17 de enero de 2011

La Gestión Cultural en América Latina: ¿modelo de desarrollo?

Ahtziri Molina -en su turno al bat- escribe sobre la gestión cultural desde América Latina, su rol y razón en nuestros muy particulares contextos.
¿Por qué es necesaria la administración y mediación de la cultura en lo social? ¿Por qué creemos que debería de promoverse con mucha mayor seriedad la labor del gestor cultural?

Ahtziri aborda este tema en momentos en que nuevamente se podría redefinir este espacio de acción, el de la administración de lo cultural, en nuestro Estado (y todo el Colectivo Observador le manda un abrazo grande para que se recupere pronto).

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La Gestión Cultural en América Latina: ¿modelo de desarrollo?
Ahtziri E. Molina Roldán

La Gestión Cultural, según la define Bernárdez López, es “la administración de los recursos de una organización cultural, con el objetivo de ofrecer un producto o servicio que llegue al mayor número de público o consumidores, procurándoles la máxima satisfacción” (1). Esta definición básica funciona también para hablar del trabajo puesto en eventos, espacios culturales o actividades generadas en este sector.

El trabajo de los promotores y/o gestores culturales en el continente tiene diversos orígenes, trayectorias y condiciones sociales. Por lo tanto, no es objetivo ni viable considerar el estado de la cuestión a nivel latinoamericano como un monolito. Sin embargo, sí existen elementos comunes que han guiado las acciones del sector, así como similares motivos que lo alimentan y retos por venir en esta ocupación que desde hace algunos años se encuentra en franco proceso de profesionalización. Esta reflexión además considera que los actores, las posiciones donde socialmente se sitúan y los modos de actuar son distintos de acuerdo al contexto y capacidades. En este sentido, se reconoce la buena salud de la Gestión Cultural, tan variada, flexible y dinámica como la cultura misma; capaz de expresarse y sobre todo dar salida a todas las expresiones culturales de las distintas sociedades.

Si bien en algunos países la Promoción Cultural comienza a principios del siglo XX de la mano de procesos de alfabetización, construcción de la idea de nación y factor para el progreso, la idea de promotoría cultura toma forma en las décadas de los sesentas y setentas como modos de movilización social y construcción de las comunidades. Fue en la década de los ochenta donde a nivel subcontinental hubo un fuerte impulso al trabajo de promoción cultural desde los ámbitos no gubernamentales. En estos espacios se comenzó a visibilizar la figura del promotor cultural independiente, quien tenía como cometido objetivos tan diversos como la iniciación artística, el trabajo comunitario y el rescate patrimonial, entre sus principales tareas.

El promotor cultural, en su forma actual, es heredero de ambas vertientes y fue potenciado por la agenda de la UNESCO que encuentra en la cultura un agente vital para el desarrollo de los pueblos. Lo anterior se sustenta en considerar a la cultura como un vehículo para construir la cohesión social, la sustentabilidad, un medio ambiente sustentable, motor de creatividad, innovación y como agente para el desarrollo económico y social (2).

Por otra parte, algunos países del continente que experimentaron dictaduras militares entre las décadas de los cincuenta y hasta los ochenta, la sociedad civil construyó nichos de expresión y participación social en los grupos culturales. La generación de estos espacios fue vital para la conformación de nuevos modelos de interacción social promovidos en las etapas de transición a la democracia, así como para delinear los distintos sectores culturales.

Autores como José Luís Mariscal (3) identifican que la idea de Gestión Cultural tiene varios modos de comprenderse y destaca los siguientes modelos: la cultura como un elemento de refinamiento social, de acceso restringido, como un repertorio de manifestaciones socialmente construido y de valor patrimonial; como mercancías cuyos contenidos simbólicos y/o materiales hacen referencia a manifestaciones de grupos o movimientos sociales concretos; como una dimensión estratégica para el desarrollo de las naciones, y como sistema simbólico de prácticas y sentidos construidos social e históricamente.

La Gestión Cultural ha encontrado tierra fértil para su desarrollo en el siglo XXI, cuando se considera a este sector muy susceptible de generar recursos financieros para el mejor desarrollo de las naciones. De la mano del impresionante desarrollo tecnológico y el alto grado de interacción que este ha alcanzado, las posibilidades de empleo del gestor cultural se multiplican: pasando desde trabajar de modo tradicional en montajes de obras de teatro, hasta la posibilidad de impartir cursos musicales en línea o generar colaboraciones de trabajo virtuales, entre otras. Sin embargo, y en los muchos derroteros también ha derivado en dejar de lado la noción de la cultura como un eje del desarrollo. O al menos, ya no es a la idea de desarrollo sustentable a la que están respondiendo algunas de las políticas y de los proyectos generados desde la iniciativa privada o las propias instituciones como sería el caso de los desfiles del Bicentenario de la Independencia en México, que en un lapso de cinco horas gastaron alrededor de setecientos millones de pesos (4), lo cual respondió en gran medida a la concepción de la cultura, y en especial de las artes, únicamente como espectáculo.

Otro de los asuntos que se vislumbran es que al ser una herramienta de políticas internacionales, pero implementada a principios de siglo, la gestión es identificada por algunos como una moda, como un modelo pasajero de alguna administración, por lo cual este sector se ha dejado de impulsar desde los gobiernos federales o estatales, lo que puede poner en riesgo el desarrollo del propio gremio. Sin embargo, en este rubro, quién mejor que los gestores que tienen un bagaje multidisciplinar, que comprenden la necesidad de conocer el marco legal, la realidad y los espacios para su acción y presión, para que defiendan y fortalezcan su presencia en las comunidades culturales. Esto tendrá especial fuerza si lo hacen de la mano de las instituciones, pero no desde el seno de estas, para evitar que su futuro dependa de los aires que soplen en las entidades culturales estatales.

Es decir, considero que los gestores necesitan desarrollar su propia agenda delineando el trabajo necesario para fortalecer su existencia y sus modos de producción, de la misma forma que otros sectores profesionales lo han hecho. Ya hay camino andado en este devenir, ya existen sociedades de gestores, cada vez egresan más profesionales de los espacios universitarios, su existencia y presencia en los espacios culturales se está convirtiendo en necesaria.

(1)Bernárdez López, Jorge. “La profesión de la gestión cultual, definiciones y retos.”. 2003. Portal Iberoamericano de Gestión Cultural. http://www.gestioncultural.org/gc/es/pdf/BGC_AsocGC_JBernardez.pdf. 24 de Noviembre 2010.
(2)UNESCO. “The power of culture for development”. 14 de septiembre de 2010. http://portal.unesco.org/culture/es/ev.php-URL_ID=41281&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html. 24 de Noviembre de 2010.
(3)Mariscal Orozco, José Luis.” Emergencia de la formación universitaria en gestión cultural: conceptos, modelos y retos”. Tercer Encuentro Nacional de Difusión Cultural (ENDICU). Universidad del Claustro de Sor Juana. 28 de agosto 2010.
(4)El Universal. “Gastos en Bicentenario sumaron 700 mdp: SEP”. 18 de Septiembre de 2010. http://www.eluniversal.com.mx/notas/709644.html 26 de Noviembre 2010

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