28 de marzo de 2011

¿Qué ha sucedido con la ley para el Desarrollo Cultural y el Sistema Estatal de Cultura?

Ya un año se cumple de la publicación de la Ley para el Desarrollo Cultural del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave.

Para recordar la fecha, Ahtziri Molina escribe esta semana sobre lo que ha pasado con la aplicación de tal instrumento y su falta de operación porque nos falta hacer nuestra chamba, tanto a los funcionarios como a los representantes de la sociedad civil que conforman el Sistema Estatal de Cultura, en un deber de memoria y para recordarnos no olvidar nuestras obligaciones ciudadanas.

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¿Qué ha sucedido con la ley para el Desarrollo Cultural y el Sistema Estatal de Cultura?
Ahtziri Molina Roldán

Cada trienio y sexenio se vive el fenómeno del detergente nuevo y mejorado. Los detergentes suelen seguir los clásicos compuestos de sosa, limpiadores, fosfatos, etc, pero ahora tienen un elemento cuasi-mágico desarrollado en laboratorio. Si usamos esta figura para referirnos al “mejoramiento” de las políticas públicas dedicadas a lo cultural, me parece que el agente limpiador mágico se encuentra en el reforzamiento del vínculo cultura y turismo. Como es conocido, la administración estatal anterior cambió de dependencia al IVEC, Instituto Veracruzano de la Cultura, el cual se encontraba bajo la tutela de la Secretaría de Educación y lo puso bajo la tutela del ejecutivo de Turismo. Es decir, se re-sectorializó la cultura desvinculándola de lo educativo y asociándola al esquema económico del turismo. Si bien el vínculo en gran medida fue de nombre -pues el IVEC fue ampliamente mermado en recursos y programas- conservó una independencia de acciones bastante amplia respecto de la cartera turística estatal.

En resonancia a este suceso, el sexenio recientemente concluido podrá ser recordado como aquel donde las acciones del IVEC –y las acciones en términos de cultura institucional- fueron vaciadas de contenido y recursos para producirlos. Un sexenio en el cual los magros recursos del Instituto se destinaron a la ejecución de ciertos espectáculos con aparente calidad de vistosos, que apuntaban más al reforzamiento de la cultura como un escaparate turístico que a una práctica que pudiese generar cohesión social en las comunidades que participan de ellas. Este es un momento de importantes definiciones. Tomemos como otro ejemplo de ello la integración del Consejo Veracruzano de Arte Popular a la Secretaría de Turismo, acción que le da otro cariz a sus acciones e incluso objetivos institucionales.

Por otra parte, sería deseable que tanto la Secretaría de Educación del Estado como la Universidad Veracruzana y otras instancias de Educación Superior tuvieran una presencia estable y fuerte en el sector cultural, dado que la formación de educandos en estos temas son tareas asignadas a tales instancias. Puesto que los cambios estatales que se suceden sexenalmente generan una inestabilidad que desregula o provoca discontinuidades en las acciones del área (vicio que se reproduce en todos los niveles de la administración pública), una regulación superior del sector era necesaria. Y finalmente esa regulación vió la luz.

Independientemente de la amplia grisura que cubrió el perfil del IVEC en la última administración, desde la sociedad civil y a través de las gestiones de la Diputada Dalia Pérez de la LXI legislatura, se pugnó por la redacción y aprobación de una Ley de Cultura para el Estado: la Ley para el Desarrollo Cultural del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave.

Esta ley buscó asegurar el derecho al disfrute y producción de la cultura de todos los habitantes del Estado. Los temas principales que componen su corpus son: el establecimiento del derecho de todos los ciudadanos a la cultura; la facultad que tanto ciudadanía como iniciativa privada tienen para proponer elementos de ordenamiento y coordinación de las tareas de las instituciones culturales; el reconocimiento de que Veracruz es un estado diverso, organizacional y culturalmente, característica social que merece respeto y atención múltiple, con la finalidad de garantizar que las distintas culturas se realicen y conserven vigencia. En el proceso de su gestión aparecieron temas para mejorarla, como la legislación del uso del patrimonio, los apoyos a la producción cultural, etc.

Este documento aprobado hace poco más de un año, el 11 de marzo de 2011, definitivamente es criticable, perfectible, tiene ausencias, etc. Sin embargo, todo esto será corregible en cuanto se ponga en práctica; en cuanto los márgenes sean utilizados en el cotidiano para la producción, reproducción y promoción de los bienes culturales.

