29 de agosto de 2011

De twittero a terrorista: necesidad de transparencia

¿Qué podemos decir ante los últimos sucesos?
Por lo menos, exijamos transparencia en la información.


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De twittero a terrorista: necesidad de transparencia
Ishtar Cardona


“El miedo paraliza y oscurece la razón. Enmudece a la gente e inhibe la acción”
José Narro


Estoy bien sacada de onda, me dice una amiga por skype. Ya no sé ni qué, continúa con un hilito de voz que resuena metálica por las bocinas de mi computadora. Nomás de pensar cuando podíamos irnos a cenar sin andar pensando en granadazos y metralletas, me dan hasta ganas de llorar.

Uy, y tú que le haces al jarocho, ¿te enteraste que el fandango del CaSón se suspendió? Cómo no, si era después del granadazo, ¿no? Y el Afrocaribeño que se les arruinó. Bueno, yo no voy mucho a eso a menos que sea algo grandote, como cuando trajeron a Celia Cruz hace muchos años, ¿te acuerdas? Creo que tú ni estabas acá. El Malecón estaba hasta la madre, pa'su...

A mí ya se me había olvidado ese concierto que ahora mi amiga saborea con nostalgia. Ahora y como están las cosas qué esperanza que algo así vuelva a ocurrir. Del otro lado de la pantalla la voz sigue.

Yo por eso ya le dije a Gustavo que ni de chiste sacamos a los niños al Centro. Nomás a las Américas y para hacer compras de rapidito. Pero allí también pasan cosas, ¿verdad? Imagínate, uno en su onda y que te salgan esos locos con armas. Ay, no, es que ya no se puede. ¿Te contó Margarita que a ella y sus hijas les tocaron balazos cenando en Boca? Se tuvieron que refugiar en el baño, pero con lo de Monterrey ahora nadie se va a querer meter ahí. Qué tal que no nomás balacean a alguien que esté con el pan y el Jesús en la boca, sino que también queman el local.

¿Te contaron tus tías que mataron a los taqueros de la cochinita, a los del puesto de frente a la casa de las monjas del América, frente a la funeraria naval? Si hasta a los del IVEC les tocó. Y a los chamacos de Bachilleres que iban saliendo. Ahí mero, juntito al Notiver.

Cuánta cosa, ¿no? ¿Y sabes qué es lo peor? Que ya ni el chisme se cuenta con tranquilidad. A nosotros que se nos da tanto el chisme. Y ahora estamos como amordazados. Ya hasta por facebook a mis hijos les da miedo comentar las cosas que pasan, no vaya a ser que alguien lea lo que escriben y les peguen un susto. Y yo ya ni platico de eso con cualquiera. Fíjate que la primera vez que escuché que Gustavo hablaba de los de "la última letra" hasta risa me dio. No sé, me sonó a albur. Pero ahora hasta bajas la voz cuando dices "zeta". El chochol jarocho ya se fue mucho a la chingada. En las poquitas reuniones a las que nos invitan se platica lo que pasa pero quedito, como mesurado. Digo, lo qué pasa y quiénes creemos que están involucrados. Ay, hasta nos vamos a volver prudentes. Pero las leyendas urbanas, esas sí vuelan.

¿No te han contado la del coche que está parado en medio de la calle, estorbando, y que son los desgraciados estos, viendo si les tocas el claxon o no para medir si te matan? Esa se la contaron a mi sobrina en la universidad, y no creas que uno de sus amigos, fue su profesor... Y se los contó a los alumnos diciéndoles que le pasó a una vecina suya. ¿Tú crees que sea cierto? A mí me dijeron que lo mismo se cuenta en Tampico y en Morelia. Se me hace una barbaridad que un maestro, instruido, cuente esas cosas. Nomás se esparce el miedo a lo pendejo, ¿no crees?

Pero uno ya no sabe ni por dónde va a venir el rebote de las cosas. Mi hermana está medio agradecida por la situación. Cree que así sus hijos se van a quedar tranquilitos en casa y ya no se van a reventar. Yo le digo que está loca, que cuando el aburrimiento les gane, algo peor se les ocurrirá. Además, qué mal que los chamacos tengan que crecer en toque de queda. Inventando historias, pasándose el miedo como pelotita, alimentando el rumor pero con pánico de decir las cosas de frente. Con ganas de salir a hacer cosas, de vivir cosas, y con la ruleta rusa zumbándoles alrededor.

