia ligada al origen africano es tratada de forma problemática. A falta de referentes que abreven de una continuidad discursiva sobre la raíz africana, y en oposición a la negación de la presencia negra en Veracruz -actitud todavía arraigada en buena parte de la población veracruzana- los nuevos soneros buscan en los estudios que académicos y cronistas realizan sobre la presencia africana en México.

Por otra parte, con la creación del Instituto Veracruzano de la Cultura, fundado en 1987 bajo la dirección de la antropóloga Ida Rodríguez Prampolini, se intenta explorar, visibilizar y hacer consciente a la sociedad veracruzana de su triple raíz, la española, la india y la negra a través de una serie de programas como el Festival Internacional Afrocaribeño y los encuentros académicos que regularmente se organizan.

Como explica el sociólogo Christian Rinaudo, 

Uno de los efectos de los veinte años de promoción estatal de la “tercera raíz del mestizaje mexicano” en Veracruz a través de los programas del Instituto Veracruzano de Cultura y de la Universidad Veracruzana, fue la modificación de las representaciones de la “identidad jarocha” y su contribución al paso de un periodo histórico —el de los años treinta-sesenta bien estudiado por Ricardo Pérez Montfort (2007)— caracterizado por la negación de la herencia africana y por los procesos de blanqueamiento de la representación de la identidad local hacia un nuevo periodo en el cual la raíz africana del mestizaje forma parte de la representación de la identidad local. Hoy día, en las campañas de promoción turísticas y culturales tal como en el discurso historiográfico de la ciudad y de la región, se afirma la presencia de un mestizaje particular constituido a partir de tres “raíces”, “pueblos”, “razas”2. 

Ahora bien, en la construcción de los nuevos discursos identitarios los músicos veracruzanos no pueden ligarse de forma automática al marcaje negro: la marca negra en Veracruz aparentemente es menos contundente en la visibilidad de lo cotidiano, las familias no reproducen una memoria afirmativa en lo afro, el color de la piel se ha diluido y es preciso recurrir, como en los años cincuenta, al caracter y a la opción sobre cierto estilo de vida para explicar la filiación con las antiguas comunidades esclavas provenientes del otro lado del mar: 

Pero lo que está en juego aquí, no es el hecho de buscar definirse como “negro” sino la expresión de un modo de vida bohemio inscrito en una larga tradición que se remonta a los ministriles, que se sitúa al margen de la sociedad decente y mantiene una forma de libertad de pensamiento depreciada por los puritanos. Y la representación, en las Noches de callejón, de rasgos físicos, de posturas, gestos y estéticas sacados de los diferentes registros de una cultura negra, es una manera de significar su empatía con este espíritu bohemio que juega con las fronteras de raza y sobre-juega con las relaciones electivas con África y las Américas negras3. 

Pero más allá de meramente reproducir la imágen bohemia y arrabalera ligada al estilo de vida negro-popular, algunos jaraneros exploran las posibilidades que ofrece la identificación con otras culturas que han desarrollado de forma más continua y homogenea su linaje negro. Chuchumbé integra en su disco ¡Caramba niño! de 1999 dos congas, género que algunos cronistas veracruzanos han intentado ligar a la planta tradicional de sones jarochos. Mono Blanco dedica toda una grabación, Matanga de 2007, a entretejer plenas, montunos y swing con el son. Y así varias agrupaciones han experimentado con la cumbia y la trova, el steel drum, el cajón, el marimbol y los timbales. 

Es, sin embargo, en Estado Unidos y en el diálogo mucho más aceitado con otras filiaciones, fuera de los espacios de contención del discurso nacionalista, que el encuentro con la raíz afro se dará de forma menos conflictiva y más natural. Construyendo en torno al discurso de resistencia asociado a los pueblos esclavos, muchos colectivos chicanos articulan hoy en día en un registro afirmativo y categórico la huella africana como una herencia directa del son, y dando un giro al bucle de la historia, lo conectan de forma directa a las otras culturas decantadas del mismo origen. Así, no resulta extraño que grupos que ejecutan el son de forma más pretendidamente tradicional, como los Cenzontle, Son del Centro o Son del Viento inviten a cajoneros, congueros o treseros a tocar con ellos. Y que grupos más colocados en el camino de la experimentación entre son, funk, reggae, y rock como Quetzal, Fandanguero o ZocaloZüe, asocien de forma natural los orígenes negros de cada uno de los géneros que hibridan. Asimismo, las narrativas sobre los orígenes del son en cuanto a su triple raíz, con una franca decantación por lo afro, son mucho más contundentes: 