Lamentablemente este momento no ha llegado a concretarse por la falta de reglamentaciones para su uso. Por lo tanto, en este momento esta pomposa ordenanza es tan buena como letra muerta, pues no tiene aún reglamentos que acompañen su funcionamiento. Según la ley es el Sistema Estatal de Cultura el encargado de formular los reglamentos para su funcionamiento. Este Sistema está compuesto por la sociedad civil –cuatro representantes, las cabezas del IVEC, el COVAP, La Academia de las Lenguas Indígenas, la Secretaría de Turismo, la de Educación y el Gobernador. Este sistema, que en papel congrega las voluntades, proyectos, forma de las distintas instancias dedicadas a este rubro, aún no ha sido formalizado. El 17 de mayo del año pasado, se dio un primer paso con la elección de los representantes de la sociedad civil:

•Letras y Gestión: Yesenia Arlette Muñoz del Espacio Experimental Teatral y la Vulcanizadora.

•Artes Visuales: Pedro Hernández Amador presentado por AC de Córdoba

•Artes Escénicas: Margarita Vargas Ortega del Ballet Royal de Xalapa
•y Alba del Carmen Malpica del Ballet Tizoc de Coatzacoalcos.

Sin embargo, no se ha avanzado más en ese respecto, pues llegaron los tiempos electorales, donde nada de eso se movía, los post-electorales donde ya no era posible mover nada, pues los nuevos acomodos tocan al gobernador entrante y así llegamos al ahora: los primeros cien días de gobierno donde tampoco hemos sabido nada al respecto.
Es tiempo de retomar los asuntos ahora que los bomberazos culturales de la Fiesta de la Candelaria, el Carnaval de Veracruz y la Cumbre Tajín han pasado. Ahora que lo urgente está fuera del camino hay que darle paso a lo importante.

Me parece que el IVEC tiene la posibilidad y la capacidad por no mencionar el deber simbólico de acatar la ley y atender la creación de reglamentos, de modos de acción que permitan que esta ley se haga realidad, asegurando el derecho a la producción, goce, distribución de la cultura a todos los veracruzanos. Para que ésta realmente se convierta en un factor de desarrollo para las distintas comunidades del estado. Ninguna de las instancias involucradas se ha pronunciado al respecto, sin embargo me parece indispensable que desde la sociedad civil se convoque a nuestros representantes ante tal Sistema para que se instale y ponga en marcha. Este es un momento de foros ciudadanos en todos las regiones del estado; me parece que ésta es una demanda clara que se puede/debe plantear en estos espacios, como en los medios y las distintas instancias de toma de decisión. Le corresponde a los miembros del sector tomar cartas en el asunto para optimizar las condiciones de trabajo y atención de lo producido por el sector.

21 de marzo de 2011

Intermedio

El día de hoy finaliza la Cumbre Tajín 2011.

Tratándose del evento "cultural" con mayor visibilidad del Estado, el que cuenta con mayor financiamiento y que en sí conjunta una serie de discursos de los órdenes económico, patrimonial y social, queremos presentar algunos videos que nos encontramos en la red sobre la presentación y los significados que para distintos actores guarda este festival.

Independientemente de la justeza o pertinencia de las posturas de organizadores y opositores -que aquí no vamos a dirimir-, tendríamos que intentar hacer una análisis más profundo de la instrumentación de nociones como "tradición" e "identidad", y que significan en boca de funcionarios, creadores, líderes comunitarios...

Hemos estado tocando el tema de las políticas públicas que superponen cultura y turismo (cosa muy evidente en Veracruz). La Cumbre Tajín permite reflexionar, en términos de un acto concreto, sobre tal asunto.





14 de marzo de 2011

Cultura, que no es cine pero sí son toros...

Con este post continuamos la serie en la que queremos analizar el estado de las cosas en materia cultural en Veracruz.

Ishtar Cardona reflexiona sobre el acercamiento que tiene hacia la creación cultural la institución encargada de velar sobre la administración de las políticas culturales, además de preguntarse por qué, al generar asociaciones temáticas, dentro de la canasta de la Cultura "gerenciada" por los funcionarios, cabe la corrida de toros, pero el cine se sale para caminar por su cuenta.

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Cultura, que no es cine pero sí son toros...
Ishtar Cardona

Hace algunos días recibí un correo escrito en clave escatológica, no por su sucio contenido, sino por el tono de fin de los tiempos que se filtraba en cada línea. En esa cartita electrónica, un amigo extranjero que trabaja en el ámbito de la gestión cultural de su propio país y que conoce bien -mejor que muchas personas que juegan de locales- este rinconcito donde hacen su nido las olas del mar inquiría por la salud de la Ley para el Desarrollo Cultural de Veracruz, se lamentaba por la atomización de las iniciativas culturales en el Estado, y finalmente me preguntaba cómo se configuraba en el contexto actual el organigrama de la acción cultural institucional, quién se encarga de qué y qué papel juega la Cultura (con mayúsculas) en los planes del actual gobierno estatal.