Yo no sé que está pasando con la información. Tú alguna vez me dijiste que alguien dijo que la primera baja en las guerras era la verdad, ¿no? ¿Quién fue? Acá ni los periódicos terminan de contarnos la realidad. Vemos que algo pasó a una cuadra de la casa, vemos camiones con navales, oimos cosas, sentimos el vuelo bajo de los helicópteros y al día siguiente nos dicen que hubo un choque. Nada más. A menos que sea algo muy grande, y ni así nos cuentan las historias completas. Luego nos enteramos de que hubo civiles muertos por radio bemba, porque la cuñada de la vecina de la hermana del de la tienda dijo. Pero ya ni sabemos si sí es cierto.

Cuántas cosas no han pasado por acá que tú dices que en el chilango ni se enteran. Y cuántas otras que son mentira pero que la gente jura por Diosito Santo que sí pasaron. Cuánta gente no anda diciendo que ellos clarito vieron los cuernos de chivo y los muertos que luego resulta eran mentira. Y cuando los ven de verdad se les clavan los labios pensando que a lo mejor ya ni la contaban.

Ahora nos salen con que quien difunda información no oficial por las redes sociales va a ser acusado de terrorismo. ¿Sí viste lo de los twitteros? Por andar diciendo que los narcos iban a atentar contra las escuelas, se armó la paranoia la semana pasada y los papás fueron corriendo a sacar a sus hijos. Qué desmadre. Ya dijo el procurador que van a castigarlos por atentar contra la estabilidad de la sociedad veracruzana. ¿Y a los de los granadazos? ¿Qué esos no atentan contra nuestra estabilidad? Claro, no es lo mismo una granada que una computadora. Y no me vayan a salir que no saben quiénes mandan a sus achichincles con esas madres en los bolsillos como si fueran cigarros. Bien que saben, pero hay tanta cola por pisar que lo más facil es hacer que la gente no haga bulla. ¿O qué piensas? No me dices nada, ¿o no te dejo hablar? Ya estoy igual, no te dejo opinar.

Pero es que es mucha tontería, ¿no? Acá por twitter nos enteramos si algo raro pasa por alguna zona de la ciudad, para no acercarnos. Tú me dijiste que lo mismo estaban haciendo tus amigos de Xalapa. Y que te desesperaba que se inventara tanto run-run que nomás despistaba de los verdaderos debates. Que te chocaba tanto invento que nomás asusta. Que así somos los jarochos. No te hagas, eso me lo dijiste hace poco. Pero es que es inevitable en estos casos. Si no hay información confiable nos la inventamos entre los amigos y compañeros de trabajo. ¿A todos nos van a juzgar como terroristas?

¿No sería lo más lógico que agarraran al que en verdad asesina, por más negocio que sea? ¿Que nos digan la verdad sobre la violencia y quién la usa, con la ayuda de quiénes? ¿Que ubiquen sus prioridades en lugar de agarrar a patadas a los de a pie?

Ya te deprimí porque no me dices nada y Gustavo ya llegó. Vamos a cenar unas tostadas que me inventé. ¿Te acuerdas de las garnachas de la noche? ¿Qué hará ahora la señora que las vendía? ¿Tendrá todavía clientes? Te dejo. Ya me voy a desconectar. Oye, tú, ¿por andar chismeando por acá no nos irán a acusar de terroristas? Besos, amiga.

Bup, sonó cuando colgamos el skype. Ese sonido de gota ahogada. Yo también sentía que me ahogaba. Como la verdad.

22 de agosto de 2011

Intermedio

El pasado 12 de agosto, en el marco del Festival Afrocaribeño en el Puerto de Veracruz, se presentó Totó la Momposina.

Ya se había presentado antes en el mismo festival: en el 2006 actuó ante un Zócalo abarrotado, gozosa la noche, llenas de música las callejuelas cercanas. Totó estaba contenta y se reunió un grupo de amigos, alborotados y agradecidos con el regalo de su ritmo, para llevarla a cenar. Solamente cruzamos la calle y ya estábamos en la terraza del Hotel Diligencias, tranquilos y platicadores. Nada nos perturbaba. Ningún sobresalto. Pura risa.

Este año las cosas han sido muy distintas. Totó se presentó, como lo reseña Caterina Camastra en el post anterior, ante un auditorio semivacío, rodeado de policías armados, el miedo corriendo por las calles. El mismo miedo que hizo que el tradicional fandango del mes organizado por Mono Blanco en el CaSón se suspendiera.

Pese a todo, el entusiasmo de los resistentes -no puedo encontrar mejor adjetivo- animó la velada, y espero que Totó no se haya marchado con impresión de desencuentro con el público porteño.

Para aquellos que no pudieron ir a encontrarla, subimos el corto publicitario de un documental que sobre ella se produjo en el 2008, "La Colombiana".

15 de agosto de 2011

¡Devuélvanme mi Puerto!

