30 de abril de 2012

Lo barato sale caro

Esta semana iniciamos una serie de textos misceláneos con los que pretendemos armar un mosaico de nuestro cotidiano actual: de ausencias a presencias que arman y desarman nuestras esperanzas; de nuestros dineros para ya no se diga comprar libros, sino pagar una renta; de retornos macabros en política y su significado, de muertes que duelen porque son la muerte de lo mejor en nosotros.


Iniciamos con un texto de Caterina Camastra, del equipo de casa.
Caterina quiso platicar sobre una de las muchas caricaturas que vuelan sobre nuestro imaginario veracruzano: lo barata, lo buena que es la vida en nuestra Atenas tropical. Una postal más bajo la lupa. 


Finalmente en el Observatorio queremos decir: ¡Viva Regina Martínez! ¡No se mata la verdad matando periodistas!

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Lo barato sale caro
Caterina Camastra


Foto tomada del sitio xalapeños.com


Todos los que hemos vivido, pasado, permanecido de una u otra forma en la ciudad de las flores, hemos oído, y probablemente también afirmado y suscrito, aquello de que Xalapa es barato. Lo es. Sin embargo, y con toda la sabiduría irritante de los proverbios, de repente lo barato sale caro.

Si alguna vez han estado en Xalapa con presupuesto de escaso a medio, y buscado vivienda, es probable que sepan de lo que estoy hablando. La arquitectura xalapeña es encantadora en lo que tiene de laberíntico, en sus patios inesperados, los árboles sacando la copa arriba de los tejados y las enredaderas subiendo y bajando, las inesperadas vistas al Cofre de Perote desde el centro de un nido de techos, desde una azotea que es como un claro en el monte.

La misma arquitectura también es aterradora porque los laberintos y los recovecos cobijan el enemigo más implacable del inquilino de modestos recursos: la humedad, lo menos atractivo de la exuberancia vegetal. Alguien de quienes están leyendo (pueden levantar su mano virtual en la cajita de comentarios aquí abajo) habrá compartido conmigo la experiencia de sentarse en medio de un cuarto entre libros recién bajados de su repisa y a las prisas amontonados, trapito en la mano, acometiendo la desaforada empresa de sacudir los malignos honguitos verdes que se trepan a las páginas. También opera con ropa y zapatos, aunque la peculiar desesperación de limpiar un libro hoja tras hoja no se compara, creo yo. Algunos cuartos crecidos como hongos, como protuberancias sobre y alrededor de estructuras preexistentes, favorecen estos florecimientos.

Recuerdo una vez, hace ya como once años, haber visto uno cuya pared de fondo no era una pared, sino nada menos que la falda irregular del cerro con una mano de pintura encima. Y costaba mil pesos, lo cual hace diez años era una fortuna. No lo alquilé, por supuesto, pero nunca se me olvidará. A raíz de lo mismo, recuerdo la irritación que sentí alguna vez en la antesala de un notario, escuchando a otros clientes disertar sobre las ventajas y desventajas de rentarle casas a los estudiantes. “Es mejor porque se van”. “Pero es que luego quieren muchos lujitos”. Ajá, pensé yo, como agua caliente, ventanas que cierren, impermeabilización. Esos lujitos que distinguen una casa de otras formas más precarias de guarecerse.

Lo que sin lugar a duda es barato en Xalapa es la mano de obra. Los sueldos son tan bajos que rayan en el insulto. Más agudamente se percibe un problema común a todo el país, el de aquel sector de la población que está empleado de tiempo más que completo, a cambio de un sueldo que no alcanza a cubrir las necesidades vitales. Por no hablar del mito romántico del estudiante universitario que se mantiene y paga sus estudios trabajando part-time, utópico en la Atenas veracruzana, donde un sueldo de medio tiempo no alcanza ni para fotocopias. Otra ecuación curiosa entre las paradojas de esta ciudad es justamente la que se establece entre bajos sueldos y transporte público carísimo. Ocho pesos para un boleto de camión son muchos cuando el salario mínimo (que mucha gente ni gana) apenas si llega a sesenta. La calidad de la infraestructura urbana ya la hemos lamentado en posts anteriores, desde La cara cambiante de Veracruz hasta La fachada del Partenón.
La comida, eso sí, es buena y barata en Xalapa. Las gordas gigantes y los chiles rellenos de algunos mercados, así como las comidas corridas de algunos amables restaurancitos, con sus frijoles olorosos a epazote u hoja santa, pondrían nacionalista a cualquiera. Es más, definitivamente en Xalapa muchos lugares baratos y de precio medio son una opción mejor y más sabrosa que ciertos otros restaurantes, adefesios pretenciosos y careros que rifan con cierta burguesía, la que prefiere la ostentación del status quo al sentido común del paladar. No todos le buscan lo barato a Xalapa, en fin.

Probablemente mejor fuera que nuestra ciudad de la flores, más que tener renombre por ser barata, gozara de una reputación por calidad de vida, buenos salarios, buena vivienda, buena y eficiente infraestructura. La búsqueda de lo barato dejaría de tener sentido. Suena sensato, ¿no? Sin embargo, por estos tiempos lo más sensato siempre es lo más utópico.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno en la ciudad de México aunque sale barato el transporte y es cierto es una de las ciudades mas baratas para vivir, es utopico tener un empleo de medio tiempo y lo barato sale caro en el tiempo que uno gasta en transpoortarse, horas de transporte perdidas colgado en algun pesero, por lo menos yo años busque ese chance de trabajar y estudiar y ha sido imposible y siempre he acabado perdiendo el semestre. Pero en este pais??? quien quiere un titulo en humannidades? jeje de que acabaras trbajando de promotor de marca en tienda a lo mucho departamental???
Mariana teofagia@hotmail.com

Camila dijo...

Creo que en cuanto a esa frase uno muchas veces decide buscar los precios mas baratos aunque muchas veces a largo plaza nos termina costando mas si son de mala la calidad lo que compramos. Por eso yo prefiero comprar cosas de calidad y buscar las ofertas como recientemente he comprado lg tv