Al leer sus infartadas letras me vinieron a la mente dos cosas: la primera, que sí existen fanáticos foráneos no solamente de nuestra mexicana cultura, sino propiamente de sus vaivenes, sus ahogos y su tormentosa relación con las instancias públicas que deben promoverla. Estos fanáticos atormentados quedan representados en mi mente por un miembro de una asociación francesa de amistad con la cultura mexicana a quien escuché no decir, gritar, cuando se enteró que la derecha panista había ganado la elección presidencial del 2000: "¡En México la Cultura se acabó!"

Es cierto que en la mente de muchos de esos fanáticos, el PRI era el garante de la protección a las artes y a la creación cultural asociada a la estética nacionalista, y por lo tanto con la alternancia política se abría la puerta al mercadeo banal del mundo del arte y por ende al debilitamiento del factor cultural "puro". Ahora bien, aquellos que no únicamente planean sobre la superficie de lo nacional, y se sumergen en las turbulentas aguas de lo local, saben que las clásicas geometrías políticas "izquierda/derecha" estallan de muchas formas en nuestros contextos particulares, y para muestra, las políticas culturales...

De hecho, aún en el caso de gobiernos que defienden ferozmente (por lo menos de dientes para afuera) las conquistas sociales del siglo XX se torna difícil no introducir elementos de la eficacia empresarial en sus proyecciones del bienestar. Inversión, desarrollo, fuentes de empleo, invaden el espacio discursivo institucional y devienen caballitos de batalla en áreas no directa ni unívocamente ligadas con la administración económica. Así, por ejemplo, las políticas culturales se ven cada vez más acotadas por buenas intenciones de sustentabilidad social. Las artes (domésticas o académicas) deben de rebasar la idea un tanto cuanto ingenua sobre su calidad de medios expresivos de la más alta espiritualidad humana para asentarse como medios de producción, creadoras de empleos y detonadores del desarrollo. Nadie, a riesgo de ser linchado, puede negar la necesidad de impulsar las confusamente llamadas Industrias Culturales (que han dado un brinco conceptual con lo que disertaba la Teoría crítica a través de la Escuela de Frankfurt).

Sin embargo, al tratar de convertir la creación cultural en un factor económico más, las iniciativas gubernamentales han confundido los límites y alcances de lo cultural. La segunda cosa que me vino a la mente con la carta de mi amigo es que me iba a costar trabajo explicarle que a más de la sectorialización de la Cultura al Turismo durante la gubernatura pasada, ahora la Secretaría (SECTURC) se llama de Turismo, Cultura y Cinematografía. Llama la atención que además de que la postura oficial de la entidad se vuelca de forma muy perceptible sobre el factor Turismo en detrimento de la Cultura (quien lo dude que se dé una vuelta por la página web oficial), la Cinematografía es separada de la matriz de la creación cultural para ser considerada una actividad diferenciada de peso específico.

Se entiende que se recompense a esta actividad que tanta visibilidad en medios dio al Estado, y en particular a sus funcionarios durante los años anteriores. Grandes producciones cinematográficas se rodaron en Veracruz (p. ej. Apocalypto), y la derrama económica al parecer fue importante, sobre todo aquella directa que llegó a las manos de restauranteros, comerciantes y transportadores turísticos, por no hablar de los ciudadanos contratados como figurantes de los filmes. Pero yo por lo menos no puedo dejar de preguntarme si no se trata también de una visión de “Turismo Cinematográfico”, porque toda esta acción se constriñe a la buena voluntad de los productores de venir a trabajar al Estado, a los momentos específicos de la filmación, y cuando el equipo recoge su tinglado y se va, la minita de oro desaparece. No existe infraestructura solidamente desarrollada que permita hablar de una verdadera vertiente económica y por otra parte, las iniciativas de formación educativa, creación de públicos y análisis del fenómeno, que aterrizarían la creación cinematográfica en su contenedor cultural, son de corto arranque y al parecer de escaso impacto.

Es decir, el eje de articulación, y el verdadero motor de la SECTURC es el turismo. La cinematografía es una extensión de esta actividad, y la cultura en todo caso opera, desde una mirada folclórica, como un apoyo para la difusión del patrimonio veracruzano, ancla primera del encanto turístico. Las grandes iniciativas culturales provenientes del Estado no tienen sentido sin la base de beneficio turístico. Los festivales y los encuentros musicales son –por lo menos a los ojos del analista entusiasta- los actos ligados al sector cultural con mayor apoyo institucional. Los programas de lectura, el apoyo a las artes visuales y escénicas, los programas musicales diversos, la educación artística y la investigación asociada quedan muy por detrás. Por supuesto, no negamos la importancia del factor turístico y su potencial como detonador económico, pero al parecer la creación cultural y su administración son importantes mientras generen ganancias. Cómo se utilizan y reparten esas ganancias ya es otra historia…