Devuélvanos nuestro Puerto. Caterina Camastra escribe desde la frustración de todo el Observatorio: nuestros espacios de vida no le pertenecen a unos cuantos, por el poder de la violencia y del miedo. No a las balas. Sí a la música y los árboles.
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¡Devuélvanme mi Puerto!
Caterina Camastra


Érase una vez un puerto. Un puerto presidido por una antigua fortaleza junto a las torres de containers de los muelles de carga. Tenía los problemas comunes de muchas ciudades, problemas de mala administración, mala conservación, nula planeación urbana. Los pocos edificios históricos, placitas y jardines sobrevivientes, en medio de la decadencia, la cementificación y la especulación edilicia, daban al centro de la ciudad el aspecto de un baúl volcado por algún descuidado pirata, desperdigando las joyas sin orden ni concierto.

Aparte, como todos los puertos del mundo, era un lugar propicio para tráficos y trapicheos, tenía su hampa y era normal y medianamente peligroso. Había atracos y pleitos de cantina. Había calles de esas de andarse con cuidado. Había también mafiosos de alto calibre y tejemanejes en la aduana. Había policías corruptos que hacían su agosto en carnavales, deteniendo a cualquiera con cualquier pretexto e hinchándose de mordidas.

Pero mi Puerto también era alegre y entrañable. Había gente risueña, bromista y bullanguera. Había pregoneros de nieves y volovanes, turistas de paseo por el Malecón, tintineo de cucharitas en el Café de la Parroquia. Y había música, mucha música. Había danzón en el Zócalo y son cubano en el Portal de Miranda. En los otros Portales había norteños y marimbas y boleros en festiva cacofonía. Había jarochos de blanco y fandangos de colores. Uno iba al Puerto a echar fiesta, a ver el mar y a gozar la especial belleza de la brisa en el palmar, como dice la canción.

Y ahora resulta que ir al Puerto a un concierto del Festival Afrocaribeño, como yo estoy haciendo en este momento, increíblemente se vuelve más que un asunto de esparcimiento y recreación, casi casi un acto de resistencia civil. No me resigno a ver mi querido Puerto musical sangrado por balaceras a la orden del día, desgarrado por la violencia, marcado a fuego por una Z que no es la del Zorro vengador, sino la de una jauría de criminales desalmados crecidos a la sombra de los poderes conniventes. No me resigno ante el Boulevard y el Malecón que languidecen en el silencio y el vacío, recorridos por los fantasmas de sus paseantes ahuyentados. Voy con cierta aprensión a un concierto que iba a ser al aire libre, junto al mar, y ha sido cambiado al encierro supuestamente más controlable y seguro del Auditorio Benito Juárez. A ver cómo me va.

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Al otro día constato que viví para contarla. No pasó nada, no me tocó balacera. El concierto se llevó a cabo sin incidentes en un Auditorio rodeado de camionetas y numerosos efectivos de la policía del Estado. Casi aventuro a decir –soy pésima para los conteos– que había más policías que público asistente. El recinto lucía despoblado, pese al entusiasmo de los que sí estaban. Un encierro climatizado y resguardado por hombres con metrallas no se compara al aire libre del Malecón.

En el fandango que se armó después, platiqué con el dueño del patio trasero donde nos encontrábamos: un jardincito cercado por una barda alta, un oasis de paz en una ciudad que parece ya vivir con toque de queda. “Nos están robando la ciudad, el Puerto que es de nosotros y de todos los viajeros”, dijo él. El fandanguito tomaba visos, más que nunca, de afirmación de una resistencia ciudadana en contra de la violencia y el miedo. Unas horas más tarde, en una madrugada desierta, recorrí a pie las pocas cuadras entre la casa de mi amigo y la terminal de autobuses sobre la Alameda de Diaz Mirón, entre la presencia silenciosa y solemne de los grandes árboles, los mismo que el enésimo proyecto de mala gestión urbana pretende talar. La idea de cortar uno solo de los gigantes que bordean el camino, imágenes de la quieta y sólida sensatez de la naturaleza en el medio de una ciudad convulsa, parece resumir toda la locura de estos tiempos que nos tocaron.

Devuélvanme mi Puerto. Devuélvanos a todos nuestro Puerto jarocho y su cumbancha. Y dejen en paz sus árboles.

8 de agosto de 2011

Intermedio

Seguimos: no queremos desviar la mirada sobre el tema de la desaparición de la Alameda y las modificaciones a la Avenida Díaz Mirón en Veracruz.

Cartones aparecidos en el diario Notiver en el último fin de semana:


Guechy. QUIEREN ARBOLITOS POR TODOS LADOS. 05 Agosto, 2011.