En Veracruz, el son jarocho nace hace casi 500 años en la fusión de melodías y ritmos africanos, indígenas y españoles. Surge el género a fines del Siglo XVI en la misma época en la que en ese estado el africano Gaspar Yanga, supuestamente miembro de la familia real de Gabón, funda un pueblo independiente de esclavos huidos (...) En 1776, sigue siendo el son jarocho la música “preferida de mulatas y gente de raza quebrada”, declara un fraile al denunciarla a la Santa Inquisición por bailarse con “ademanes, maneos, sarandeos contrarios todos a la honestidad y mal ejemplo de los que lo ve”. Hoy día el son jarocho más conocido a nivel internacional es “La Bamba” , que en su título da testimonio de su africanidad (...) Los jóvenes Jarochicanos además participan con su música en actividades de justicia social, fieles a la trayectoria del son jarocho que ya desde sus inicios en épocas de rebeliones de esclavos nació con cierto espíritu revolucionario. Por ejemplo, activistas de Immokalee quienes han sostenido largas luchas a favor de los derechos de los jornaleros en los campos del jitomate frecuentemente van acompañados de músicos y jaraneros, y a éstas y otras manifestaciones han asistido los Jarochicanos4. 

Uno de los último ejemplos que tenemos de ello es el proyecto Patricio Hidalgo y su Afrojarocho: el regreso de la conga (the return of the conga). Nieto de Arcadio Hidalgo, Patricio, antiguo integrante de los grupos Chuchumbé y Quemayama ha encontrado en California el espacio para seguir explorando la mezcla de sonoridades afrocaribeñas contenidas en el son y la conga. Asociado a Jacob Hernández y Gabriel Tenorio, propietarios de Guadalupe Custom Strings -marca de cuerdas para instrumentos basada en Los Angeles- y con la colaboración de Alfred Ortiz emprendieron la grabación de un album en octubre de 20115. Este proyecto, largamente acariciado por Patricio y cuyas huellas podemos encontrar en sus composiciones contenidas en los discos que grabó con sus anteriores agrupaciones, se ha facilitado notablemente con los contactos creados en sus idas y vueltas entre Minatitlán y Los Angeles. 



La multiplicidad de experiencias circulares, entre los extremos del puente de la jornada migrante, ha construido un espacio de encuentros donde las memorias se enlazan en los discursos pertinentes a un sentido comunitario anheladamente buscado. Pese a las fracturas y las discusiones sobre los límites y alcances de la práctica musical, viejos y nuevos migrantes, asentados y estacionarios (como lo son los grupos que de Veracruz parten una o dos veces al año para tocar y enseñar en los Estados Unidos) reconstituyen sus pertenencias y las encuentran complejas y ricas, no exentas de conflicto, pero reflejando una imagen robusta y acorde con el sentido de sus destinos en progreso.



1Ricardo Pérez Montfort, “El 'negro' y la negritud en la formación del estereotipo del jarocho durante los siglos XIX y XX”, en Expresiones populares y estereotipos culturales en México. Siglos XIX y XX. Diez ensayos, p. 200

2Christian Rinaudo, Mestizaje y diferencias en la ciudad y puerto de Veracruz, boletín electrónico CIESAS – Golfo, Agosto – Octubre 2009, año 2, número 11. http://www.ciesas-golfo.edu.mx/boletin/1-11/contenido/editorial.html

3Loc. cit.

4Catalina Maria Johnson, ¡Jarochicago!, Vivelo hoy, página electrónica, http://www.vivelohoy.com/entretenimiento/8069486/%C2%A1jarochicago


5http://www.kickstarter.com/projects/1110146892/el-afrojarocho-the-return-of-the-conga
 

11 de febrero de 2013

Intermedio

Mucho se puede discutir sobre la relación música-mercado y el real impacto de las industrias culturales en la transformación, enriquecimiento o desarticulación de la cultura comunitaria.

