28 de enero de 2008

Miradas al Programa Nacional de Cultura 2007-2012. La educación artística

El tema de la educación artística ocupa un lugar destacado en la estructura general del Programa Nacional de Cultura 2007-2012. El hecho es alentador, especialmente si se considera la grave situación que este tipo de enseñanza guarda en el panorama educativo nacional, ya de por sí desastroso. El Programa empieza reconociendo dicha circunstancia y manifiesta con claridad la urgencia de llevar a cabo las acciones de diseño curricular, capacitación docente y producción de recursos pedagógicos que resultan necesarias para atender el problema.

Como se sabe, no basta con que el artículo tercero constitucional disponga que la educación impartida en México posea un carácter integral: es necesario, además, que en los planes y programas de estudio, y en todos los aspectos que supone su aplicación, las diversas áreas del desarrollo humano guarden entre sí un indispensable equilibrio. No ocurre eso, evidentemente, en los planes vigentes. Éstos rinden culto, acaso excesivo, a las materias llamadas de asignatura, destacadamente al español y las matemáticas, en detrimento de las artes, la educación física y los valores ciudadanos, entre otros aspectos indispensables para alcanzar la mencionada integralidad.

Para que la enseñanza de las artes prospere entre nosotros es necesario llevar a cabo varias reformas, entre las que destacan las debidas adecuaciones a la formación de los profesores, a fin de dotarlos de habilidades para sensibilizar a los alumnos en el campo de las artes; la reformulación de los planes y programas vigentes, a fin de que la educación artística adquiera en ellos la importancia que su naturaleza impone y la creación de una comisión nacional técnica del ramo, que coordine los esfuerzos emprendidos.

El asunto resulta especialmente delicado en lo que hace a la educación básica. Para abordarlo, el gobierno federal se propone involucrar a las dependencias educativas del sector cultura (destacadamente a las escuelas del INBA y al Centro Nacional de las Artes) con el aparato administrativo y académico del Sistema Educativo Nacional. Llama la atención, desde luego, la enorme asimetría existente entre ambas estructuras y de inmediato llegan a la memoria los terribles escollos que han tenido que enfrentar otras administraciones culturales cuando han intentado hacer frente común con el enorme, y frecuentemente inamovible, aparato educativo. Es de esperar, por ello, que los responsables de impulsar la educación artística desde el flanco de la cultura cuenten con la imaginación y la sapiencia necesarias para salvar los obstáculos que, con toda probabilidad, encontrarán en su camino.

Sorprendentemente, la visión que presenta el Programa de la educación artística profesional peca, creemos, de optimista. Si bien resulta evidente la mejoría alcanzada en los últimos años por las escuelas del INBA ubicadas en el Centro Nacional de las Artes, también son claros el grave rezago académico de otras escuelas del mismo Instituto y la urgente necesidad de establecer salidas laterales para quienes allí se preparan, así como el hacer compatibles los planes y programas de estudio, entre sí y con las demás escuelas profesionales de la República.

Indudablemente, los asuntos que en este punto aborda el Programa Nacional de Cultura tocan a la puerta de las instituciones veracruzanas del ramo. Por un lado, queda claro que, sin desmedro de su autonomía, la Universidad Veracruzana debe hacer esfuerzos serios por poner su reloj a la hora de la modernidad académica que, por ahora, encabeza el frente federal y, por el otro, que el Instituto Veracruzano de la Cultura deberá restituir al Centro Veracruzano de las Artes su vocación de espacio de perfeccionamiento artístico profesional, así como retomar experiencias antaño exitosas, como la realización de los Festivales Pedagógicos de Arte, si se desea que nuestro estado participe en el baile. Sería, por cierto, deseable que así fuera.

21 de enero de 2008

14 de enero de 2008

Políticas culturales o marketing territorial y político desde la cultura

Bloguero invitado: Christian Rinaudo

En primer lugar, quería agradecer a los autores de este llamado “Observatorio Cultura Veracruz” por su iniciativa y la cualidad de sus reflexiones sobre “esa cosa llamada cultura…”, y de quienes soy desde entonces un fiel lector.

Para comentar esta entrada sobre el peso excesivo de la difusión artística en las políticas culturales, yo diría, siguiendo la línea de pensamiento de los autores, que sin este equilibrio entre difusión, educación cultural de proximidad y ayuda a la creación, toda política cultural corre el riesgo de transformarse en un simple elemento de marketing territorial y político.

Marketing político, en tanto se organizan eventos culturales institucionales –como señalan los autores- sin que exista la preocupación suficiente sobre su recepción por parte del público, ni sobre la formación que éste pueda tener para apreciar el contenido de lo que se le ofrece, corriendo así el riesgo de dar mayor relevancia a la promoción de la acción política a partir de la cultura, en detrimento de una verdadera política cultural.

Pero al hablar de marketing político, también estamos hablando del trabajo de construcción y de difusión de una imagen de la colectividad hacia un público escogido. El problema, en términos de políticas culturales, reside en el hecho de que este trabajo se encuentra sometido a un imperativo de “recepción” que no es compatible con la creación cultural cuya vocación es más bien de mantener una relación crítica con las normas artísticas y sociales. Al contrario, en el caso de la construcción de esta agenda cultural por parte de las instituciones, encontramos que la imagen a proyectar debe ser positiva, atrayente, consensual, dinámica. Al mismo tiempo, debe de generar sentido, de forma amplia, en un público fuera de lo local.

Esta política de la imagen se afirma en correspondencia, en un mundo cada vez más globalizado, con las lógicas del desarrollo y de la transformación de la industria turística. El relanzamiento de las manifestaciones folclóricas, la elaboración de mitos locales, el entrelazado de un repertorio de símbolos culturales con fines turísticos son iniciativas que sirven como ejemplo de una puesta en escena del patrimonio cultural.

En otro registro, los festivales internacionales, las bienales y otros eventos culturales o festivos son apoyados por las administraciones locales dado que contribuyen a crear un conjunto de imágenes para representar una identidad local. En Francia por ejemplo, grandes manifestaciones culturales como las Jornadas de Nantes, la Fiesta des Sudes en Marsella, las Bienales de Lyon (arte contemporáneo y danza), el Festival Interceltico del Lorient, pero también ciertas fiestas populares promovidas por las administraciones y desde hace algún tiempo organizadas por las oficinas de turismo como las ferias de Nîmes y de Arles, las fiestas de Bayonne y los grandes carnavales urbanos como los de Dunkerque y Niza participan de esta dinámica. Desde este punto de vista, sin una política cultural equilibrada, Veracruz, como tantas otras localidades en el mundo, corre el riesgo de no ser vista más que como un destino turístico sobre el cual se vende publicidad a los mismos mexicanos y a los extranjeros. Desde el ángulo opuesto, Veracruz podría dejar de ser sujeto de las veleidades administrativas y constituirse como un verdadero polo cultural, manteniendo una rica y compleja relación, dinámica y por fuerza en tensión, entre educación, creación y difusión cultural.

7 de enero de 2008

Intermedio


¡FELIZ 2008!
Y que el fandango nos mate del cansancio...
Imagen: Annick Tréguer

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