30 de junio de 2008

La promoción cultural en Veracruz. El Afrocaribeño.

Con este post, iniciamos una segunda serie de reflexiones sobre las políticas culturales del Estado de Veracruz. En esta ocasión queremos hablar sobre la Promoción Cultural y su presentación a través de los festivales que se organizan institucionalmente. _________________________________________________________

La promoción cultural ha resultado ser una de las áreas con mayor ejercicio dentro del esquema de la cultura institucionalizada en nuestro país. Por ello, no resulta extraño que los responsables regionales y federales de cultura planifiquen festivales y programas artísticos que visibilicen la acción de sus administraciones y que pongan en relieve el valor social de las tradiciones y de las pertenencias simbólicas de sus entidades.

En el caso veracruzano, varios son los eventos de este tipo que han sido producidos desde las instituciones como la Universidad Veracruzana y el Instituto Veracruzano de Cultura, pero ha sido el Festival Internacional Afrocaribeño, producido por el IVEC, el que mayor expectativa ha generado desde su creación, y el que mejor ha representado, durante sus cortos años de vida, los vaivenes de la política cultural del Estado.

Este festival nació como consecuencia de la buena acogida que tuvieron dos eventos, El Encuentro de Dos Mundos de 1992, y las jornadas académicas Veracruz también es Caribe, llevadas a cabo durante los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado, así como del esfuerzo permanente de algunos actores de la cultura local en la concientización de la importancia histórica, social y cultural de la Tercera Raíz. El Festival Internacional Afrocaribeño ve su primera edición en 1994, teniendo como sede principal el Puerto de Veracruz y extendiéndose a las ciudades de Xalapa, Córdoba y Orizaba.

Debido a su concepción como un espacio de encuentro entre el pensamiento y la expresión artística, entre la reflexión académica y las manifestaciones populares, el Festival Afrocaribeño se posicionó como una de las promesas “festivaleras” del país, y sus primeras ediciones resultaron memorables debido al espíritu de verdadera búsqueda con el que lo concebían sus organizadores. Delegaciones provenientes de todo el Caribe visitaban nuestro puerto propiciando el contacto de los espectadores locales con gente de toda la región caribeña, permitiendo de paso ese ir y venir de experiencias entre unos y otros que a fin de cuentas enriquece los imaginarios regionales. Además, desde 1996 se instituyó un reconocimiento a los investigadores y promotores de la cultura afro en México, la Medalla Gonzalo Aguirre Beltrán.

Sin embargo, con el paso de los años y el cambio de las administraciones, el Festival ha mutado su espíritu e inevitablemente ha suscitado preguntas sobre su esencia y su porvenir. En el 2007 el Festival se suspendió, y mucho se sospechó de la agenda política que aparentemente no consideraba pertinente ni rentable, en ese momento, hacer el esfuerzo de organización ni de inversión económica que el evento requería. Nunca se informó al público, a los ciudadanos, a los primeros y más importantes receptores de la acción cultural institucional a qué se debía esta suspensión.

Ahora, en 2008, el Festival resurgió aunque con cambios en el formato. Por ejemplo, se limitó a tener como sede el puerto de Veracruz; por otra parte, las autoridades estatales entregaron siete medallas Gonzalo Aguirre Beltrán y ante la sorpresa de quienes hemos seguido el desarrollo del evento, dado que tal número de galardonados se antoja excesivo, por no decir masivo. La medalla en un inicio reconocía unitariamente la labor de un personaje y valoraba, realzando de forma personal, su trayectoria a favor del rescate de la memoria afro y sus herencias. En este caso el mérito de los ganadores no está en juicio: lo que inquieta es la desmesura.

Mención aparte merece el programa académico, que se enlazó con un evento previamente concebido, el Congreso Internacional Diáspora, Nación y Diferencia. Poblaciones de origen africano en México y Centroamérica organizado por el INAH, el CEMCA y el IRD de Francia. Este evento se venía preparando desde hace dos años y finalmente constituyó el eje académico de esta edición del Festival.

Los caminos por los que ha transitado el Festival Internacional Afrocaribeño nos llevan a analizar la situación general de la promoción cultural institucional en el Estado puesto que este evento representa de forma significativa lo que pasa -y lo que no- con casi todos los festivales del Instituto Veracruzano de Cultura.