La mayor parte de las noticias que se pueden encontrar en los últimos días en preansa y donde se menciona a la Secretaría se relacionan con iniciativas turísticas sustentadoras del Plan Estatal de Desarrollo, el trabajo del área de promoción de la Secretaría para posicionar el turismo en el Estado, y eventos masivos respaldados por la entidad a través del menguado Instituto Veracruzano de Cultura. Otra cosa que me va a costar trabajo explicarle a mi amigo: la extraña confluencia de eventos populares que son acogidos en su vertiente de negocio/espectáculo por las instancias culturales. Por supuesto que el box y las corridas de toros tienen arraigo popular, pero si una función de box, producida por empresarios, recibe el apoyo estatal (no queda claro si el apoyo fue financiero) este en todo caso debería de canalizarse a través del Instituto Veracruzano del Deporte, que hasta donde sé sigue perteneciendo a la Secretaría de Educación. A menos, claro, que lo que se esté haciendo visible es esa conceptualización del espectáculo como promotor del Turismo. Lo mismo pasa en el caso de las corridas de toros: podría dársele una débil mano de barniz "tradicional" al espectáculo taurino como para quedar bajo el manto de las iniciativas culturales del gobierno. Pero el discurso suena más centrado en el valor del espectáculo. Insisto: no queda claro cuál es el papel de las instituciones en la producción y difusión de estos espectáculos, si el apoyo proviene de fondos públicos y cuál es el beneficio que se obtiene para la ciudadanía.

Resulta triste que a un año de haberse publicado la Ley para el Desarrollo Cultural de Veracruz que en la letra garantiza los derechos culturales de los habitantes del Estado, las iniciativas culturales parezcan cada vez más desmanteladas en beneficio del espectáculo popular y de la ganancia turística. Ni siquiera se ha discutido la publicación de los códigos y reglamentos de la misma ley que le permitirían funcionar. La falta de autonomía del sector cultural en el esquema estatal era algo de lo que ya hablábamos en este blog hace unos meses, y también advertíamos que el hecho de promulgar una ley de cultura no significaba que podíamos echar las campanas al vuelo sin un marco operativo.

Va a ser duro tratar de explicarle a este extranjero, enamorado de la creación cultural veracruzana y preocupado por la dirección que toma su administración en lo público, el cómo se piensa la Cultura en esta tierra. Pero también puedo contarle que hay veracruzanos preocupados por que la gestión cultural sea eficaz y justa, que tratan de poner en su justa dimensión e importancia el factor creativo simbólico. Que existen iniciativas de resistencia que trabajan en la promoción de los creadores y en la formación de públicos para las artes, elementos olvidados de la gran cadena institucional.

Creo que voy a empezar por repetirle que, afortunadamente, las políticas públicas erradas no matan necesariamente la creatividad y la vida cultural de una sociedad. Y sin embargo, sería tan deseable que nuestros funcionarios entendieran el valor intrínseco de la vida simbólica de un pueblo… Esos reflejos de lo imaginario constituyen lo que verdaderamente somos. Estoy segura que el cine –y bueno sería cultivar generaciones de nuestros cineastas- nos pone un buen ejemplo para soñarnos. No estoy tan segura en el caso de la fiesta brava.

7 de marzo de 2011

Intermedio

Es época de carnavales, y en la Huasteca se celebra desde ayer domingo con los sones que se bailan para llamar a la fertilidad de la tierra.

En la Huasteca veracruzana diablos, comanches, mecos, el oso y las marijuanelas personifican la inversión del orden, el espacio de tiempo en el que Tlacatecólotl, señor del bien y del mal, camina entre los hombres pidiendo fiesta.



En este video, el Trío Colatlán de Don Heraclio Alvarado interpreta sones de Carnaval y los personajes carnavaleros danzan.
http://www.triocolatlan.netfirms.com/periodica/violin.htm
http://soycarnavalero.blogspot.com/2010_09_01_archive.html

28 de febrero de 2011

Acciones culturales institucionales. ¿Para quién?

Con este post iniciamos nuestra serie dedicada a analizar el estado de las cosas en materia cultural en Veracruz.

Ahtziri Molina empieza desde lo más próximo: la función de gestora y promotora cultural asumida por la Universidad Veracruzana, cuya eficacia se manifiesta principalmente en su relación con los receptores primarios de su acción, los estudiantes.

