1 de abril de 2013

Imágenes literarias del nacionalismo mexicano II

Continuamos con la segunda entrega del texto Imágenes literarias del nacionalismo mexicano después de la Independencia: Guillermo Prieto y el abrazo de la musa callejera de Caterina Camastra.

Este texto fue publicado en el libro Liberty, liberté, libertad. El mundo hispánico en la era de las revoluciones coordinado por Alberto Ramos Santana y Alberto Romero Ferrer y editado por la Universidad de Cádiz, 2010. 

En esta segunda entrega Caterina nos narra uno de los puntales del mito de la china: la historia de Catarina San Juan, la famosa "china poblana", a la vez que articula el análisis de las caracterísiticas de este estereotipo en formación con lo que es visible de su personaje: el atuendo, "nacional", "inocente", frente a las modas "enajenantes" europeas. 

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Imágenes literarias del nacionalismo mexicano después de la Independencia: Guillermo Prieto y el abrazo de la musa callejera 

Caterina Camastra

(SEGUNDA DE SEIS ENTREGAS)








Existe otra historia, más fantasiosa e imbuida de romántico exotismo, según la cual la primera china poblana no era ni china ni poblana, sino una bellísima princesa hindú, Mirra, raptada en el siglo XVII por piratas a veces portugueses, a veces ingleses, quien llega a Puebla pasando por Filipinas y es bautizada como Catarina de San Juan. Pese a su excepcional belleza lleva una vida de ejemplar beatitud cristiana y muere en olor de santidad. Parece paradójico que un símbolo nacional incluya una leyenda de fabulosos orígenes extranjeros, o tal vez no lo es tanto en un país creado sobre bases plurales y diversas,. También llama la atención que de beata angelopolitana (hasta la fecha, el imaginario coloquial mexicano identifica a Puebla de Los Ángeles como la ciudad de los santurrones), la china pase a ser un ícono de desenvoltura y seducción. «El salto entre la china poblana originaria y la mujer mexicana típica, coqueta y libre, conocida también como china, se daba precisamente en el contraste entre la vida abierta y sin prejuicios de esta última y la dimensión ejemplar de la primera»1. Sin embargo, sabemos que ésos son los extremos simbólicos en que nuestra cultura compartida de siglos inscribe la feminidad, siempre susceptible de un tropezón a pasar de santa a mujer alegre.

Finalmente, insisto, más que la fantástica leyenda de Mirra (que tiene todos los visos de responder a una búsqueda de orígenes nobles y morales para un mito que, al mismo tiempo, se quiere popular) me parece creíble el origen de china como mestiza. Aparte de su raza, belleza y salero, la china conlleva otra característica fundamental: el atuendo. Volvamos al poema de Prieto, que al insurgente castor de la primera estrofa añade más detalles:

Era un bello firmamento
de lentejuelas de plata,
era el manto de escarlata
de las reinas del amor.
Era la china garbosa,
la linda china poblana
sobre la nube de grana
de su enagua de castor.2

¿Quién es esa mustia chica?
¿Es vestido o es sotana,
es corpiño o es aduana
esa parte superior?
¡Maldita moda, maldita!
Rompan el corpiño, chinas,
les van a dar las anginas,
venga el hermoso castor.


[...]


Por Dios, ¿quién sufre un embudo
de lienzo? ¿una linda china
a quien el cielo destina
al aire libre, al amor?
Esas cárceles de lienzo
sirvan a la aristocracia;
pero a las chinas la gracia
y la enagua de castor.


[...]


En buenhora los telones
para la pata extranjera,
y una lancha cañonera
para cada pie invasor...
Mas que bañe la luz pura
los encantos soberanos
de los piecitos poblanos3
con la enagua de castor.


Era linda una garganta
de contornos celestiales,
entre perlas y corales
proclamando insurrección.
¿Por qué un rostro tan divino
sobre un saco penitente?
Vístase como la gente,
con la enagua de castor.4

La libertad de movimiento y de seducción que conlleva el atuendo de la china se relaciona con la liberación del país de las costumbres extranjeras impuestas por invasión (en los intelectuales como Guillermo Prieto es reciente el recuerdo de la intervención francesa de 1862 y la subsecuente fugaz presencia de Maximiliano de Habsburgo, de 64 a 67, que recibió el pomposo nombre de imperio). El campo semántico del orgullo rebelde une a la mujer del pueblo y su traje típico con el destino de la nación: el insurgente castor que se opone a cárceles de lienzo, los collares que adornan el provocativo escote están proclamando insurrección. El yo poético asume el papel de quien grita consignas subversivas: rompan el corpiño, chinas


NOTAS
 
1 Ricardo Pérez Montfort, « La china poblana. Notas y breve crónica sobre la construcción del estereotipo femenino nacional », en Expresiones populares y estereotipos culturales en México. Siglos xix y xx. Diez ensayos, México, CIESAS, 2007, p. 134.

2 «Enagua. (Del haitiano nagua). Ésta es la forma castellanizada más común para llamar la prenda de vestir femenil, que no es, por cierto, la que va debajo de la falda, verdadera saya, sino la que va encima [...]. Lo de las enaguas es puro academismo. El término popular legítimo y auténtico americano es nagua» (Francisco J. Santamaría, op. cit). Cabe destacar el recurso a la idea de lo popular como autorización y validación en el discurso del autor de este diccionario, que puede hacernos refleccionar acerca de la elección de términos del mismo Prieto.

3 «Piecito. Diminutivo mal formado de pie, en vez de piececito» (Francisco J. Santamaría, op. cit).

4 Guillermo Prieto, op. cit., pp. 37-38.

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