Los esfuerzos por proyectar los Festivales que organiza el Instituto han sido de peso, y las ideas sobre su realización han demostrado originalidad e interés por lo que significan las diferentes pertenencias identitarias de la región. Los programas que han nacido al interior de estos proyectos en ocasiones han sido de excelencia. Sin embargo, nunca está de más llamar la atención sobre lo que no funciona o lo que puede poner en riesgo la existencia y el sentido de estos eventos.

Pensamos que es en los públicos, justamente en el área de promoción, donde debe retomarse los esfuerzos de conceptualización del Festival. Y en ello, encontramos una de las debilidades de la acción cultural. Haría falta un estudio a profundidad sobre el impacto que ha generado el Festival entre la población de la ciudad sede y de los espacios alternos, pero nos parece que la respuesta del público está determinada por el conocimiento previo que guardan del espectáculo al que piensan asistir, por el renombre del músico y por su penetración a través de otros medios (radio, televisión) y no por el trabajo de difusión que se haga de los contenidos del Festival. Crear públicos que descubran cosas nuevas y que reflexionen sobre lo afro y lo caribeño que tenemos en nosotros, esa debería ser una de las principales metas del evento. Por ejemplo, es mucho más fácil tener público en conciertos como el de Willy Colón o el de Salón Victoria (que poseen sus respectivos públicos dada su trayectoria y visibilidad) que en conciertos de grupos de Son Jarocho o de folklore Garifuna. El esparcimiento no está reñido con el descubrimiento. Nomás que significa más trabajo.

Por otro lado, tratar de convocar a la gente a través de manifestaciones que ya poseen sus propios canales –y muy eficaces- de promoción, como el reaggeton, quita espacio para las propuestas nuevas, desconocidas para el público, pero enriquecedoras y representativas de lo que se hace en el espacio afrocaribeño. Sin afán purista, creemos que la acción cultural no debe confundirse con la masiva convocatoria de públicos. Para eso ya existe el mercado y los medios de comunicación que lo vehiculan.

La constancia y la coherencia deben ser sustento de la promoción cultural llevada a cabo por las instituciones culturales, más allá de los cambios de administración y de los contextos propios a la vida política local y nacional. A los ciudadanos que tratamos de consumir las ofertas culturales del Estado de Veracruz y que aspiramos a aprovechar los recursos que se nos ofrecen, nos parece que los Festivales, no solamente el Afrocaribeño, sino también el Agustín Lara, el Olmeca, y el Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan por mencionar algunos, son excelentes espacios de encuentro con nosotros mismos y con las otras expresiones culturales que vienen de fuera pero que también nos hablan de lo que somos. Es necesario generar estrategias que permitan que estos espacios se consoliden con buena salud, que provoquen la mayor participación posible de la sociedad y que trasciendan contextos económicos y políticos. La riqueza simbólica de Veracruz es lo suficientemente concreta como para que, dentro del marco de una política cultural integral y definida, la promoción cultural devenga ventana de lo que nos conforma veracruzanos y mexicanos.

Cambios en la alineación...

Con esta entrada, el día de hoy despedimos del equipo a Oscar Hernández, promotor de esta iniciativa, gurú y gran cuate, quien se lanza a nuevos proyectos. De todos modos sabemos que en Oscar seguimos teniendo un feroz lector que nos comentará lo que su proverbial conocimiento y sabiduría nos tenga que iluminar. Gracias, Oscar, te mandamos un abrazo muy fuerte.

También despedimos a Manuel Arias, quien nos acompañó gran parte del camino y a quien agradecemos su participación durante estos meses. Sabemos que eres un excelente promotor cultural y hombre de acción. Mucha suerte y recibe otro gran abrazo del equipo.

Dentro de poco se integrarán a este Observatorio nuevos elementos con los que creemos la discusión se va a poner nueva. Sigan leyéndonos.

23 de junio de 2008

Intermedio


zocaloZüe - mundojarocho music. Grupo de Los Angeles, California.
En la foto: Alexandro Hernández, Ramón Yslas, César Castro y Juan Pérez.
http://www.myspace.com/zocalozue

PRÓXIMO POST: Lunes 30 de junio.

16 de junio de 2008

Miradas al Programa Nacional de Cultura 2007-20012. Reflexiones finales.