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Acciones culturales institucionales. ¿Para quién?
Ahtziri E. Molina Roldán


Las políticas culturales y las instituciones que las ejecutan están encargadas de conservar, promover, incentivar y distribuir las capacidades creativas, patrimoniales y de cohesión social, sean estas prácticas culturales de larga tradición o expresiones contemporáneas realizadas por individuos. Estas tareas, como la propia generación de la cultura, son de largo aliento y de resultados abstractos, poco asibles y en muchas ocasiones de maduración lenta. Sin embargo, la elección de lo que se entiende por cultura y por lo tanto lo que merece atención desde la concepción del Estado y la sociedad cambia con el proyecto de nación, las políticas internacionales en boga y el propio contexto cultural. Lo anterior implica que en las políticas culturales no siempre están todos los ciudadanos implicados o contemplados como generadores de actividad cultural o como destinatarios de la misma.

En Veracruz, esto no ha sido la excepción, por lo tanto en esta entrega y la siguiente reflexionaremos -a vuelo de pájaro- sobre la relación entre las actividades culturales promovidas desde las dos instituciones culturales estatales más importantes en este sector: la Universidad Veracruzana y el Instituto Veracruzano de Cultura.

Sabido es que la Universidad Veracruzana ha tenido presencia cultural en Veracruz desde su fundación en 1944. No es necesario enumerar nuevamente los logros que ha tenido en el ámbito académico-cultural. Sólo diremos que la Universidad ha creado en este sentido un aparato de amplio espectro que abarcan expresiones folclóricas –Tlen Huicani, de alta cultura –la Orquesta Sinfónica de Xalapa, de divulgación y promoción cultural –la Editorial, así como de enseñanza de las artes y la cultura con sus facultades y áreas de investigación en artes y humanidades, entre otras. Lo anterior es comprensible por su carácter universitario, pero también porque desde su fundación hasta la creación del IVEC, la UV funcionó virtualmente como la Secretaría de Cultura del Estado. La cual, hay que mencionar, funcionaba y aún funciona mayoritariamente desde la capital, dejando al descubierto muchos de los 71820 km de Veracruz y a sus pobladores.

Si bien las tareas universitarias en abstracto han estado dedicadas a mejorar la calidad de vida de los veracruzanos desde su fundación e implicaba un sinnúmero de faenas para atender todos estos requerimientos los tiempos, las condiciones han cambiado y con ello la población a la que tiene capacidad y necesidad de atender. Entre los que considero sus principales receptores destacan los cincuenta y cinco mil estudiantes ubicados en los distintos campus universitarios.

En un estudio realizado en 2008 (1) para conocer el consumo cultural de los estudiantes, 59% la población encuestada dijo conocer poco o nada la oferta universitaria, es decir más de la mitad de los primeros destinatarios de la oferta cultural de la universidad no saben qué se oferta, por otra parte un 20% dijo no estar interesados en conocer esta oferta y solo un 20% dice conocerla y utilizarla.

Si bien estos números no discrepan mucho de los resultados de la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales de 2010 (2), lo que es notable es que este sector de la población no esté interesado en participar de la oferta cultural existente en el espacio que los forma. Lo cual, esta tan relacionado con lo que se está produciendo y cómo se promociona como con los intereses y formación personal de los entrevistados.

Esto nos remite a otro asunto que observó este estudio: la alta interacción que esta joven población tiene con las tecnologías, no como una herramienta de conocimiento y/o comunicación, sino como un aspecto central de su convivencia e interacción social. Esta generación digital parece no ser interpelada por las formas tradicionales de la difusión cultural universitaria, pues sus formas de vida, espacios de convivencia y modos de construir socialmente su espacio distan de los formatos tradicionales, promovidos en forma tradicional como carteles, radio, etc.

Lo anterior, nos da importantes pistas de que la oferta y como se promueve resulta poco relevante a esta población, la cual el día de hoy tiene múltiples medios para acercarse a la producción cultural. Por lo tanto, si la amplia oferta producida por la universidad desea competir con televisión, internet, sociedad civil, etc., necesita ser flexible y estar dispuesta a la constante actualización. Lo anterior no implica únicamente promover su oferta tradicional en Facebook o Twitter, sino promover formas y actividades que interpelen a esta generación del siglo XXI.

Estos aspectos me parece deberían de ser considerados en la reconfiguración que la oferta cultural está experimentando al interior de la universidad. Es más que vital, tener en mente quiénes son sus destinatarios y conocerlos mejor. A fin de cuentas, a ellos están destinadas las muchas horas/humano que la Universidad sustenta. Me parece fundamental que este sector de la población sea consultado de forma directa para conocerlo y saber de qué forma los adultos analógicos que están en la toma de decisiones pueden/podemos interactuar con estos jóvenes digitales.