Guechy. AÑO 2050 AV. DIAZ MIRON. 06 Agosto, 2011


Guechy. NINGUN VERACRUZANO SE ESTA OPONIENDO A LA REMODELACIÓN DE DÍAZ MIRÓN. 07 Agosto, 2011

Rastreando las notas y cartones que sobre el tema de la desaparición de la Alameda del Puerto de Veracruz publica la prensa veracruzana, solamente hemos visto continuidad en el trabajo del cartonistas Guechy del diario Notiver.

En la prensa escrita, notas o artículos de opinión, no encontramos rastros de algo que pudiese ser considerado debate ciudadano sobre el asunto.

Si nuestros lectores saben de otros espacios donde se esté discutiendo este tema, que debería de ser dialogado en un nivel público, les agradeceremos la información.

1 de agosto de 2011

Entre lecheros y alamedas

Vamos a darle un poco más de espacios al tema de los derechos culturales y el espacio urbano.

Ishtar Cardona abunda sobre la "invención" de tradiciones frente al desmantelamiento de los espacios comunitarios de socialización.

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Entre lecheros y alamedas
Ishtar Cardona

Reviso los diarios porteños del fin de semana. Busco información sobre el tambaleante destino de la Alameda. Encuentro varios cartones sobre el asunto firmados por Guechy, y en el Notiver. Ninguna nota.


"CUAUHTEMOC Y CIRCUNVALACION TIENEN TRES CARRILES Y POR AHI CIRCULAN DIEZ VECES MAS CARROS QUE EN DIAZ MIRON"





"EL CASO DIAZ MIRON, NO HAY PROYECTO, NO HAY PLANOS, NO HAY ESTUDIOS, ESTA TODO DE CABEZA"

En el Imagen de Veracruz me topo con el record "del mayor número de personas reunidas para tomar café". El típico café lechero que es costumbre en esta orilla del mar. La Alcadesa presidió el numerito.

Me detengo a pensar en la cantidad de espacio periodístico que ocupan la torta más grande del mundo, la rosca de reyes más grande del mundo, el filete relleno de mariscos más grande del mundo, el tamal más grande del mundo... Cuando evoco la rosca de reyes más... (bla,bla,bla), aparece en mi mente la figura de Ebrard comiendo entre sonrisas su pedacito de rosca. Bromeando con su comitiva sobre el muñequito y quién se lo trago para evitar pagar los tamales en febrero. No estoy segura de haber visto fotografías así, pero no me cuesta trabajo pintarme el cuadro. Cuadro similar al que me puedo imaginar con el presidente municipal de Boca, o con la alcaldesa de Veracruz.

Al final de la nota que narra el macroencuentro lechero en el malecón porteño se consigna la promesa del ejecutivo local de repetir el evento el año próximo esperando se convierta en "una nueva tradición". Y aquí me vuelvo a detener.

No quiero meterme mucho en los meandros de qué constituye una tradición o no, pero me hace ruido, cada vez más, que cuando el lazo social se cae a pedazos, podrido, se privilegie la tarjeta postal por encima del espacio cotidiano. El telón teatral enmascarando el patio abandonado.

En el clásico "La invención de la tradición", compilado por Ranger y Hobsbawn, se da cuenta de cómo la tradición, como noción surgida en contextos modernos, conforma una narrativa del pasado como un mundo puro, heredado de nuestros mayores, que debe ser preservado. Y en todo ello juega la agenda de los actores sociales y políticos: ¿Qué tradiciones preservamos y por qué? ¿Qué y quién define aquello que debe ser preservado?

No somos portadores de una epifanía si decimos que las tradiciones administradas desde lo alto de la estructura social denotan más beneficio vertical que horizontal, conllevan legitimación para el gobierno que las promueve y ganancia para quien las transforma en espectáculo. Cuando el plano horizontal queda fuera del esquema, la preservación de estas tradiciones se vuelve asunto de empresa, no de mantenimiento comunitario.

Me parece que el puerto de Veracruz no necesita otra tarjeta postal, necesita fortalecer el sentido social de las que ya tiene. Y se necesita también entender cuáles son los espacios de la memoria que la comunidad requiere conservar para sí, para su gozo y su salud. No todo puede ser negocio sin beneficio para los pobladores.

Ahora que por más que las autoridades y ciertos sectores de la sociedad no quieran ver el escenario de violencia en el que nuestras ciudades han devenido, ahora que parece que el "nosotros" se diluye en el "sálvese quien pueda" es necesarísimo conservar y fortalecer los espacios que nos hablen del colectivo, donde la vida en común pueda reproducirse.

No necesitamos otro record guiness. Necesitamos reavivar nuestra Alameda.