Segunda de dos partes.
Como se mencionó en la primera parte de estas reflexiones finales, en la presente entrega nos abocaremos a ejemplificar las inconsistencias que señalamos en el Programa Nacional de Cultura la vez anterior. Con esta finalidad tomaremos citas de algunos ejes del Programa para mostrar la falta de definición conceptual y estratégica que hemos encontrado a lo largo de las ocho entregas anteriores; además de la falta de articulación entre los ejes rectores y con ello el vacío y confusión que el programa genera al enviar señales confusas e incompatibles entre las diferentes áreas consideradas en este documento base y guía de las políticas culturales de la Federación.
El primer problema conceptual deriva de lo que se entiende por “cultura”, evidentemente el término más usado y en ocasiones disminuido en este documento. A pesar de que en la introducción se ofrece una definición básica, la cual pretende ser la única y articuladora del programa:

“La cultura, asumimos, es ante todo un proceso vital marcado por el talento individual y colectivo y los cambios y transformaciones que vive un país a lo largo de su historia. Nada interrumpe la creación; cuando algo se destruye, también algo se crea. Afortunadamente, durante décadas se ha tenido la conciencia de que preservar es también una necesidad de cara al futuro constante. La mirada al pasado puede significar orgullo, mover a la reflexión crítica en la mejor acepción del término, pero es a la vez estímulo para la continuidad creativa y el cambio que requiere”. (P.14)

Sin embargo, esta definición es obviada o supeditada a otras más prácticas, utilitarias y hasta urgentes, como es el caso de la definición propuesta por Sergio Vela en el texto de presentación del programa:
“La cultura mexicana es fuente de identidad, cohesión social, expresión y diálogo, y su potencial como recurso para el desarrollo es incalculable. Las posibilidades que ofrece la cultura de nuestro país deben ser aprovechadas para hacer que contribuyan a lograr avances en todos los órdenes. A su valor intrínseco, suficiente para fomentarla y apoyarla, la cultura suma grandes aportaciones, actuales y potenciales, al desarrollo político, educativo, social y económico de México” (P.10)

Cabe además señalar que en la noción anterior de cultura predomina la noción de cultura como fuente de capital económico y -leído con bonhomía- social. Por lo tanto, el peso otorgado al valor intrínseco de la cultura, como un espacio de reflexión de la Nación en el presente y desde el pasado hacia el futuro, se desvanece en esta acepción.

Como es posible observar, si a este programa cuya elaboración tomo doce meses del gobierno federal en curso no le fue posible llegar a acuerdos conceptuales de nociones básicas como cultura, arte patrimonio, democratización, diversidad cultural y del sector privado, entonces es posible vislumbrar no solo la desarticulación del programa, sino de las acciones del ejecutivo federal y en especial del CONACULTA y sus dependencias en cuanto a este rubro de la vida nacional se refiere.
Lo anterior, se observa principalmente en cada uno de los ejes, pues a pesar del esfuerzo inicial de marcar los objetivos generales y anunciar que estos serán trabajados integralmente, esta lógica no se observa en el desarrollo de los ocho rubros del programa:

“Los ejes de la política cultural sobre los que se articula el Programa Nacional de Cultura establecen estrategias y acciones transversales que comprenden los ámbitos de la preservación del patrimonio cultural, la formación y la investigación culturales y artísticas, el estímulo a la creación y la promoción y difusión del arte y la cultura. Su definición obedece a la necesidad de integrar al esquema conceptual de dicha política nuevos enfoques y conceptos surgidos, a su vez, de las nuevas realidades del desarrollo cultural contemporáneo. Estos ejes, así, reconocen y ponen el énfasis en nuevas interrelaciones entre áreas de la cultura, proponen nuevas sinergias y fortalecen la coordinación y el trabajo orgánico de las instituciones y dependencias culturales”. (P. 28)