(1) Molina y Casillas Coord. Usos del tiempo y consumo cultural de los estudiantes universitarios. UV. Por publicarse.
(2) CONACULTA. Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales

21 de febrero de 2011

Intermedio

Vamos a ponernos barrochos... No borrachos ni barrocos, ni simplemente jarochos. Barrochos.
Es decir, vamos a escuchar un sonecito jarocho, El Guapo, interpretado con cierto aire barroco.

Este Guapo es interpretado por L'Arpeggiata, ensamble francés dirigido por Cristina Pluhar, para el disco Los Impossibles de 2008 -creado en torno a la obra de Santiago de Murcia y la música popular novohispana. Para cantarlo, invitaron a nuestro queridísimo Patricio Hidalgo (quien se está especializando en participar en grabaciones de grandes grupos de música antigua, como Hespèrion XXI).

14 de febrero de 2011

¿Qué de nuevo para la cultura en Veracruz?

Estamos entrando en el cuarto año de vida de este Observatorio.

Cuando algunos promotores y analistas de la vida cultural veracruzana decidimos reunirnos, lo hicimos pensando en poner sobre la mesa temas de discusión que, según nuestras consideraciones, se tratan poco y mal en el espacio público de nuestro Estado. Cierto es que existen columnas, espacios radiofónicos y publicaciones enteras dedicadas a la creación artística y a cierto debate intelectual veracruzano, pero también es cierto -desde nuestra particular óptica- que muchos de dichos espacios hacen eco de la agenda institucional o simplemente abonan en la pequeña política doméstica, la grilla del reparto de empleo cultural o la destilación de nombres para el santoral del buen protofuncionario.

Nunca fue la intención de este Observatorio tirar línea o cantar netas.
Simplemente hemos procurado reflexionar sobre lo que vemos y analizamos. Fijamos posiciones según el autor en turno e invitamos a otros analistas a abundar sobre los temas tratados. El espacio siempre ha estado abierto a la participación externa, y publicamos textos enviados por nuestros lectores. Así, hemos escrito colectivamente sobre las políticas públicas federales y locales, sobre el tratamiento que se le da a los festivales (y los recursos que a ellos se destinan) y sobre las campañas de fomento a la lectura. Sobre la gestión cultural y la migración, el patrimonio y la inserción de la sociedad civil en la administración de lo cultural.

Para este ciclo que inicia hemos decidido dedicar más tiempo a las cuestiones que nos inquieten: dedicaremos cuatro o cinco post a debatir, y esperamos contar con una participación activa por parte de nuestros lectores. Nuestra forma de observar la cultura en Veracruz no puede ser la única, y para pensar en formas creativas es necesaria la retroalimentación. Intentémoslo.

Por lo pronto, las próximas semanas subiremos al blog una serie de artículos que tratarán sobre el estado general de la cultura en el Estado; un repaso necesariamente rápido pero con intención reflexiva en torno a lo que pasó en los últimos tiempos con la administración de la creación y promoción cultural en Veracruz.

¿Qué ocurre con las instituciones encargadas de velar sobre esos temas? ¿Por qué una Secretaría de Turismo y Cultura y no una Secretaría de Cultura separada? ¿Por qué traspasar la administración de la programación cultural directamente a la Secretaría y acotar los espacios de autonomía del IVEC? ¿Hasta dónde la Cultura no es Turismo? ¿Qué ocurre con la Ley de Cultura? ¿Para cuándo el reglamento? ¿En qué se van a emplear los chicos que salen de las universidades veracruzanas formados como gestores culturales? ¿Existen los espacios suficientes, más allá de nuestro corporativismo político, para que los creadores, promotores y animadores culturales se desarrollen? ¿Existe un verdadero recambio generacional en materia de creación artística? Más allá de las buenas intenciones de papel, ¿cómo viven los creadores culturales veracruzanos (y por extensión mexicanos)?

No es seguro que demos respuestas precisas, claras y contundentes sobre estos temas, pero vamos abriéndoles la puerta y provocando la discusión. ¿Les parece?

Nos leemos dentro de quince días. Y si tienen preguntas para agregar a la lista de líneas arriba, échenlas.

7 de febrero de 2011

Intermedio y presentaciones

Esta semana aprovechamos nuestro Intermedio para notificar los cambios que tenemos en el Observatorio:

Nos despedimos de Vicky Muñoz Segovia y de Lourdes Hernández Quiñones. Sus responsabilidades para con la pedagogía, la investigación y la función pública les dificultan seguir colaborando con el Observatorio. Sabemos que de todos modos seguirán, desde sus respectivos roles, dándole batalla al debate sobre el desarrollo cultural en el Estado, así que seguiremos encontrándonos en estos caminos. Les mandamos un gran abrazo y nuestros mejores deseos para sus proyectos...

