15 de febrero de 2010

Identidades socio-juveniles en tiempos de videojuegos

Cerrando con nuestro ciclo de textos dedicados a la Universidad Veracruzana Intercultural, subimos un escrito que nos hace llegar Édgard González Suárez, sociólogo y comunicólogo, profesor de asignatura adscrito a la Facultad de Ciencias de la Comunicación y Pedagogía en la Universidad Veracruzana.

Gracias, Édgard, por tus reflexiones sobre el tema.
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Construir una perspectiva intercultural juvenil supone revisar y comprender en su complejidad tanto las concepciones, representaciones, significados y sentido que los adultos tenemos acerca de los niños y niñas (alguien inocente y al que hay que cuidar en todo), y de los adolescentes y jóvenes (caracterizados por “inmaduros, tercos y rebeldes”); en tiempos de Internet y videojuegos, y las concepciones, representaciones, etc., que “construyen” los propios niños, adolescentes y jóvenes para dotarse de cierta “identidad”, en las grandes ciudades e incluso en las grandes regiones del país. Supone incluir, explorar por lo menos, todas las dimensiones de la acción social, tanto las prácticas escolares (donde básicamente se concentran y socializan los niños), pero también las prácticas sociales (donde se construyen las identidades juveniles): centros de trabajo, de recreación, deportivos, clubes, parques, billares, antros, medios de comunicación e Internet, etc. De tal suerte que en tiempos de Internet y videojuegos, no podemos hablar más que de identidades, en plural, y de una variedad amplia de “formas de ser joven”. Así, ser joven, podría incluso estar perdiendo su connotación generacional o quedar anclada exclusivamente en el criterio de la edad, contribuyendo aun más a la complejidad de dicha categoría.

Por otro lado, la concepción (políticamente correcta) de la interculturalidad depende de una concepción pluralista, antidiscriminatoria, tolerante y de convivencia social tanto como perspectiva y como estrategia, pero también como contenido, y como plan de acción afirmativa que genere espacios para el debate y la discusión de las tramas socioeducativas y culturales que sostienen la “acción juvenil” contemporánea, las prácticas cotidianas, los contenidos que son transmitidos (aunque no siempre asimilados) en las estructuras sociales, las relaciones que se establecen dentro de las escuelas, y dentro de las constelaciones familiares así como con organizaciones socio-comunitarias y movimientos sociales, entre otras, como las llamadas redes sociales (del ocio) de la web.

Partir de una perspectiva cultural (juvenil) significa considerar que en toda práctica social se encuentran involucradas cuestiones de significado. ¿Podríamos deconstruir el significado actual de ser joven? Y reconstruir los significados que para la juventud tienen muchos temas actuales, por ejemplo: el régimen político, la crisis ecológica, la importancia de la ciencia, la belleza femenina, el dinero, el arte callejero, la moda, etc., etc. Es tarea de titanes. Significados que sin duda se inscriben en la trama de tensiones que envuelven los debates alrededor del eje homogeneidad cultural-heterogeneidad cultural al interior de los estados nacionales y en relación a los procesos de globalización.

Para los poderes hegemónicos su interés está en crear prototipos o estereotipos: los jóvenes son o deben ser así. Y frente a este propósito, en prácticamente todo el mundo occidental, los jóvenes luchan por alternativas. Los jóvenes se “construyen” e interrelacionan en un escenario caracterizado por los procesos de afirmación de las identidades y diferencias expresadas en términos de género, edad, religión, etnia, generación, sexualidad, clase social, lenguaje, etc., que han sido definidas, desvalorizadas y discriminadas por representar lo otro, lo diferente, lo inferior (Moreira, 2002) dando contenido a la eterna relación tensa entre Adulto-Joven. Todos los factores antes mencionados han dado pie a una gama variada de identidades, dependiendo del contexto social desde donde la mirada juvenil se construye frente a los demás. Mal haríamos entonces en hablar de la identidad juvenil, cuando lo correcto sería hablar de las Identidades de la juventud en el mundo contemporáneo. A contra pelo de Remedi (2002) para quien “La “identidad”, habla más de las múltiples identificaciones a las que los sujetos se adscriben que de una estructura cristalizada, permanente de costumbres y modos de ser”. Afirmación, por lo menos discutible. Puesto que desde mi perspectiva si hay varias identidades en una sola persona, ésta no tiene identidad. Reconocemos las muy variadas alternativas identitarias de la juventud actual (tetos, rockeros, emos, darketos, poperos, tecnos, videoadictos, etc., etc.) Pero no creemos que los jóvenes como individuos tengan varias “identidades”. Se parece pero no es lo mismo.

