La investigadora Caterina Camastra, quien ha trabajado sobre la poesía popular jarocha, autora del libro Ariles y más ariles: los animales en el son jarocho, y que actualmente prepara una tesis doctoral sobre arquetipos populares en la literatura hispanoamericana, creó para el blog un texto sobre la imagen de la Virgen de Tampico, sita en la pequeña iglesia de Santa Catalina en Cádiz y que ha provocado una cierta controversia sobre su procedencia y pertenencia.
Escrito en un registro descriptivo que no anula la lírica, el presente texto -expresivo y sintético- no solamente nos regala una perla de curiosidad museográfica, sino que invita a pensar sobre las cuestiones patrimoniales ligadas a la pertenencia y a las reivindicaciones post-coloniales.
Agradecemos enormemente a Caterina que haya escrito esto especialmente para el Observatorio. La extrañamos de este lado del charco.
En el próximo post de nuestro blog seguiremos abundando en ejemplos ligados a las controversias sobre el patrimonio y reflexionaremos sobre el son jarocho y los debates que en torno a él se formulan entre la innovación y la pureza tradicional.
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La Virgen de Tampico entre dos orillas
Caterina Camastra
Dos puertos de uno y otro lado del charco atlántico, Cádiz y Veracruz, son entrañablemente parecidos y diferentes.
Veracruz está bajo el imperio absoluto del calor tropical, si acaso mitigado por sus famosos nortes. Sin embargo, cuando los veracruzanos tienen frío los visitantes apenas perciben un soplo de fresca tregua.
En Cádiz, en cambio, los nortes y los ponientes en invierno se meten hasta adentro y dejan escarchados los huesos. Pero en ambas orillas del mar las palmeras danzan en el viento con la misma especial belleza, como dice la canción.
Los jarochos y los gaditanos también se parecen mucho, siendo los segundos si acaso un poco más rubiecitos. No obstante palabras y modismos diferentes, en ambos puertos son alegres, gritones, fiesteros y bromistas. También comparten esa desenfadada amabilidad hacia el viajero propia de quien ha visto siglos de atracar y zarpar, aunada a la vaga conciencia de cierto privilegio por tener un horizonte líquido para el alba o el atardecer.
La pequeña iglesia de Santa Catalina, en Cádiz, sobre Campo del Sur –uno de los muchos malecones que ofrece la ciudad- muestra en su estructura los mismos estragos del salitre y la humedad de los que adolecen varios de los edificios antiguos de Veracruz.
Supérstite del desaparecido convento de Capuchinos, la capilla alberga un interesante cuadro cuyo sujeto es Nuestra Señora de Tampico, según un inventario del convento, única referencia documental conocida de la obra. Según su restaurador, Francisco Fernández Trujillo, el cuadro fue pintado entre finales del siglo XVII y principios del XVIII. En esa época, la villa de Tampico cambió varias veces su ubicación, debido a los continuos ataques de los piratas, de los cuales el más célebre fue el de Laurent Graff, el pirata Lorencillo, en 1684, que destruyó la población. Al parecer, por esos tiempos el puerto de Tampico correspondía al hoy pueblo de Tampico Alto, en el estado de Veracruz, y no a la ciudad que actualmente se encuentra en la orilla norte del río Pánuco, en Tamaulipas. Además, en ese entonces ni Veracruz ni Tamaulipas existían como entidades estatales nombradas como tales.
No se conoce la procedencia del cuadro: pudiera haber sido pintado en España por encargo de alguien que había estado en América, o bien ese alguien de América se lo trajo. No sabemos si quien lo encargó fue un rico criollo o “indiano”, un igualmente rico “cargador a Indias” gaditano, o la misma orden de los Capuchinos en una u otra orilla.
La Virgen lleva el mismo manto azul estrellado que su más conocida colega de Guadalupe, como ella está parada en la luna y es morena. A diferencia de ella, carga el niño.
Se han dado diferentes lecturas de la obra. Juan Antonio Fierro Cubiella sostiene que la Virgen es india y el niño es mulato, que la ciudad al fondo es Tampico y la flota de barcos es inglesa. Quizás se trate de una representación de ese mismo ataque arrasador de 1684. Otro estudioso, José Luis Ruiz Nieto-Guerrero, difiere. Según él, tanto la ciudad como la flota son ideales, sin remitir a referentes concretos. María y el niño no tendrían rasgos indios ni mulatos, siendo más bien cercanos a la iconografía de las vírgenes negras que se encuentran en varios puntos de Europa.
En ambos casos queda intacto el placer del viajero (o de la viajera, es decir, yo) al descubrir una singular joya barroca en una pequeña iglesia a la orilla de un océano que separa y une dos puertos opuestos y gemelos en las dos orillas del corazón.
Ahora bien, en torno a esta imagen se teje un chisme insospechado: el cuadro éste levantó un pequeño polvorón semidiplomático cuando gente de una estación televisiva de Tampico estuvo llamando al señor Fierro -parroquiano devoto que además trabaja en la secretaría de la Facultad de Letras de la Universidad de Cádiz y se encargó de promover la restauración del cuadro-... ¡para exigirle la devolución de la Virgen a Tampico! El pobre está muy disgustado con el asunto y de hecho se puso un poco desconfiado cuando le dije que quería yo escribir un artículo para una página web de Veracruz. Hubo que tranquilizarlo diciendo que en el artículo sólo iba a narrar lo comprobable en torno a la imagen y que no iba a polemizar sobre su pertenencia y posesión.
En el internet se encuentran un par de artículos con nebulosas barrabasadas acerca de la ubicación del cuadro, el hecho inexistente que diga “Tampico”, y el “celo” de los gaditanos que lo esconderían a los visitadores, amén de los errores de ortografía... Estos textos pueden ser leídos: http://www.milenio.com/node/129601
http://www.oem.com.mx/elsoldetampico/notas/n970365.htm
2 comentarios:
Qué rico que compartan este texto!
Que triste que no se llama la virgen de Veracruz un puerto virreynal sino de Tampico un puerto muy exitoso junto con Altamira ,importantes en el México contemporáneo, ambos Tamaulipecos
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