4 de febrero de 2013

De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos III

Continuamos esta semana con la tercera entrega del capítulo "De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos" contenido en el libro La migración y sus efectos en la cultura, editado por CONACULTA en su colección Intersecciones y publicado en junio de 2012.

¿Qué ocurrió en el proceso de encuentro de los ensambles soneros del "renacimiento del son jarocho" y los músicos chicanos? ¿Cómo se modificaron los discursos sobre la identidad, sobre los proyectos?  En esta tercera parte nos topamos con el testimonio de actores de ese momento, como Martha González del grupo Quetzal. 
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De raíces y fronteras: sonoridades jarochas afromexicanas en Estados Unidos
Ishtar Cardona 
(Tercera de cinco partes) 

Integrando mundos  

Desde mediados de los años noventa, la colaboración entre los ensambles de la nueva generación de músicos llegados de Veracruz y los músico estadounidenses ligados al son jarocho se vuelve más intensa: articulados por la reconstrucción de una memoria común, grabaciones, talleres, fandangos y conciertos se multiplican1. Pero las múltiples pertenencias asoman la cabeza, la reconstrucción del tejido pasa a través de la incorporación de elementos que manifiestan sus diversos orígenes. Y estos elementos hablan a su vez de la búsqueda de horizontes donde la concepción de una buena vida se organice en un principio rector. Así como algunos integrantes de la generación de rescate del son acompañan en ocasiones a movimientos sociales como el levantamiento zapatista, del mismo modo los nuevos músicos méxico-americanos, o como se les empieza a llamar, jarochicanos, participan en eventos que apoyan causas migrantes, manifestaciones en pro de los derechos laborales, defensa de espacios de habitación de la comunidad latina, organizando fandangos en el muro fronterizo que separa a Tijuana de San Diego, integrando en sus actividades a otras comunidades migrantes, asiáticas, africanas y del resto de América Latina.



Fandango Fornterizo, 2012. Tijuana, La Causa Films.

Martha Gonzalez, etnomusicóloga, doctorante en el Departamento de Estudios de la Mujer de la Universidad de Washington, co-organizadora del Fandango Seattle Project, promotora, activista e integrante del grupo chicano Quetzal lo expresa de esta forma:

La lucha Zapatistas, y el Nuevo Movimiento Jaranero han sido sumamente importantes para mí como música Chicana, cantante, percusionista, y compositora de Quetzal (...) La lírica, en spanglish, habla de identidad, del migrante en los E.U., de la injusticia, la globalización, del dialogo transnacional entre Chican@s y Jarochos, de la mujer y la esperanza. La transculturalidad resuena más hoy que nunca, con las urgencias sociales presentes. A fin de cuentas es una manera, una técnica, una herramienta para la sobrevivencia. (...) El son jarocho fandanguero había tenido un significado especial para todos y especialmente para los Chican@s. El fandango, las familias y la música -que es inclusive a todos y de todas partes- se prestaron a los esfuerzos sociales de Los Ángeles, Seattle, La Bahía y más. Pero a nuestra manera también el fandango se adapta a otras influencias. El protocolo del fandango se presta a esto. Es un espacio que se forma y desaparece tan pronto como se manifiesta. No se puede contener. Esto es una postmodern condition. Where extinct lands manifest temporal geographies (Pat-Brady 2002). Temporal in the sense that they are fleeting spaces where people meet and disperse at will and by necessity2.

Y en la conformación de este espacio común cruzado por múltiples experiencias, las influencias distintas se hacen sentir, mezclándose y recomponiendo el sentido de pertenencia. Así como la recomposición del código original de representación del son generó sentido en la comunidad migrante californiana durante los años cincuenta, por manifestar la capacidad de transtocar sentidos, la presencia de nuevos instrumentos, versadas, ritmos y colores en el son que se recompone ahora en el lado norte de la frontera marca nuevas miradas y sentires.

En los grupos que se han fundado en los últimos años en Los Angeles, Santa Ana, San Francisco y San Diego, pero también en Chicago, Seattle, y Nueva York encontramos un respeto nuevo por el código alejado del viejo folklore, que intenta reivindicar la raíz original del son, donde la estética rural constituye la materia prima de la creación musical, pero no por ello rechazan las influencias estilísticas que han recibido de medios urbanos y multiculturales, como el rock y el ska, y establecen un intercambio de códigos de ejecución con otro tipo de músicos. Algunos otros buscan el encuentro con narrativas musicales relacionadas con su propia narrativa, y establecen contactos con grupos de son cubano y caribeño, de flamenco, de griot senegalés y maliense, de canto mahgrebi. Mientras que para algunos es fundamental conocer a fondo la “tradición” jarocha rural y de ahí experimentar paso a paso con la fusión, para otros ésta ya es condición fundacional del son, por lo que no hay que negarse a ella.

Continúa Martha Gonzalez: 
Recientemente brindamos este mix a una comunidad en Little Tokyo (barrio japonés) en Los Angeles. En esta misma tocada el grupo jarocho Son De Madera aceptó nuestra invitación y nos acompañó. A ambos ensambles se nos unieron músicos de tambores Taiko. “La Lloroncita” sonaba a algo nuevo en un groove de cuatro por cuatro a lo cual Ramón Gutiérrez agrego su virtuosismo con la guitarra de son. Tereso Vega la cantó a gusto, como si estuviera en Boca de San Miguel. Los japoneses, Chican@s, y el son jarocho sonaron de forma precisa. Aunque todo por su parte era en sí distinto, a fin de cuentas sentimos un afán, llegamos a un significado común. Y en ese momento se sonorizó una comunidad3. 



La lloroncita. Quetzal y Son de Madera, 2004.

En el proceso de reconstitución del sentido del son, hallamos un descentramiento de los códigos de representación que da origen a la valoración de estos nuevos elementos y al mismo tiempo una revaloración de herencias que en algún momento -en la constitución de la folklorización- se ocultaron bajo los discursos nacionalistas, mestizos, de la música jarocha. Tal es el caso de las herencias africanas.



1Podemos citar el trabajo del grupo Mono Blanco con el grupo Stone Lips para el disco El mundo se va a acabar en 1994, o la colaboración que prestó Gilberto Gutiérrez, director de la agrupación, para el montaje de la obra teatral De Jarocha a Pocha presentada en San Antonio en 1996, así como su asesoría en 1995 para el disco Papa's Dream del grupo chicano Los Lobos con Lalo Guerrero, nominado para un premio Grammy. 
2Martha Gonzalez, ¿Irás y no volverás? O “estás que te vas y te vas, y te vas. . . .” en la página web del Observatorio Cultural Veracruz, 19 de julio de 2010, http://observatorioculturalveracruz.blogspot.com/2010/07/iras-y-no-volveras-o-estas-que-te-vas-y.html 
3Loc. cit.

1 comentario:

Miguel A Izquierdo dijo...

Gracias Ishtar por la invitación, postearé a mis amigas amigos jarochos y huastecos interesados en el son y demás. Les dará gusto estar al tanto!!!