El pasado 4 de octubre Annette Fradera, consultora, productora y supervisora musical para cine presentó la ponencia "Los derechos, la música y la imagen" en el Primer Congreso de la Cultura Iberoamericana. En esta presentación se habló sobre los derechos de autor para música en cine y documentales, particularmente sobre el problema que representa para los documentalistas el uso de imágenes donde se registra música ambiental sobre la que hay que pedir (y pagar) derechos.
Agradecemos a Annette que nos permita reproducir su ponencia, llena de ángulos novedosos para mirar el panorama de la creación y el límite de los derechos...
Los derechos, la música y la imagen
Annette Fradera
La música nos maravilla, pero ese bien cultural intangible, gozoso o triste, volátil, que viaja en el aire, también puede ser una pesadilla, pues al fijarse en una película adquiere una tangibilidad tal, que le quita el sueño a realizadores y productores por igual.
Aunque es conocimiento de muchos, difícil resulta hablar en una mesa de música, multiculturalidad y cine sin mencionar a Morricone, Nino Rota, Silvestre Revueltas, Antonio Carlos Jobim, o a Kusturica y Ry Cooder, quienes como compositores para cine nos traen de muy diversas formas, tanto doctas como populares, los aires y sonidos de sus países, de sus comunidades… imprimiendo sellos únicos que no dejan lugar a duda de su procedencia, plasmando su cultura en las bandas sonoras de películas.
No todos los compositores para cine tienen esta cualidad o característica; los hay genéricos y, aunque no privilegien transmitir identidad cultural - porque el mercado así lo pida- sí resuelven en muchos casos el reto de contribuir al buen fluir de la narrativa de los films.
Sin embargo, más que la música compuesta para películas, lo que quiero tratar hoy aquí, aunque sea brevemente, es la música “in situ” de los trabajos de documental y cine directo.
Hablando de multiculturalidad, ¿qué mejor que el documental para tener registros y observar las formas en que la música se presenta y representa en nuestro cotidiano, en nuestras muchas realidades?
En cuanto a la música en sus trabajos, ¿qué problemas enfrentan los documentalistas y realizadores de cine directo?
Al momento de realizar un registro audiovisual, el aire está invadido de sonidos de toda naturaleza; en muchos casos se trata de una verdadera contaminación del espacio sonoro, cuyo respeto parece no importar en este país y en muchos otros de nuestra Iberoamérica...
Un registro documental que no contempla una postproducción de audio –que en todo caso puede llevar a una relativa pérdida del contexto sonoro- se encuentra en un aprieto por el temor de los realizadores al no solicitar permiso y no pagar la cuota que les pidan por todo aquello que se registró en las tomas, a parecer enemigos de los autores de la música que aparece, a ser demandados o sacados de su circuito de exhibición, por mencionar algunos de los inconvenientes…
Para comprender mejor el por qué de las dificultades tan serias y preocupantes relativas a la música, imaginémonos el siguiente escenario:
-Por fin se dejó ver en público el más famoso héroe popular que vela por los yerberos y brujos en los mercados de esta ciudad: “Super Brujo”.
El documentalista acude presto, sigiloso e invisible, a querer captar este increíble momento para su documental “Brujos y Yerberos en México, ¿Nuestra última esperanza?”
Llega al mercado, prende la cámara y…
¿Qué música es la que suena?
¿Quién la compuso?
¿Quién la representa o administra?
¿Quién la interpreta?
¿De quién será la grabación que está sonando?
¿Y esa otra? ¡Oh no…! Corte!.. Corte!!
¿Cuánto me va a costar que me den permiso de conservarla en el documental?
¿Cuánto tiempo me llevará tramitarlo?
¿Necesito un abogado?
¿Necesito dos?
¿Hay alguna tarifa , o parámetro de referencia, digo, pa’ saber en que me estoy metiendo?
“¡Auxilio, Socorro!... ya sé, voy a quitarle todo el audio y doblar los testimoniales. Y cuando bailan… pues me traigo a mi primo que toca la guitarra y a ver como lo arreglamos...”
Y en lo que el documentalista se hace todas estas preguntas y se truena las meninges, Super Brujo se hizo una limpia, dio entrevistas, tres vueltas chaparras y se fue. -
Eso… quitémosle el contexto sonoro a los trabajos, la posibilidad de saber si fue grabado en Tepito o en el Mercado de San Juan, si fue en el 2008 o en 1999, si lo que más cantan en los festivales del 10 de Mayo es a Gloria Trevi o a Shakira… ¿a quién le importa? ¿Mexicana o Colombiana? ¡Da igual, es Pop Latino!