Por otra parte, como mencionamos en la mayoría de las entregas de esta serie, un aspecto que nos llama poderosamente la atención es el gran empeño y “honestidad” puesto en los diagnósticos de cada eje. En especial aquellos donde el INAH participa. Esto nos lleva a decir que no es que esta institución se encuentre en un situación más delicada que sus contrapartes, INBA, FONCA, IMCINE, sino que existe un conocimiento más profundo y sobre todo sistemático que le permite a esta institución aportar datos más claros sobre su funcionamiento, logros debilidades e inconsistencias. Lo cual, en sí ya es un primer logro por donde se le vea. El conocimiento de lo que hay que administrar y como se ha hecho hasta ahora ya brinda pautas para no tener que reinventar las acciones institucionales y el que hacer con su patrimonio cada seis años.
Siendo este documento un plan de acción gubernamental uno de los asuntos más preocupantes o alentadores ante la falta de definición conceptual básica, es la ausencia de estrategias pragmáticas para llevar a cabo las ideas plasmadas en este documento. Por ejemplo en el siguiente extracto correspondiente al diagnostico del Eje de Cultura y Turismo:

“En 2001, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes creó la Coordinación Nacional de Patrimonio Cultural y Turismo para vincular, en un marco de coordinación interinstitucional, las actividades relativas al turismo con la promoción y preservación del patrimonio, así como con la producción basada en la creatividad cultural para impulsar el desarrollo del país (…)De cualquier modo, ha faltado una clara delimitación de funciones por parte de la Coordinación, en la medida en que una parte de sus tareas concurre con las de la Secretaría de Turismo y otra con organismos culturales. No existe, tampoco, una integración formal de sus actividades con el resto de las instituciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. De ahí que resulte oportuno redefinir la relación institucional entre turismo y cultura y readecuar los programas con los que se cuenta en el ámbito cultural.” (P. 148)

Ejemplo como éste que muestran cómo en el diagnostico se establecen las tareas a realizar y las necesidades para lograrlo, sin embargo, no en esta sección ni en ninguna posterior se establecen líneas de cómo se han de realizar estas tareas o que instancias son las responsables de llevarlas a cabo.

Tal caso también se presenta en el Eje de Estímulos Públicos a la Creación y al Mecenazgo, donde a pesar de llevar en titulo de este capítulo el mecenazgo a este importante y multicitado aspecto solamente se le dedica un objetivo (el número 5):

“Disponer de un marco claro de colaboración con patronatos y asociaciones de amigos y de recepción de apoyos y donativos a los programas de las instituciones culturales”. Objetivo que se presenta con una estrategia bastante ambigua: “Establecer el marco jurídico fiscal adecuado que propicie la obtención de apoyo financiero del sector privado a proyectos artísticos y culturales específicos y clasificados como de interés nacional, como la recuperación de cierta infraestructura cultural y la compra de colecciones para museos, con los correspondientes beneficios fiscales”. (P.105) Esto no arroja ninguna luz sobre los niveles y formas de participación del sector privado, ni siquiera sobre los mecanismos a establecer para que esto sea posible.

Todo lo anterior resulta grave por dos motivos distintos: ante la falta de claridad y articulación del documento base de las políticas culturales del gobierno federal actual, sabemos que esta falta de precisión no conduce al a inactividad pero sí a que la labor gubernamental se realice bajo una tónica de “poca política y más administración”. Con todo lo que ello implica, ¿cómo se administra y para quién se administra?

Porque si bien se habla de hacer de la cultura una vía para el desarrollo, las múltiples imprecisiones que presenta el plan no nos anuncian quienes serán o serían los posibles beneficiarios de vender la cultura al mejor postor. Cabe aclarar, que no buscamos caer en la defensa a ultranza de la cultura como patrimonio del pueblo y responsabilidad del Estado, solo quisiéramos que de esa derrama económica, también se beneficie a los productores y a las comunidades que los albergan. Pues un rápido recorrido por nuestra historia nos permite observar que la mayoría de las veces las expresiones artístico-culturales han servido para mostrar la grandeza espiritual de nuestro pueblo, el cual suele vivir en condiciones precarias. El problema de alimentar sólo el espíritu de estos productores radica en que esto no da para cenar con Merlot todas las noches, o para volar a Londres en primera clase ni siquiera para comer a sus horas con una dieta balanceada. Por lo tanto, hay que asegurarse que el desarrollo cultural de la sociedad implique, y por supuesto favorezca, a todos sus componentes.

15 de junio de 2008

PUBLICADO EN EL UNIVERSAL

Agradecemos a Miguel Angel Ceballos la nota que dedica a este blog, publicada en El Universal on-line.
El autor consigna el sitio www.observatorioculturalveracruz.blogspot.com.mx como la dirección del blog. Aclaramos que la dirección de este blog no contiene la terminación mx.