Dicho esto, le damos la bienvenida al nuevo miembro del Observatorio. Caterina Camastra, investigadora, escritora y traductora se integra al proyecto y estamos dando brincos de gusto por haberla fichado para el equipo. Cati conoce los meandros de la lírica popular sotaventina, ha realizado traducciones exquisitas de autores como Alberto Ruy Sánchez, Alberto Chimal y Sergio Galindo al italiano, y por si fuera poco tiene un gran sentido de la ética social, por lo que la candidateamos para formar parte del círculo rojo de los nuevos xalapeños ilustres.

Por lo pronto, le pedimos que escogiera el material a subir en este Intermedio. Se decidió por un video del grupo marroquí Lemchaheb, conjunto que ha transitado de la música de variedad occidental a un código más tradicional. Le cedemos la voz a Caterina para presentar el corte musical:

"Gracias a Héctor Vega por encontrar esta pieza. Algunos jaraneros le han encontrado un parecido con El buscapiés, otros con El zapateado, otros más con El balajú -se aceptan sugerencia. Todos los entrevistados hasta ahora concuerdan acerca del eco jarocho de la melodía."

Bienvenida sea, pues.

31 de enero de 2011

De la promoción cultural a la gestión de la cultura en México

Cerrando este ciclo de temas a dos voces, observadores/invitados, tenemos un invitado de lujo para responder el texto de Ahtziri Molina sobre la gestión cultural.

Nos da un recondenado gusto que Óscar Hernández Beltrán –promotor, funcionario cultural y uno de los fundadores de este Observatorio- nos visite y regale un texto sintético y claro sobre los procesos de asentamiento de la promoción/gestión cultural en México.

Óscar ha laborado en la UNAM, el INBA y los Institutos de Cultura de Veracruz y Guanajuato, participando principalmente en el diseño y la aplicación de proyectos orientados al desarrollo cultural comunitario y la educación artística no formal.

Te mandamos un abrazote, Óscar.

Por último queremos agregar,
Tlacotalpan 2011: ¡Fiesta sí; Embalse NO!

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De la promoción cultural a la gestión de la cultura en México
Óscar Hernández Beltrán

Apunta Ahtziri Molina en su colaboración del 17 de enero que, durante los años sesentas y setentas del siglo pasado, las ideas relativas a la promotoría cultural en América Latina tomaron forma “de movilización social y construcción de comunidades”. Añade que, en los ochenta “hubo un fuerte impulso al trabajo de la promoción cultural desde los ámbitos independientes”. Comparto ambas afirmaciones. En las líneas que siguen me propongo reflexionar brevemente en torno a las peculiaridades que tales movimientos sociales adoptaron en México, a las respuestas que el estado mexicano les brindó y a las pautas de desarrollo que dichos procesos imponen hoy en día a quienes diseñan y aplican las políticas públicas en la materia.

La percepción de que la promoción cultural significaba, antes que nada, una oportunidad de propiciar la movilidad social, orientada a reafirmar la identidad de los grupos sociales alternativos, nos llegó del Sur, principalmente, de Argentina, donde los gobiernos dictatoriales habían provocado el surgimiento de formas hasta entonces inéditas de organización social comunitaria, muchas de ellas relacionadas con el fortalecimiento de las identidades culturales.

A diferencia de Argentina, la mayoría de los promotores culturales mexicanos de la época no administraban proyectos culturales independientes, sino que despachaban en oficinas gubernamentales de impulso a la cultura. Ello no fue un obstáculo para que la visión reivindicatoria de la promoción cultural acabara por imponerse. Para que ello ocurriera, se desarrolló un proceso que constó de varias etapas.

Dado el tradicional aislamiento de los esfuerzos editoriales latinoamericanos, la primera labor que se llevó a cabo fue la publicación de los textos canónicos sobre el tema. Algunos de ellos fueron editados por empresas privadas, los más, por instancias públicas, que las compilaban en antologías destinadas a la capacitación de los promotores culturales que laboraban en sus instituciones o que participaban en sus programas.

El segundo gran esfuerzo, efectuado por una generación especialmente talentosa y generosa de teóricos sociales mexicanos, fue la escritura de ensayos en los que se aclimataban a la realidad nacional las propuestas teóricas provenientes del Sur. Como suele suceder, algunos de esos ensayos fueron tan buenos que en poco tiempo fueron citados por los autores de los textos canónicos originales.

La tercera manifestación de este proceso (que no necesariamente ocurría en fases sucesivas, rigurosamente ordenadas) fue el diseño y la aplicación de programas culturales que, no sin contradicciones y titubeos, se proponían llevar a la práctica las lecciones aprendidas y asimiladas. A lo largo de la década de los setenta, tres términos funcionaron como ejes transversales de tales programas: descentralización, coparticipación y corresponsabilidad.

