5 de diciembre de 2011

Cultura vs. Violencia: el caso Medellín



Esta semana en el Observatorio por fin le damos espacio a la reflexión sobre el caso Medellín y su transformación de símbolo de la violencia producto del narcotráfico a modelo latinoamericano de desarrollo humano y capital de la lectura.

Si narramos esto es porque si bien los referentes entre esa ciudad y las nuestras no son idénticos, su historia puede darnos las claves para repensar nuestra experiencia y encontrar salidas a los tiempos extraños que transcurrimos. Nosotros así lo esperamos.

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Cultura vs. Violencia: el caso Medellín
Ishtar Cardona

La cultura es el espacio para buscarse fuera de las armas.
Sergio Fajardo


Medellín, la más educada...

Así se llamó el programa impulsado por el alcalde de Medellín, Colombia, Sergio Fajardo (2004-2007).

Medellín era considerada hasta finales de los años noventa la ciudad más violenta de América, y probablemente del mundo. En el 2003 Fajardo, matemático no adscrito a ningún partido político, gana la alcaldía de la ciudad a través de una plataforma ciudadana sustentada en una propuesta simple: cultura y educación para combatir la violencia.

En la entrevista que le realiza María Luisa Blanco para el diario español El País en 2006, Fajardo narraba como abordaba su propuesta el manejo de un contexto que se antojaba irresoluble: "Los problemas son los que afectan a toda la sociedad latinoamericana y es que son sociedades profundamente desiguales y en nuestro caso, además, se dan unas condiciones de violencia únicas. Intentamos dar respuesta en forma simultánea a esas dos situaciones. Nuestra propuesta es Medellín es la más educada, la educación como motor de la transformación social. Luego está la tarea de relacionarnos con el resto del mundo que nos conoce por la violencia y ahora nos va a reconocer por la forma cómo la transformemos"... "En la cultura está el espacio para encontrarnos por fuera de las armas. La mayoría de las personas que están en ese círculo no están motivadas por pasiones económicas o por la pasión del poder. La violencia hace que la gente se encierre en sus casas con rejas y en el terreno de la vida de la ciudad se reducen los movimientos. Construir una cultura es una forma de ser y de reconocernos entre nosotros".

Desde esta perspectiva, el gobierno electo utilizó el 40% del presupuesto de la ciudad -caso único en América Latina- para implementar mejoras en el sistema de educación y en la infraestructura urbana dedicada a actividades culturales. Se generó una relación más horizontal e integradora entre instituciones y población y se promovió la transparencia y la participación ciudadana. Según algunos analistas, los resultados fueron mejoras sociales y educativas; corresponsabilidad y participación ciudadana; diseños urbanísticos y equipamientos escolares novedosos, fuerte incremento de la inversión educativa, fortalecimiento de los medios de comunicación municipales, abiertos a la participación ciudadana, retroceso de la violencia y disminución de las desigualdades sociales.

Medellín, con sus sistema de Parques Bibliotecas, ha devenido un centro latinoamericano de la lectura. Las visitas al Parque Biblioteca España se cuentan por mil diarias, aproximadamente. Y como dice su constructor, Giancarlo Mazzanti, "A la gente le daba terror este lugar, la idea de la construcción es que todos la miren y la señalen. Más que un edificio, es un sitio de reconocimiento".

De ser la ciudad que inspiraba a decir "No nacimos pa'semilla", según el escritor y posteriormente colaborador de Fajardo, Alonso Salazar, la ciudad de los niños que soñaban con "un revólver. Un changón. Un fierro. Cualquier cosa que dispare", se ha vuelto una ciudad con visibilidad positiva en los informes del índice de desarrollo humano del PNUD.

Por supuesto, Medellín no se ha transformado en el paraiso en la tierra, ni en la utopía conquistada, pero le ha dado a sus habitantes nuevas formas de desarrollarse, de interactuar, de pensarse emprendedores, innovadores y con un mundo simbólico más complejo y amplio.

¿No podríamos pensar que en Veracruz somos dignos de que nos ocurra algo semejante, un mejor destino? O podríamos temblar pensando en lo que el escritor colombiano Gonzalo Arango cantaba en su Elegía a Desquite: "Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿No habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir? Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas."

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