A continuación reproducimos el texto.

Observatorio que tiene su mira puesta en la cultura
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/56419.html

Miguel Angel Ceballos
El Universal
Sábado 14 de junio de 2008

miguel.ceballos@eluniversal.com.mx

Desde la costa del Golfo de México, cinco artistas y promotores culturales han creado un espacio virtual de reflexión sobre uno de los temas más sabrosos para la discusión: la cultura. Ellos y ellas abordan este tópico desde diferentes perspectivas: las políticas culturales, el consumo, la democracia, la educación, el turismo, el patrimonio y el esparcimiento, entre otras.

Se trata de un blog llamado Observatorio Cultural Veracruz, en el que cinco estudiosos del fenómeno cultural tratan temas polémicos como el Programa Nacional de Cultura 2007-2012, presentado en diciembre pasado por el presidente de la República Felipe Calderón, y el titular del Conaculta, Sergio Vela. Lo interesante es que se nota que los autores han revisado el documento y que contextualizan las propuestas de la institución en el marco de la realidad mexicana.

Un ejemplo es el siguiente: “Con frecuencia, el documento se concentra más en lamentar lo dramático de la realidad nacional que en tratar de vislumbrar las ‘nuevas estrategias’ vanamente invocadas al inicio. Tal ocurre, por ejemplo, cuando se trata de la industria cinematográfica. En este punto, el diagnóstico insiste, con tino, en señalar lo pernicioso que resulta el monopolio que ejerce la cinematografía estadounidense en los circuitos de exhibición fílmica en México.

“Lo malo es que ante tan duro problema la receta sigue siendo la de siempre: subsidiar a una parte sustantiva de las películas que se producen en México, pasearlas por los festivales del mundo y dejarlas por fin morir en los ingratos circuitos comerciales. En este caso, como en muchos, se deja intacta la raíz del problema al no impulsar las modificaciones legislativas que tanta falta hacen y, sobre todo, al no alentar la creación de circuitos paralelos de exhibición”.

En el Observatorio Cultural Veracruz escriben los promotores culturales Óscar Hernández Beltrán y Manuel Arias Leal; las sociólogas Ishtar Cardona y Ahtziri Molina Roldán, así como el antropólogo Ariel Montalvo Torres, quienes constantemente están lanzando nuevas discusiones para que el público participe con sus comentarios.

El blog también abre espacio para que diversos artistas plásticos muestren su trabajo a través de imágenes que se renuevan constantemente. Algunos de los artistas que han participado hasta ahora son: Norberto Martínez, Julio Torres Lara, Beatriz Leal y la propia Ishtar Cardona, entre otros.

Este entretenido y reflexivo sitio web se encuentra en la dirección www.observatorioculturalveracruz.blogspot.com.mx

9 de junio de 2008

Intermedio


Taller de telar. Seminario de Son Jarocho coordinado por el grupo Los Cojolites.
Rancho Luna Negra, Tacamichapan, Veracruz.
Fotografía: Emily Socolov

PRÓXIMO POST: Lunes 16 de junio

2 de junio de 2008

Miradas al Programa Nacional de Cultura 2007-2012. Reflexiones finales.

Primera de dos partes.
Resulta complicado, por no decir peligroso y parcial, intentar en pocas líneas establecer un análisis general de un documento que pretende esbozar en 233 páginas los objetivos, los diagnósticos y las expectativas que tiene el Gobierno Federal en materia de cultura para nuestro país, no solamente para el periodo que le corresponde a la presente administración, sino proyectando sus criterios hasta el 2030, como se anota en el prefacio del mismo Programa.

Así pues, el presente texto se reducirá a anotar algunos puntos que nos parecen críticos y que se decantan de la revisión que se ha hecho en este blog, durante las últimas semanas, de los ocho ejes rectores del Programa.

En primer lugar, nos parece fundamental anotar que, fuera de las frases que remiten al viejo eslogan de la riqueza cultural mexicana, no existe en todo el documento un párrafo que remita al concepto de cultura. Con ello no queremos decir que se deba insertar una noción académica y estática, pero sí creemos que debería de existir un esfuerzo de definición, aún de forma abierta y no definitiva, sobre lo que significa para la institución la materia sobre la cual trabaja. El único espacio donde se establece un ejercicio de reflexión sobre el tema es en el mensaje de la Secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, que abre el documento, junto con los mensajes correspondientes del Presidente de la República y del Presidente del Consejo.

