En esta ocasión, Lourdes Hernández Quiñones se une al blog y nos ofrece una análisis puntual sobre el eje seis del Programa Nacional de Cultura, nombrado Esparcimiento Cultural y Lectura. Bienvenida, Lourdes, y que sea la primera de muchas más.
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Al revisar el Programa Nacional de Cultura 2007-2012 es inevitable dirigirse al prefacio y la introducción que allí se formulan, aunque el interés se dirija a lo relativo al fomento a la lectura. Claro, las palabras ocupan un buen espacio cuando se habla de patrimonio cultural. El gobierno federal no oculta su interés especial por este tema, principalmente cuando tiene que ver con el turismo.
En el prefacio se hace mención-ya de pasadita-de la importancia del fomento a la lectura, puntualizando que las carencias en este sentido no son responsabilidad de la escuela, ni de las “políticas editoriales y bibliotecarias gubernamentales puestas en práctica hasta ahora”. ¿Entonces quién es responsable de que existan todavía hoy más de 4 millones de analfabetas en el país? En fin, como para lavarse las manos, se menciona en el documento que cada vez es más urgente la participación comprometida de la familia y la sociedad. Claro que ésta sería parte de la solución: la lectura en casa, con la familia; sin embargo, la mayoría de los hogares en México no cuenta siquiera con un libro. ¿Así pues, por dónde empezar?
Ocho son los ejes de la política cultural definidos en este programa. El que tiene que ver con el libro y la lectura ocupa el sexto lugar y lleva por nombre Esparcimiento cultural y fomento de la lectura. Es curioso, porque al iniciar la exposición se habla de que la cultura debe tener una presencia más intensa en el tiempo recreativo de los mexicanos. ¿Cuál cultura? Creo que parte de los desaciertos y omisiones del Programa Nacional de Cultura 2007-2012 está en considerar la cultura desde un punto de vista tradicional, lo que reduce su significado. Lo anterior podríamos argumentarlo al sostener que el deseo de este programa se cumple, cuando la mayoría de la población invierte su tiempo de ocio en la cultura que se transmite cotidianamente a través de los medios de difusión masiva: la radio, la televisión. Es decir, a través de las industrias culturales. ¿Ésta es toda la cultura que el gobierno federal desea para sus ciudadanos?
Desde que se introduce al eje 6, da la impresión de que la lectura fue un concepto del cual se acordaron los hacedores del programa y consideraron que el único lugar donde podría entrar, sería el del esparcimiento cultural.
Para sustentar sus objetivos y estrategias, se hace referencia a los indicadores resultantes de la Encuesta Nacional de Prácticas y Consumo Culturales que arrojan información tal como la existencia de 600 librerías en todo el país; la lectura promedio de 2.9 libros al año y la realidad de que uno de cada cuatro habitantes no tiene libros en su casa ni ha visitado una librería. Así, se concluye que la lectura de libros de literatura es más frecuente entre la población con estudios universitarios y niveles socioeconómicos más altos. ¿Qué propone el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes ante tal problemática? El objetivo específico establece: “Situar a la lectura y al libro como elementos fundamentales para el desarrollo integral de la población, para su educación, su acercamiento a las expresiones de la cultura y el desarrollo de una conciencia crítica, diseñando programas y estrategias para la formación de lectores, y de vinculación de la educación formal con el fomento a la lectura”. En este sentido se propone revisar el programa Salas de Lectura para optimizar su funcionamiento; aprovechar la radio y la televisión para difundir programas, cápsulas y promocionales que fomenten la lectura; aprovechar la Red Nacional de Bibliotecas y las librerías como lugares estratégicos para el promover la lectura…ni una palabra en torno a cómo la familia podría involucrarse en esta tarea…
Claro, una sola acción no es la solución. Pero la suma de varios agentes sí puede ser determinante. Falta, pues, que el gobierno federal asuma que tanto el esparcimiento cultural como la lectura, tienen sus raíces en el hogar. Un niño que se acostumbra a ver libros, a asistir a conciertos, obras de teatro y talleres, se apropia de la cultura y la vive con naturalidad, no la siente como algo extraño. Lamentablemente es un factor con poca atención. Habrá que considerar, asimismo, en lo referente al consumo cultural, no sólo las cifras y porcentajes, sino factores sociológicos, antropológicos, que condicionan dicho consumo. ¿Por qué la gente prefiere comprar libros en los puestos de periódicos, en los supermercados? ¿Por qué las librerías, los teatros, se ven como recintos prohibidos para un amplio sector de la población? Ojalá los gobiernos estatales diseñen estrategias con imaginación. No bastan leyes de fomento al libro y la lectura si se quedan en el papel. La complejidad del compromiso con el desarrollo social y su vinculación con el fomento a la lectura es ya inaplazable.
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