Mucho se podría discutir sobre la pertinencia y el significado de los premios que la gran industria del espectáculo otorga a los músicos y sus creaciones. Lo que es cierto es que cada vez que el medio del entretenimiento voltea los ojos hacia un grupo que hace música de raíz, podemos estar seguros que ya se logró cierto grado de visibilidad en el ámbito comercial. Cómo sea esto aprovechado después es otra historia...

Ayer le fue otorgado el Grammy a mejor album de rock, urbano o alternativo al grupo originario de East L.A., Quetzal. El disco, Imaginaries, fue grabado por el sello Smithsonian Folkways Recordings, una rama del Instituto Smithsonian de Washington.

Quetzal tiene un largo trayecto de reflexión musical sobre las raíces, la comunidad, lo que significa ser chicano... Sus colaboraciones con grupos de son jarocho han rendido frutos en experimentaciones que podemos escuchar en sus discos como grupo y en proyectos sonoros individuales. 

Martha Gonzalez, cantante, compositora y fundadora del grupo ha escrito para este Observatorio textos donde habla sobre la pertenencia, la identidad y la reivindicación de derechos.  

Como conocemos este espíritu, no podemos sino alegrarnos por el reconocimiento obtenido, y deseamos mucha música de Quetzal para futuro.




4 de febrero de 2013

De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos III

Continuamos esta semana con la tercera entrega del capítulo "De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos" contenido en el libro La migración y sus efectos en la cultura, editado por CONACULTA en su colección Intersecciones y publicado en junio de 2012.

¿Qué ocurrió en el proceso de encuentro de los ensambles soneros del "renacimiento del son jarocho" y los músicos chicanos? ¿Cómo se modificaron los discursos sobre la identidad, sobre los proyectos?  En esta tercera parte nos topamos con el testimonio de actores de ese momento, como Martha González del grupo Quetzal. 
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De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos
Ishtar Cardona 
(Tercera de cinco partes) 

Integrando mundos  

Desde mediados de los años noventa, la colaboración entre los ensambles de la nueva generación de músicos llegados de Veracruz y los músico estadounidenses ligados al son jarocho se vuelve más intensa: articulados por la reconstrucción de una memoria común, grabaciones, talleres, fandangos y conciertos se multiplican1. Pero las múltiples pertenencias asoman la cabeza, la reconstrucción del tejido pasa a través de la incorporación de elementos que manifiestan sus diversos orígenes. Y estos elementos hablan a su vez de la búsqueda de horizontes donde la concepción de una buena vida se organice en un principio rector. Así como algunos integrantes de la generación de rescate del son acompañan en ocasiones a movimientos sociales como el levantamiento zapatista, del mismo modo los nuevos músicos méxico-americanos, o como se les empieza a llamar, jarochicanos, participan en eventos que apoyan causas migrantes, manifestaciones en pro de los derechos laborales, defensa de espacios de habitación de la comunidad latina, organizando fandangos en el muro fronterizo que separa a Tijuana de San Diego, integrando en sus actividades a otras comunidades migrantes, asiáticas, africanas y del resto de América Latina.



Fandango Fornterizo, 2012. Tijuana, La Causa Films.

Martha Gonzalez, etnomusicóloga, doctorante en el Departamento de Estudios de la Mujer de la Universidad de Washington, co-organizadora del Fandango Seattle Project, promotora, activista e integrante del grupo chicano Quetzal lo expresa de esta forma:

La lucha Zapatistas, y el Nuevo Movimiento Jaranero han sido sumamente importantes para mí como música Chicana, cantante, percusionista, y compositora de Quetzal (...) La lírica, en spanglish, habla de identidad, del migrante en los E.U., de la injusticia, la globalización, del dialogo transnacional entre Chican@s y Jarochos, de la mujer y la esperanza. La transculturalidad resuena más hoy que nunca, con las urgencias sociales presentes. A fin de cuentas es una manera, una técnica, una herramienta para la sobrevivencia. (...) El son jarocho fandanguero había tenido un significado especial para todos y especialmente para los Chican@s. El fandango, las familias y la música -que es inclusive a todos y de todas partes- se prestaron a los esfuerzos sociales de Los Ángeles, Seattle, La Bahía y más. Pero a nuestra manera también el fandango se adapta a otras influencias. El protocolo del fandango se presta a esto. Es un espacio que se forma y desaparece tan pronto como se manifiesta. No se puede contener. Esto es una postmodern condition. Where extinct lands manifest temporal geographies (Pat-Brady 2002). Temporal in the sense that they are fleeting spaces where people meet and disperse at will and by necessity2.

Y en la conformación de este espacio común cruzado por múltiples experiencias, las influencias distintas se hacen sentir, mezclándose y recomponiendo el sentido de pertenencia. Así como la recomposición del código original de representación del son generó sentido en la comunidad migrante californiana durante los años cincuenta, por manifestar la capacidad de transtocar sentidos, la presencia de nuevos instrumentos, versadas, ritmos y colores en el son que se recompone ahora en el lado norte de la frontera marca nuevas miradas y sentires.

En los grupos que se han fundado en los últimos años en Los Angeles, Santa Ana, San Francisco y San Diego, pero también en Chicago, Seattle, y Nueva York encontramos un respeto nuevo por el código alejado del viejo folklore, que intenta reivindicar la raíz original del son, donde la estética rural constituye la materia prima de la creación musical, pero no por ello rechazan las influencias estilísticas que han recibido de medios urbanos y multiculturales, como el rock y el ska, y establecen un intercambio de códigos de ejecución con otro tipo de músicos. Algunos otros buscan el encuentro con narrativas musicales relacionadas con su propia narrativa, y establecen contactos con grupos de son cubano y caribeño, de flamenco, de griot senegalés y maliense, de canto mahgrebi. Mientras que para algunos es fundamental conocer a fondo la “tradición” jarocha rural y de ahí experimentar paso a paso con la fusión, para otros ésta ya es condición fundacional del son, por lo que no hay que negarse a ella.

Continúa Martha Gonzalez: 
Recientemente brindamos este mix a una comunidad en Little Tokyo (barrio japonés) en Los Angeles. En esta misma tocada el grupo jarocho Son De Madera aceptó nuestra invitación y nos acompañó. A ambos ensambles se nos unieron músicos de tambores Taiko. “La Lloroncita” sonaba a algo nuevo en un groove de cuatro por cuatro a lo cual Ramón Gutiérrez agrego su virtuosismo con la guitarra de son. Tereso Vega la cantó a gusto, como si estuviera en Boca de San Miguel. Los japoneses, Chican@s, y el son jarocho sonaron de forma precisa. Aunque todo por su parte era en sí distinto, a fin de cuentas sentimos un afán, llegamos a un significado común. Y en ese momento se sonorizó una comunidad3. 



La lloroncita. Quetzal y Son de Madera, 2004.

En el proceso de reconstitución del sentido del son, hallamos un descentramiento de los códigos de representación que da origen a la valoración de estos nuevos elementos y al mismo tiempo una revaloración de herencias que en algún momento -en la constitución de la folklorización- se ocultaron bajo los discursos nacionalistas, mestizos, de la música jarocha. Tal es el caso de las herencias africanas.



1Podemos citar el trabajo del grupo Mono Blanco con el grupo Stone Lips para el disco El mundo se va a acabar en 1994, o la colaboración que prestó Gilberto Gutiérrez, director de la agrupación, para el montaje de la obra teatral De Jarocha a Pocha presentada en San Antonio en 1996, así como su asesoría en 1995 para el disco Papa's Dream del grupo chicano Los Lobos con Lalo Guerrero, nominado para un premio Grammy. 
2Martha Gonzalez, ¿Irás y no volverás? O “estás que te vas y te vas, y te vas. . . .” en la página web del Observatorio Cultural Veracruz, 19 de julio de 2010, http://observatorioculturalveracruz.blogspot.com/2010/07/iras-y-no-volveras-o-estas-que-te-vas-y.html 
3Loc. cit.