Migración y transculturalidad: Ishtar Cardona escribe esta semana sobre el viaje inacabado que supone la migración observada desde la perspectiva del flujo de elementos culturales. De los sonidos a los sabores, del viejo al nuevo vecino, la percepción se recompone cuando ser y estar se deconstruyen.
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"When I came here 20 years ago, I got on the front pages for saying 'Every Mexican has the potential to be a Chicano', but look now. We're here, they're there. They're here, we're there."
Tomas Ybarra-Frausto.
El viaje de ida y vuelta. O no.
El tránsito. Flujo. Ir para regresar. O quedarse. O dejar una parte. Mutilarse. O completarse.
La migración como signo de nuestros días: visible desde la vitrina comunicante, en el conversatorio del cotidiano, un escenario familiar. No es que los nómadas en búsquedas múltiples hayan aparecido súbitamente hacia finales del siglo pasado. Lo que pasa es que su pasos resuenan más. O nos resuenan más.
Tanto que se ha dicho sobre la migración. Pero cuando el fantasma toca de cerca el tono de voz para narrarlo cambia.
Desde Veracruz pensamos de más en más en los que se lanzan a circular buscando. Porque cada vez salen más desde acá, desde esta franja de tierra a medio camino entre mar y montaña. Y se me aparece un recuerdo de no hace mucho: el funcionario de casilla, trabajosamente convencido para participar como parte garante de una elección en la que no cree, que desaparece a dos días de la votación, así, sin avisar. “Se fue al norte”, nos dicen. “Nomás se llevó una muda”. Y sus historias, me digo. Sus necesidades, sus deseos. Y sus rabias. Y sus contentos.
No sabré cómo le fue. O tal vez sí, algún día. Lo que sí sé es que a ese equipaje se le añadirán otras mudas, otros cambios de piel. Las capas se sobrepondrán, a viejas músicas nuevas músicas. O músicas que también eran viejas allá, pero que para el nómada son novedad. Ideas, formas de acomodar el mundo. Códigos, enlaces. Luego regresará para quedarse. O tal vez no. Tal vez una visita festiva, un abrazo de doctor. Y dejará parte de sus bultos recompuestos y volverá a marcharse con su maleta, parte costumbre parte descubrimiento para volver a deshacerla y volver a armarla. Acá y allá. Armando la memoria, construyendo un deambulatorio. Fundando en su propia experiencia eso que se llama transculturalidad.
Del referente local al signo global. Del recuerdo de un golpe de jarana al acto de un festival World Music, pasando por la celebración de fandangos fronterizos, el diálogo se establece para que la música, como para tantos otros gestos de la cultura veracruzana, recorra el camino de este puente circular. Y lo jarocho, recreado en otros contextos, cultivado también ya por otras manos que le han metido mano a la maleta, pasa a ser jarochilango, jarotijuano, jaroguajaco, jarochicano… Porque ya no es solamente el salido de los Tuxtlas, de Sotavento, del Istmo, del Puerto -y de Xalapa, y de Zongolica- el que rasguea un mosquito en sol. Se lo intercambian con otros que no salieron del mismo lugar, pero que por otras razones, o no, arribaron al mismo destino, aunque sea por un momento. Otros que llegaron antes, o que llegaron poco después. Y que también comparten lo que traen en sus propias maletas para poder platicar, para darse el chance de encontrarse.
Estos encuentros van rompiendo las barreras de lo nacional. Entre Veracruz y Los Angeles no hay escala necesaria en el DF. A veces sí, pero el son jarocho ya no tiene la vista puesta de forma unívoca en el centro del país. Y a veces se desvía a Oaxaca, a Guerrero, o se toma un respiro en Mexicali antes de llegar a Chicago, a Nueva York, a San Francisco. El puente recorre, ese sí, por encima de las mallas metálicas y de los centros políticos. La música viajera descubre que entre lo mexicano y lo "americano" también se asoma la otra América, la del cajón y el tres, la de la artesa y el arpa grande, el clarinete y el sax, el cavaquinho y el güiro. Además, en esa América también hay cabida para el oud y la kora, el bohdrán y el fiddle.
En esta circularidad que cada uno ha recorrido nos encontramos allá pudiendo habernos encontrado acá, de este lado. Y nos ligamos a otras raíces que de este lado ni soñábamos. Probamos totopo y corundas sin haberlos conocido en casa. Nos enteramos que el bubú es muy cómodo para el calor, aunque no nos atrevamos todavía a ponernos uno. Que siguen sin gustarnos las verduras –aunque los amigos vietnamitas inviten a cada rato-, que preferimos la Sol a la Barena (o no...), que el sancocho no nos es del todo extraño. Que aunque sigamos buscando a nuestros semejantes más semejantes, hay cosas no tan malas del otro lado de la calle. Aprendemos a evaluarnos de forma distinta. El miedo a lo otro sigue existiendo, pero el otro se vuelve algo ubicuo, universal, a lo que nosotros mismos pertenecemos. También se rompen para reafirmarse diferentemente las barreras de lo que consideramos propio.
La mirada del migrante cambia, y la de quienes lo miran también. Se ajusta. No es posible guardar la misma graduación en lentes que miran a escalas alternadas. La voz con la que se narra, con la que se canta, también. La voz con la que nos cantamos. Nos estamos diciendo tantas cosas… Sí, tantas cosas que se han dicho, que nos hemos dicho sobre la migración. Ya no estamos en el cuento del “Irás y no volverás”. Han cambiado las perspectivas desde las que miramos a los que se van, a los que regresan, a los que tienen un pie de un lado y el otro más allá del border. Se regresa, en eco, en imágen, el barco cargado de mercadería: acentos, sonidos, luces distintas. Ya sabemos que en términos culturales el viaje no termina.
Y ahora no puede ser de otra forma. Bien dijo Tomás Ybarra: Ellos están aquí, nosotros estamos allá.
5 comentarios:
Muy bueno, muy bueno. Ni me siento mal por haberle robado unos minutos a la tesis para leerlo. ¡Gracias!
Gracias, Cate. ¡Abrazos a nuestra corresponsal en Cadiz!
Un comentario que no pasó (intríngulis del blogger):
"Bonito texto, Ishtar.
Un abrazo desde Lisboa.
Marcelo"
7 de julio de 2010 12:44
Bravo Isthar, tu que ya tuviste la experiencia del otro lado, sabes de que hablas, y nosotros los de el otro lado, desde nuestra experiencia migratoria sea esta, voluntaria o forzada, sabemos lo que significa esxcuchar una musica conocida en otro sitio y disfrutarla, cuanndo en nuestro pais ni caso, excelente tu trabajo, y ahora con los recoprtes que siguen ha los de CONAINCULTA, y al mismo tiempo llevando sudo-artistas como el Austriaco, es absolutamente lamentable, pobre México con estos bernantes, mucho valor Observatorio y bragvo por su trabajo. Maria Terezsa desde mi exilio voluntari en la Touraine
Gracias Ishtar,
Pones palabras justas a sensaciones profundas de aquel o aquella que se va y que no sabe pa cuando regresar.
Un abrazo fuerte desde Bruselas
Toztli
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