El problema de la centralización era común en América Latina, pero se manifestaba con especial virulencia en México. El tema preocupaba hasta al gobierno. Por ello, cualquier programa cultural que incluyera en su diseño la posibilidad de que las comunidades de los estados y los municipios se apropiaran de procesos de organización, proyección y rentabilidad cultural era bien visto y generosamente patrocinado. Las dependencias federales de impulso a la cultura se llenaron de oficinas de “vinculación” mediante las cuales se trataba, no sin lastres paternalistas, de poner a la hora los relojes provincianos. En esta preocupación se encuentra, acaso, uno de los gérmenes del surgimiento, durante la primera mitad de los ochenta, de las entidades estatales de impulso a la cultura.

La idea de la coparticipación suponía una estrategia patas arriba: no se trataba ahora de diseñar en el escritorio programas de divulgación cultural que redujeran de una manera eficiente y expedita las limitaciones de acceso al goce y la recreación de las manifestaciones culturales que, de manera endémica, padecía la población nacional, sino de propiciar la organización de las comunidades en torno al desarrollo de proyectos culturales que, al tiempo que atendieran dicha carencia, contribuyeran a la reafirmación de las practicas culturales propias y a la apropiación consciente y sistemática de las ajenas. Mucho se intentó, poco se logró, algo quedó.

El reto mayor era, desde luego, el de la corresponsabilidad, mediante la cual se pretendía que las comunidades asumieran algunos de los costes de los proyectos culturales. No sorprende ahora constatar que las mejores respuestas a este desafío ocurrieron en las áreas de mayor marginalidad, especialmente en las zonas indígenas, donde, desde siempre, la organización comunitaria se ha hecho cargo de los gastos que demandan las prácticas simbólicas.

A principio de los ochenta, las ideas que impulsaban la dinámica cultural como un espacio de cohesión identitaria se consagraron ya como programa de gobierno. En efecto, el Plan Nacional de Desarrollo 2002-2008 incluía las estrategias aquí mencionadas, con todas sus letras y todas sus tácticas. Este hecho significó, en mi opinión, un cambio en las políticas culturales de México que, hasta la fecha, no ha sido debidamente valorado. No se trata precisamente de montar un altar para sacrificar un pollo a la mayor gloria de quienes impulsaron dicha perspectiva, sino de valorar debidamente sus consecuencias, entre otras cosas, para no incurrir en la fea costumbre de descubrir el hilo negro.

Tal vez (y digo tal vez, porque esto es algo que no se ha estudiado adecuadamente) muchas de las prácticas de la sociedad civil organizada en torno a proyectos culturales que hoy estamos observando se expliquen, aunque sea parcialmente, por la divulgación de las ideas autonomistas de los años setentas y ochentas. En todo caso, esas prácticas existen, están a la vista y poseen una gran importancia. La presencia de los grupos de ciudadanos organizados a favor de las manifestaciones de nuestra diversidad creativa obliga a los responsables de las entidades públicas de impulso a la cultura a gobernar, no para ellos, sino con ellos. Esto significa que la presencia de dichas organizaciones en las esferas de planeación y uso de los recursos públicos debe ser cada vez mayor y cada día más decisiva. Sólo entonces nuestras autoridades habrán dado el paso que los convertiría de promotores en gestores culturales.

24 de enero de 2011

Intermedio



El 29 de enero próximo inician las celebraciones de la Candelaria en Tlacotalpan.
En el Observatorio esperamos sinceramente que las fiestas se desarrollen con buen espíritu y ánimo para revitalizar a esta población, tan entrañable y tan azotada por las inundaciones del año pasado.

Acordándonos de Tlaco, subimos un video producido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia a través de su programa Paseos Culturales. Queremos recordar a la ciudad en todo su encanto, pero no queremos por ello olvidar que el desastre no es únicamente de origen natural, que debería de existir la infraestructura necesaria para evitar inundaciones (no es la primera vez que pasa) y que los programas de prevención de desastres existen.

Por último, nos manifestamos en contra del maltrato a los toros durante las fiestas: no todos los actos reconocidos como "tradición" conservan su sentido social. En este caso, el embalse y posterior recorrido de los cebús (que no miuras ni ningún otra raza "brava") por las calles, a golpes, jalones y gritos no tiene sentido hoy en día fuera de la enajenación que provoca en los espectadores la agresión sobre otro ser. El adoquín de las calles manchadas con la sangre de orejas rasgadas, de colas a medias arrancadas, de lomos navajeados, pesa en el ánimo y nubla el festejo...

Ojalá algún día las fiestas de la Candelaria, cargadas de tantas y tantas cosas -música, devoción, comida, baile- puedan dejar atrás un acto, triste y violento, que en verdad no les hace falta.