Situaciones como la que acabo de narrar, que he visto suceder a menudo, me parecen inaceptables, y expongo aquí mis reflexiones y observaciones en este sentido:
La música que suena en el aire, en las calles, los mercados, las iglesias, donde sea, “in situ” pues, es parte de un contexto social y cultural determinado. Sería absurdo pensar en separarla o eliminarla de un registro documental. Hacer esto es una forma de distorsionar y hasta permutar la historia, las noticias, el contexto de los hechos, dónde ya nadie sabe qué es real, qué es que…
En tiempos donde todo se puede manipular, en que editoras y disqueras pretenden amedrentar, amenazantes e inaccesibles, a los usuarios y realizadores ante el inminente colapso del modelo de negocios y las reglas que ellos mismos establecieron, usufructuaron y agotaron sin reserva, -ojo: seguimos hablando de música- con mas razón hay que echar mano de lo que sea que nos pueda servir para proteger la música contenida en documental, o mejor dicho, proteger a los documentales de quienes reclaman derechos sobre la música que estaba ahí.
Nadie nos pide una autorización o nos paga por invadir nuestro espacio sonoro de la forma tan brutal como sucede hoy en día. Es un tema ausente en la ley sobre todo en lo que se refiere al hecho de convertirnos en “consumidores” aún en contra de nuestra voluntad.
Esa promoción y mercadeo que goza la música a través de los medios y los aparatos de amplificación sonora, corresponde cada vez menos a una selección digamos “natural” del gusto de las personas. Esa selección depende cada vez más de las nuevas tecnologías y sus comunidades de consumo…
El catálogo de música mexicana que prevalece en el “aire” de nuestro espacio sonoro, fue decantado por el gusto popular, la radio y el cine en tiempos pasados.
Después, por los medios de comunicación dispuestos a negociar la programación con las disqueras (la famosa "payola”).
Hoy día está siendo decantado, no por lo que yo llamaría selección natural, sino por lo que queda de las disqueras y las editoras, que muestran muy poco interés en divulgar obra desconocida. El catálogo de música mexicana que podríamos calificar de emblemática se encuentra de cierta suerte “secuestrado” y fuera del alcance, por incosteable, de los realizadores mexicanos.
No todo está perdido, hay que informarnos y ejercer los derechos que protegen los trabajos documentales.
Primero, y sin entrar aun a otras ideas relativas a las nuevas formas de modelos de negocios por venir , he aquí algunos conceptos que contempla la ley y cosas que se pueden hacer para escenarios como los que he descrito anteriormente:
-El derecho de cita, que permite la utilización de fragmentos incluso con intenciones de crítica, siempre y cuando se respeten los derechos morales del autor (otorgando su crédito).
-Enlistar en créditos las canciones si se saben los títulos, los autores, si saben los nombres, y de lo que no se sepa, aclarar, también en créditos, que es desconocido para el realizador.
-Obtener la información para créditos que pueda proveer la SACM o una búsqueda razonable. Actuar de buena fe en este sentido, sin fines de lucro, sin que la música sea el fin del documental.
-No caer en el error de sacar audios por temor a tener que pagar derechos de sincronización cuando no están sincronizando; están captando lo que está en el aire, y repito, el audio se convierte en parte de el contexto que determina aspectos como geografía, época, clase social, usos y costumbres, etc., y por lo tanto es parte indisociable del documental directo.
-Asesorarse debidamente con abogados especializados en la materia de manera preventiva y no sufrir después. Recurrir a la UNAM, a la SOGEM, a la misma SACM que tendría que ofrecer información y soluciones.
-Exigir en las escuelas de cine y de medios de comunicación una educación jurídica más actual, precisa y útil. No temer a lo legal, hacer consultas grupales para abatir costos y divulgar el conocimiento adquirido entre colegas sobre la marcha.
- Recurrir a Creative Commons (creativecommons.org)
Lo que viene: Creative Commons
CC es una forma de normar o reglamentar lo que hoy no contempla la ley de derechos de autor y Copyright, de una forma directa, con la decisión del creador o autor.
Y cito un fragmento de la definición tomada de su página oficial:
“Creative Commons define el espacio que se encuentra entre el espectro de la protección absoluta de los derechos de autor - Todos los derechos reservados� - y el dominio público - Ningún derecho reservado� -. Las licencias te ayudan a conservar tus derechos autorales invitando a usar tu obra bajo el esquema de ‘Algunos derechos reservados’.