La formación de las identidades se configura a través de múltiples experiencias y procesos de socialización en la confluencia de distintos flujos de significado que lleva a un proceso cultural generativo y a una gestión crítica y creativa de los recursos disponibles dentro de la propia cultura. Las diferencias de generación, género, sexo, nacionalidad, etnia, religión, etc., incluyen también los cruces producidos por las diferencias de pensamiento y las asimetrías entre creencias o sentimientos. En el trayecto el sujeto adopta elementos constitutivos, característicos y simbólicos de una identidad. Es decir, cuando hace suya tal o cual identidad, con la que siente bien, a gusto, comunicado, respetado, etc.

Por otra parte, una perspectiva intercultural social (y por supuesto juvenil) supone la aceptación de la existencia de por lo menos una cultura alternativa y resistente a la dominante, supone la tolerancia en la convivencia y respeto para sus valores, y una búsqueda y autoafirmación antidiscriminatoria. Las identidades y diferencias son representaciones simbólicas socialmente construidas – y no legados pasivamente heredados. De ahí el permanente “choque” entre generaciones. Sin embargo, el trabajo de crear “producir” y “transmitir” cultura es una actividad permanente de toda la sociedad, la cual resulta conflictiva debido a que diversos actores sociales compiten por imponer sus propias representaciones simbólicas (Mato, 1994), las que constituyen procesos de producción de significados sociales a través de los diferentes discursos. Elementos que los grupos hegemónicos no siempre son capaces de aceptar, de ahí el constante choteo y exclusión a los diferentes. ¿Qué fue de los hippies?, ¿donde quedó el pelo largo, o el afro? De esta manera, las identidades nunca tienen un significado fijo y acabado, se redefinen en múltiples y continuos procesos de representación y reconocimiento, constituyendo un relato reconstruído incesantemente.

Para el caso de la Universidad Intercultural el reto es incorporar no solo en el currículo formal los temas de “interés” del dialogo entre culturas (e identidades culturales urbano-juveniles), desde mi perspectiva, intención loable pero insuficiente si no miramos hacia “abajo”, hacia los procesos formativos en la educación básica, allí precisamente donde se construyen los valores sociales que más tarde darán sentido a nuestras acciones. Es muy difícil querer “recomponer” desde los estudios superiores lo que se gestó y fraguó en los procesos educativos anteriores.

A la Universidad llegan camadas de jóvenes más o menos homogéneos, los filtros institucionales hacen su función y encuadran a los futuros miembros de la sociedad obediente, pública y temerosa. Dentro de nuestra universidad tenemos problemas para aceptar al diferente (homosexuales, por ejemplo); ciertamente hay un espíritu de mayor tolerancia, entre adultos (autoridades y profesores) y jóvenes (alumnos), pero la realidad es que son poco respetados y reconocidos en sus prácticas sociales. Solo veamos en la Facultad de Ingeniería, por ejemplo, la presión y agresión a que son sujetos los alumnos con preferencias sexuales diversas, con identidades no compatibles con la visión del “futuro ingeniero”.

Ciertamente el esfuerzo “universitario” para formar cuadros sensibles y responsables frente a las identidades y culturas diferentes, no es un esfuerzo menor, sin embargo, digámoslo claro, es un esfuerzo vacuo en medio de las estructuras que día a día, en cada momento refuerzan precisamente, la exclusión, la discriminación, la agresión, la intolerancia, etc. De ahí que las identidades se transformen, o que en la búsqueda de una identidad cómoda, los jóvenes puedan transitar por varias de ellas, hasta encontrar la que más comodidad les aporta. La apuesta, sin duda, es por la aceptación de la variedad y su tolerancia.
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MOREIRA, A. F. B. (2002) Currículo, diferença cultural e diálogo. Educação & Sociedade: revista quadrimestral de Ciência da Educação/Centro de Estudos Educação e Sociedade (CEDES), año XXIII, n° 79, Agosto.

REMEDI, E. (2002) Conferencia: “Recuperación de prácticas en espacios de formación docente”. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación UNLP

MATO, D. (coord.) (1994) Teoría y política de la construcción de identidades y diferencias en América Latina y el Caribe. Venezuela: UNESCO/ Editorial Nueva Sociedad.

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