A lo largo del documento, se aprecia que la Cultura deviene, sin escapar a los mitos del Nacionalismo Cultural, coto de caza de la nostalgia: la Cultura es lo que se expresa a través del Patrimonio, de las herencias históricas, es lo que se administra a través de las Instituciones Culturales de larga memoria… Anecdóticamente, podemos comentar que las imágenes que acompañan el documento resultan fotografías de piezas arqueológicas, construcciones y personajes de principios del siglo XX. Por supuesto que se habla de porvenir, de oportunidades, de nuevas tecnologías. Claro que se le da espacio a las Industrias Culturales, a la evolución de las instituciones y al desarrollo sustentable. Sin embargo, percibimos que en lo que respecta a los nuevos senderos por los que transita la acción cultural existen más sospechas e intuiciones que afirmaciones. Es por ello que hablamos de una falta de definición conceptual.

Derivado de esto mismo, se observa la falta de articulación entre los ochos ejes rectores, puesto que no se percibe un sustento ideológico, un entramado filosófico que apuntale el sentido de la acción cultural. Parecería que a lo largo de los ocho apartados que conforman el corpus del Programa, el vacío conceptual provocó una serie de fracturas entre las áreas temáticas que impiden leer el documento de forma integral.

Por otra parte, esta falta de definición no atañe exclusivamente a los conceptos. El Programa establece, a lo largo de sus ocho Ejes, estrategias para paliar y dinamizar la acción cultural. El problema es que las estrategias, al no establecer el documento canales concretos de acción, se confunden con objetivos. Es el caso de la consecución de recursos, que bien sabemos corresponde, en nuestro esquema gubernamental, a la buen voluntad que manifiesten los responsables tanto del gobierno federal como de los gobiernos locales, es decir, recursos que emanan del presupuesto oficial. Sin embargo, cuando en el documento se habla de responsabilidades compartidas, esquemas de participación, de la valoración de los mecenazgos, patrocinios y coinversiones, se está hablando abrir el campo a la presencia y ejercicio de otros agentes ajenos al espectro gubernamental. Pero en todo el documento no se dice, en ninguno de los puntos estratégicos, de qué forma se pueden agenciar recursos externos, cómo se puede administrar un esquema justo de inversión del capital privado (sí se nos recuerda que el Estado no debe perder su papel rector), cómo pueden los agentes culturales acceder a la autogestión… Es cierto que en todos lo textos que componen el planteamiento de los Ejes se anota la necesidad de establecer vínculos más estrechos y una mejor comunicación entre la Federación y los gobiernos estatales y municipales. Pero estas responsabilidades compartidas, si no se generan procedimientos claros y específicos sobre los recursos y su aplicación, se quedarán en buenas intenciones, que no faltan en el documento.

Es bueno de tarde en tarde ver aparecer la autocrítica como horizonte de expectativa de la literatura institucional. Y esto no es algo de lo que se pueda reclamar por carencia al Programa. De hecho, varios de los mea culpa presentes en el texto, principalmente en el apartado de las estrategias, aparecen dirigidos al INAH, como una de las entidades que son coordinadas por el CONACULTA. Nos parece, no obstante, que las críticas que aparecen en las páginas del texto corresponden más bien a una falta, nuevamente, de definición con respecto a las tareas que cada una de las instituciones ha tenido históricamente a su cargo y que no han sido replanteadas bajo la luz de los nuevos tiempos.

Si lo que se pretende es construir formatos en la administración cultural que permitan generar ingresos (cuyos primeros beneficiados deberían ser las poblaciones locales), es necesario crear códigos que establezcan hasta dónde llegan las responsabilidades de cada uno de los niveles de gobierno, definir verdaderamente la autogestión, eliminar las dobles funciones, ubicar hasta donde la cultura puede y debe ser rentable, dejar sin validez la autoflagelación como ejercicio que no busca necesariamente la redención…

En la segunda entrega de este texto aterrizaremos sobre ejemplos concretos de lo que hemos hablado hoy.