“Creative Commons nace como proyecto gracias a la iniciativa de Lawrence Lessig, profesor de derecho de la Universidad de Stanford y estudioso de los fenómenos sociales y culturales del ciberespacio. CC es una organización sin fines de lucro que persigue como principal objetivo ofrecer licencias modelo que faciliten la distribución y uso de contenidos.”
CC no pretende sustituir la ley de derechos de autor, al contrario, tal ley es necesaria para normar muchas cosas, es un complemento que matiza el uso y usufructo de una obra. Abre muchísimas posibilidades. Es el momento histórico de repensar los paradigmas de la industria y no esperar a que colapse del todo para empezar a buscar opciones. Es un momento emocionante para pensar en todas las posibilidades e imaginar hasta dónde podemos llegar.
El mercado de la cinematografía, así como el de la música, siempre han observado una resistencia a los cambios dado que operan con un modelo de negocios muy lucrativo que conocen bien, y no es de sorprenderse que, ante la llegada de nuevas formas y modelos, antes de cambiar, pretendan controlar. Ya se adaptarán después de ganar todas las batallas legales aunque pierdan todas las batallas socioculturales y tecnológicas, y esto sólo con el fin de retrasar los inminentes cambios que vendrán.
El cine, como la música, donde la Cultura y la Industria se encuentran y las contradicciones están a la orden del día, también tienen todo por reinventar en cuanto a modelos de negocios.
Mucho se ha hablado en este Congreso del asunto y sabemos que los modelos de distribución y exhibición que conocemos hoy, las leyes que protegen a unos y no a otros, los incentivos para la producción, etc., etc., están muy lejos de ser una respuesta a las necesidades de divulgación y recuperación de los films.
Hay que ser optimistas: existe una gran comunidad emergente en el mundo con una visión moderna y con futuro que permite la participación activa de los autores y creadores, que contempla nuevas prácticas sociales con nuevas tecnologías. Antes era impensable hacer una divulgación de obra por cuenta propia como resulta posible hoy.
Veremos nuevas formas descentralizadas; antes las opciones que prevalecían en cine era “Cultura Hollywoodense” o “Cultura Ninguna”, ahora eso está fuera de discusión, las opciones aparecen y las están adoptando las nuevas generaciones creando sus comunidades en red en donde comparten, compran, venden y consumen en general cantidades incalculables de bienes culturales.
Importantes ventajas son las que ofrecen el “filesharing” y el “open source” a cualquier ciudadano del mundo, permitiéndole acceso al conocimiento y a todos los contenidos con la punta de los dedos. Un horizonte infinito de educación y cultura …cada ciudadano se puede enriquecer de una forma que no ha sido vista desde hace mas de 150 años con el advenimiento de las bibliotecas públicas.
Y cada creador tiene las mismas posibilidades en el otro sentido, que su obra viaje y sea conocida, consumida y hasta utilizada si lo desea.
Yo no creo que los consumidores no quieran pagar a los artistas, pero sí creo que hay notables señales que indican que los consumidores no quieren pagar a las grandes corporaciones con quienes se relaciona más la manipulación del mercado, de medios, la censura e incluso la libertad de crear.
Sobre lo libre y lo gratuito; el concepto de lo “free”…
Las estrategias que se manifiestan hoy en día para consumir a menor costo productos audiovisuales son campo amplio y minado de discusión. Reflexionar sobre la complejidad de fenómenos como la retención irrestricta de derechos de posesión, la piratería y las estrategias de creación, distribución y adquisición de productos culturales se vuelve cada vez más urgente. Sin embargo, no podemos negar que si se flexibilizan las fórmulas del mercado y se negocia de forma justa entre creadores, distribuidores y consumidores, podríamos producir una economía de la cultura más viva, vibrante y propositiva, cuando el control y la restricción en estos tiempos solo ahuyenta a los jóvenes talentos que encuentran otras salidas por la red.
Será un proceso difícil y turbulento, pero así es como veremos revolucionar a las industrias culturales y el mercado para los creadores. Y seamos realistas, lejos de una cultura con una aproximación individualista tan ejercida entre los 60’s y los 90’s, hoy día los proyectos colectivos como el cine son los que atraen más a los jóvenes y prometen más largo alcance.
Antes de terminar mi intervención, quisiera expresar mi sincero agradecimiento al Dr. Cesar Callejas (UNAM) y a la Mtra. Ishtar Cardona.
Gracias por su atención.
1 comentario:
Interesantísimas reflexiones. Gracias a Annette por hacerlas y a Ishtar por compartirlas con quienes no asistimos al Foro Iberoamericano de Cultura.
Patricia Vega
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